Untitled Part 25

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isas me reciben cuando regreso a la Corte de las Sombras.

Espero encontrar a Cardan como lo dejé, intimidado y

tranquilo, tal vez incluso más miserable que antes. En cambio,

sus manos han sido desatadas, y está en la mesa, jugando a las cartas con

la Cucaracha, el Fantasma y la Bomba. En el centro hay un montón de joyas

y una jarra de vino. Dos botellas vacías descansan debajo de la mesa, el

vidrio verde atrapa la luz de las velas.

—Jude —llama La Bomba felizmente—. ¡Siéntate! Juega con nosotros.

Me siento aliviada de verla, aquí e ilesa. Pero nada sobre este cuadro

es bueno.

Cardan me sonríe como si hubiéramos sido grandes amigos durante

toda nuestra vida. Olvidé lo encantador que puede ser, y lo peligroso que es

eso.

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—¿Qué están haciendo? —estallé—. ¡Se supone que debe estaratado!

Él es nuestro prisionero.

—No te preocupes. ¿A dónde va a ir? —pregunta la Cucaracha—.¿De

verdad crees que puede vencernos?

—No me importa tener atada un mano —interviene Cardan—. Pero si

vas a restringir ambas manos, entonces tendrás que verter el vino

directamente en mi boca.

—Nos dijo dónde el viejo rey guardaba las botellas realmente buenas

—dice la Bomba, echando hacia atrás su cabello blanco—. Sin mencionar

un alijo de joyas que pertenecía a Elowyn. Imaginó que, en la confusión,

nadie se daría cuenta si se las llevaban, y hasta ahora, nadie lo ha hecho.

El trabajo más fácil que la Cucaracha ha hecho alguna vez.

Quiero gritar. Se suponía que no debería agradarles, pero ¿por qué

no? Es un príncipe que los trata con respeto. Es el hermano de Dain. Él es

un mágico, como ellos.

—De todos modos, todo está yendo en espiral hacia el caos —dice

Cardan—. Bien podría pasar un buen rato. ¿No crees, Jude?

Respiro profundamente. Si menoscaba mi posición aquí, si logra

convertirme en una extraña, entonces nunca conseguiré que la Cortede las

Sombras acepte el plan que todavía está revuelto en mi cabeza. Parece que

no puedo encontrar la manera de ayudar a nadie. Lo último que necesito es

que él empeore las cosas.

—¿Qué les ofreció? —pregunto, como si todos estuviéramos en la

misma broma. Sí, es una apuesta. Tal vez Cardan no les ofreció nada en

absoluto.

Intento no parecer que estoy conteniendo la respiración. Trato de no

mostrar cuán pequeña Cardan me hace sentir.

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