Taryn no quiere contarme lo que el Príncipe Cardan le dijo.
Insiste en que no tiene nada que ver conmigo, que él no estaba
rompiendo su promesa de no hacerla responsable de mi mal
comportamiento, que debería olvidarme de ella y preocuparme por mí
misma.
—Jude, déjalo. —Se sienta frente al fuego en su habitación, bebiendo
té de ortiga de una taza de arcilla con forma de serpiente, su cola enroscada
para formar la asa. Tiene puesta su bata, de un color escarlata que hace
juego con las llamas de la chimenea. A veces cuando la miro, parece
imposible que su rostro también sea el mío. Ella luce suave, bonita, como la 69
chica de una pintura. Como una chica que se siente cómoda en su propia
piel.
—Solo cuéntame lo que dijo —presiono.
—No hay nada que contar —dice Taryn—. Sé lo que estoy haciendo.
—¿Y qué estás haciendo? —le pregunto, alzando las cejas, pero ella
solo suspira.
Ya hemos hecho tres rondas como esta. Sigo pensando en el parpadeo
perezoso de las pestañas de Cardan sobre sus ojos brillantes como carbón.
Él lucía jubiloso, presuntuoso, como si mi puño apretando su camiseta
fuera exactamente lo que él había deseado. Como si yo llegara a golpearlo,
fuese porque él me había hecho hacerlo.
—Puedo molestarte en las colinas y en los valles —dije, clavándole un
dedo en el brazo—. Te perseguiré de peñasco en peñasco por las tres islas
hasta que me digas algo.
—Creo que ambas podemos soportarlo mejor si nadie más tiene que
ver —dice, luego toma un largo sorbo de su té.
—¿Qué? —Me sorprende y no sé qué decir como respuesta—. ¿Qué
quieres decir?
—Quiero decir, que creo que podría resistir que se burlen de mí y me
hagan llorar si tú no lo supieras. —Me da una mirada firme, como evaluando
cuánta verdad puedo manejar—. No puedo fingir que mi día estuvo bien si
estás tú como testigo de lo que realmente sucedió. A veces eso hace que no
me gustes.
—¡Eso no es justo! —exclamo.
Ella se encoge de hombros.
—Lo sé. Por eso te lo estoy diciendo. Pero lo que Cardan me dijo no
importa, y quiero fingir que no sucedió, así que necesito que tú finjas
conmigo. Nada de recordatorios, ni de preguntas, ni de advertencias.
Dolida, me levanto y camino hacia la repisa de la chimenea, apoyando
la cabeza contra la piedra tallada. No puedo contar el número de veces que
ella me ha dicho que meterme con Cardan y sus amigos es estúpido. Y aun
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klohiyfud
FantasyPor supuesto que quiero ser como ellos. Son hermosos como cuchillas forjadas en algún fuego divino. Vivirán para siempre. Y Cardan es aún más hermoso que el resto. Lo odio más que a todos los demás. Lo odio tanto que a veces cuando lo miro, apenas p...