N
unca he caminado por la puerta principal de Hollow Hall.
Antes siempre venía escondiéndome por las cocinas, vestida
como sirvienta. Ahora estoy parada frente a las pulidas
puertas de madera, iluminada por dos lámparas de haditas atrapadas que
vuelan en círculo desesperados. Ellas iluminan una escultura de un enorme
y siniestro rostro. La aldaba, un círculo perforando su nariz.
Cardan la agarra y porqué crecí en la Tierra de las Hadas, no estoy del
todo sorprendida cuando la puerta abre los ojos.
—Mi príncipe —dice.
—Mi puerta —responde él, con una sonrisa que transmite afecto y
familiaridad. Es extraño ver su desagradable encanto ser usado para algo
que no sea malvado.
—Hola y bienvenido —dice la puerta, abriéndose para revelar a uno
de los sirvientes hada de Balekin. Él mira boquiabierto a Cardan, príncipe
perdido de la Tierra de las Hadas—. Los otros invitados están por allí —se
las arregla para decir el sirviente.
Cardan enlaza mi brazo firmemente con el suyo antes de entrar y
siento una oleada de calor mientras igualo su paso. No puedo permitirme
ser menos que despiadadamente honesta conmigo misma. Contra mi
sentido común, a pesar de que él es terrible, Cardan es divertido también.
Tal vez debería estar orgullosa de lo poco que importará.
Pero por ahora, es inmensamente inquietante. Cardan está vestido
con un traje de las ropas de Dain, robado de los vestuarios del palacio y
modificado por un duende de dedos habilidosos que tenía una deuda de
juego con la Cucaracha. Él se ve regio en diferentes tonos crema: un saco
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sobre un chaleco y una camisa suelta, pantalones y una bufanda, con las
mismas botas de punta de plata que usó en la coronación, un zafiro
brillando en su oreja izquierda. Se supone que debe lucir como de la realeza.
Ayudé a elegir las ropas, ayudé a que se vea de esta manera, y aun así, el
efecto me superaba.
Estoy usando un vestido verde botella con aretes de forma de fresas.
En mi bolsillo la bellota de oro de Liriope y en mi cadera la espada de mi
padre. Contra mi piel, tengo una colección de cuchillos. No parece suficiente.
Mientras caminamos, todos se dan vuelta para mirarnos. Las damas
y lores de la Tierra de las Hadas. Reyes y reinas de otras Cortes. El
representante de la Reina de Bajo el mar. Balekin. Mi familia. Oak, de pie
con Oriana y Madoc. Miro a Lord Roiben, su cabello blanco haciendo fácil
distinguirlo entre la multitud, pero él parece no reconocer que nos hemos
conocido alguna vez. Su rostro permanece ilegible, una máscara.
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klohiyfud
FantasíaPor supuesto que quiero ser como ellos. Son hermosos como cuchillas forjadas en algún fuego divino. Vivirán para siempre. Y Cardan es aún más hermoso que el resto. Lo odio más que a todos los demás. Lo odio tanto que a veces cuando lo miro, apenas p...