Untitled Part 8

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M

i cabeza está palpitando cuando Vivienne me despierta.

Salta sobre mi cama, quitando la colcha y haciendo crujir

la estructura. Presiono un cojín sobre mi cara y me

acurruco hacia un lado, tratando de ignorarla y seguir durmiendo sin soñar.

—Despierta, dormilona —dice, tirando de las sábanas—. Vamos a ir

al centro comercial.

Hago un ruido estrangulado y la desestimo.

—¡Arriba! —ordena, saltando de nuevo.

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—No —gimo, metiéndome más en lo que queda de sábanas—. Tengo

que practicar para el torneo.

Vivi deja de saltar, y me doy cuenta que ya no es verdad. No tengo que

luchar. Excepto que tontamente le dije a Cardan que nunca renunciaría.

Lo que me hace recordar el río, los nixies y Taryn.

Cómo ella tenía razón y yo estaba magnífica y excesivamente

equivocada.

—Te compraré café cuando lleguemos allí, café con chocolate y nata

montada. —Vivi es incansable—. Vamos, Taryn está esperando.

Medio me tambaleo fuera de la cama. En pie, me rasco la cadera y me

quedo mirando. Ella me da una de sus más encantadoras sonrisas y veo

como mi molestia desaparece sin quererlo. Vivi suele ser egoísta, pero es tan

alegre sobre ello y tan alentadora del egoísmo en otros que es fácil pasárselo

bien con ella.

Me visto deprisa en las ropas modernas que guardo en el fondo de mi

armario: vaqueros y un jersey viejo grisáceo con una estrella negra en él y

un par de Converse altos plateado brillante. Pongo mi cabello en un gorro

tejido torcido y cuando echo un vistazo a mí misma en el espejo de cuerpo

entero (esculpido de tal forma que parezca tener un par de faunos

indecentes a cada lado del cristal, mirando lascivamente), una persona

diferente me está mirando de vuelta.

Quizá la persona que hubiera sido si hubiera crecido como una

humana.

Quienquiera que ella sea.

Cuando éramos pequeñas, hablábamos sobre volver al mundo

humano todo el tiempo. Vivi seguía diciendo que si ella aprendía un poco

más de magia, seríamos capaces de ir. Encontraríamos una mansión

abandonada, y ella encantaría a los pájaros para que cuidaran de nosotras.

Nos comprarían pizza y caramelos, e iríamos al colegio solo cuando nos

apeteciera.

Para cuando Vivi aprendió cómo viajar allí, sin embargo, la realidad

se había inmiscuido en nuestros planes. Resulta que los pájaros no pueden

comprar pizza realmente, ni siquiera estando encantados. 57

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