Untitled Part 24

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espierto a la tarde siguiente con el sabor de veneno en la boca.

Me había ido a dormir con la ropa puesta, acurrucada

alrededor de la funda de Nightfell.

Aunque realmente no quiero, me dirijo a la puerta de Taryn y llamo.

Tengo que decirle algo antes de que el mundo se ponga patas arriba otra

vez. Tengo que enderezar las cosas entre nosotras dos. Pero nadie responde,

y cuando giro el picaporte y entro, encuentro que su recámara está vacía.

Bajo a las habitaciones de Oriana, esperando que pueda saber dónde

encontrar a Taryn. Me asomo a través de la puerta abierta y la encuentro en

su balcón, mirando al bosque y al lago más allá. El viento azota su cabello

detrás de ella como si se tratara de una bandera pálida. Hincha su vestido

transparente.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, entrando.

Se gira, sorprendida. Y bien podría estarlo. No estoy segura de haberla

buscado alguna vez antes.

—Mi gente tuvo alas una vez —dice, el anhelo evidente en su voz—. Y

aunque nunca he tenido un par propio, a veces siento la falta de ellas.

Me pregunto si, cuando se imagina teniendo alas, se imaginavolando

en el cielo y lejos de todo esto.

—¿Has visto a Taryn? —Las enredaderas se enroscan alrededor del

poste de la cama de Oriana, sus tallos de un vívido verde. Flores azules

cuelgan en puñados encima de donde ella duerme, formando una glorieta

ricamente perfumada. No hay ningún lugar donde sentarse que no parezca

rodeado de plantas. Es difícil para mí imaginarme a Madoc estando cómodo

aquí.

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D

—Se ha ido a la casa de su prometido, pero estará en la mansión del

Rey Supremo Balekin mañana. Estarás allí también. Va a lanzar una fiesta

para tu padre y algunos de los gobernantes Luminosos y Oscuros. Se

esperará que sean menos hostiles entre sí.

No puedo siquiera imaginar el horror y la incomodidad, de estar

vestida de gasa, el aroma a fruta de hadas espeso en el aire, mientras se

supone que finja que Balekin no es otra cosa más que un monstruo asesino.

—¿Oak irá? —le pregunto y siento el primer ramalazo real de pena. Si

me voy, no veré a Oak crecer.

Oriana junta sus manos y camina hasta su tocador. Sus joyas cuelgan

allí: piezas de ágata en largas cadenas de cuentas de cristal, collares con

piedras lunares, heliotropos de un intenso verde ensartados y un pendiente

de ópalo, brillante como el fuego a la luz del sol. Y en una bandeja de plata,

junto a un par de aretes de rubí con la forma de estrellas, hay una bellota

dorada.

Una bellota dorada, gemela de la que encontré en el bolsillo del vestido

klohiyfudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora