Untitled Part 4

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C

uando el amanecer despunta, abro las ventanas de mi

habitación y dejo que lo último del frío aire nocturno entre,

mientras me quito mi vestido de la Corte. Me siento acalorada

por todas partes. Mi piel se siente muy tensa y el corazón no deja de latirme

a toda velocidad.

He estado en la Corte muchas veces con anterioridad. He sido testigo

de más atrocidades que alas arrancadas o mi persona siendo insultada. Las

hadas compensan su incapacidad para mentir con un despliegue de

engaños y crueldades. Palabras retorcidas, bromas, omisiones, acertijos,

escándalos, sin mencionar sus venganzas unas sobre otras por antiguos

desaires recordados a medias. Las tormentas son menos volubles que ellas,

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los mares menos caprichosos.

Como, por ejemplo, como un militar, Madoc necesita derramamiento

de sangre igual que una sirena necesita el rocío salado del mar. Después de

cada batalla, él ritualmente sumerge su capucha en la sangre de sus

enemigos. He visto la capucha, mantenida bajo cristal en la armería. La tela

está rígida y manchada de un marrón tan profundo que es casi negro,

excepto por unas cuantas manchas de verde.

A veces bajo y la miro fijamente, intentando ver a mis padres en las

líneas de la marea de sangre seca. Quiero sentir algo, algo además de un

malestar. Quiero sentir más, pero cada vez que la miro, siento menos.

Pienso en ir a la armería ahora, pero no lo hago. Me paro enfrente de

mi ventana y me imagino como un caballero intrépido, me imagino como

una bruja que oculta su corazón en su dedo y entonces se arranca el dedo.

—Estoy tan cansada —digo en voz alta—. Tan cansada.

Me quedo allí sentada durante un largo tiempo, observando el sol

naciente dorar el cielo, escuchando las olas estrellarse conforme la marea

se eleva, cuando una criatura alza el vuelo para aterrizar en el borde de mi

ventana. Al principio parece un búho, pero tiene ojos de fogón.

—¿Cansada de qué, ricura? —me pregunta.

Suspiro y respondo honestamente por una vez.

—De ser impotente.

El ave estudia mi cara, entonces vuela hacia la noche.

Duermo todo el día y despierto desorientada, luchando para salir de

las largas cortinas bordadas alrededor de mi cama. La saliva se me ha

secado a lo largo de una de mis mejillas.

Encuentro agua de tina esperándome, pero se ha puesto tibia. Los

sirvientes deben haber venido y vuelto a marchar. Me meto de todas formas

y me salpico la cara. Viviendo en la Tierra de las Hadas, es imposible no

notar que todos los demás huelen como verbena o agujas de pino trituradas,

klohiyfudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora