E
n una adormecida tarde de domingo, un hombre con un abrigo
largo y oscuro vacilaba frente a una casa en una calle arbolada.
No había estacionado un automóvil, ni había venido en taxi.
Ningún vecino lo había visto pasear por la acera. Simplemente apareció,
como si caminara entre una sombra y la siguiente.
El hombre caminó hacia la puerta y levantó el puño para tocar.
Dentro de la casa, Jude estaba sentada en la alfombra de la sala y
comía palitos de pescado, empapados por el microondas y arrastrados a
través de un pozo de kétchup. Su hermana gemela, Taryn, dormía la siesta
en el sofá, acurrucada alrededor de una manta, con el pulgar en la boca
manchado de fruta. Y en el otro extremo del sofá, su hermana mayor,
Vivienne, miraba la pantalla de la televisión, su mirada misteriosa y pupila 7
dividida fija en el ratón de dibujos animados que huía del gato de dibujos
animados. Ella se rio cuando pareció que el ratón estaba a punto de ser
comido.
Vivi era diferente de otras hermanas mayores, pero como Jude y
Taryn, de siete años de edad, eran idénticas, con el mismo cabello castaño
y las mismas caras en forma de corazón, también eran diferentes. Los ojos
de Vivi y las puntas ligeramente peludas de sus orejas eran, para Jude, no
mucho más extrañas que la versión en espejo de otra persona.
Y si a veces notaba la forma en que los niños del vecindario evitaban
a Vivi o la forma en que sus padres hablaban de ella en voz baja y
preocupada, a Jude no le parecía que fuera algo importante. Los adultos
siempre estaban preocupados, siempre susurrando.
Taryn bostezó y se desperezó, presionando su mejilla contra larodilla
de Vivi.
Afuera, el sol brillaba, quemando el asfalto de las entradas. Los
motores de los cortacéspedes zumbaban y los niños salpicaban en las
piscinas del patio trasero. Papá estaba en el edificio anexo, donde tenía una
fragua. Mamá estaba en la cocina cocinando hamburguesas. Todo era
aburrido. Todo estaba bien.
Cuando llegó el golpe, Jude saltó para contestar. Esperaba que fuera
una de las chicas del otro lado de la calle, queriendo jugar videojuegos o
invitarla a nadar después de la cena.
El hombre alto estaba de pie en su tapete de bienvenida, mirándola.
Llevaba una gabardina de cuero marrón a pesar del calor. Sus zapatos
estaban forrados de plata, y sonaban huecamente cuando cruzó el umbral.
Jude miró hacia su rostro ensombrecido y se estremeció.
—Mamá —gritó—. Mamaaaaá. Alguien está aquí.
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klohiyfud
FantasiaPor supuesto que quiero ser como ellos. Son hermosos como cuchillas forjadas en algún fuego divino. Vivirán para siempre. Y Cardan es aún más hermoso que el resto. Lo odio más que a todos los demás. Lo odio tanto que a veces cuando lo miro, apenas p...