espierto a la tarde siguiente con el sabor de veneno en la boca.
Me había ido a dormir con la ropa puesta, acurrucada
alrededor de la funda de Nightfell.
Aunque realmente no quiero, me dirijo a la puerta de Taryn y llamo.
Tengo que decirle algo antes de que el mundo se ponga patas arriba otra
vez. Tengo que enderezar las cosas entre nosotras dos. Pero nadie responde,
y cuando giro el picaporte y entro, encuentro que su recámara está vacía.
Bajo a las habitaciones de Oriana, esperando que pueda saber dónde
encontrar a Taryn. Me asomo a través de la puerta abierta y la encuentro en
su balcón, mirando al bosque y al lago más allá. El viento azota su cabello
detrás de ella como si se tratara de una bandera pálida. Hincha su vestido
transparente.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, entrando.
Se gira, sorprendida. Y bien podría estarlo. No estoy segura de haberla
buscado alguna vez antes.
—Mi gente tuvo alas una vez —dice, el anhelo evidente en su voz—. Y
aunque nunca he tenido un par propio, a veces siento la falta de ellas.
Me pregunto si, cuando se imagina teniendo alas, se imaginavolando
en el cielo y lejos de todo esto.
—¿Has visto a Taryn? —Las enredaderas se enroscan alrededor del
poste de la cama de Oriana, sus tallos de un vívido verde. Flores azules
cuelgan en puñados encima de donde ella duerme, formando una glorieta
ricamente perfumada. No hay ningún lugar donde sentarse que no parezca
rodeado de plantas. Es difícil para mí imaginarme a Madoc estando cómodo
aquí.
272
D
—Se ha ido a la casa de su prometido, pero estará en la mansión del
Rey Supremo Balekin mañana. Estarás allí también. Va a lanzar una fiesta
para tu padre y algunos de los gobernantes Luminosos y Oscuros. Se
esperará que sean menos hostiles entre sí.
No puedo siquiera imaginar el horror y la incomodidad, de estar
vestida de gasa, el aroma a fruta de hadas espeso en el aire, mientras se
supone que finja que Balekin no es otra cosa más que un monstruo asesino.
—¿Oak irá? —le pregunto y siento el primer ramalazo real de pena. Si
me voy, no veré a Oak crecer.
Oriana junta sus manos y camina hasta su tocador. Sus joyas cuelgan
allí: piezas de ágata en largas cadenas de cuentas de cristal, collares con
piedras lunares, heliotropos de un intenso verde ensartados y un pendiente
de ópalo, brillante como el fuego a la luz del sol. Y en una bandeja de plata,
junto a un par de aretes de rubí con la forma de estrellas, hay una bellota
dorada.
Una bellota dorada, gemela de la que encontré en el bolsillo del vestido
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klohiyfud
FantasyPor supuesto que quiero ser como ellos. Son hermosos como cuchillas forjadas en algún fuego divino. Vivirán para siempre. Y Cardan es aún más hermoso que el resto. Lo odio más que a todos los demás. Lo odio tanto que a veces cuando lo miro, apenas p...