Untitled Part 26

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N

o tengo mucha experiencia en besos. Estuvo Locke, y antes

de él, nadie. Pero besar a Locke nunca se sintió de la manera

en que se siente besar a Cardan, como atreverse a correr

sobre cuchillos, como un golpe de rayos de adrenalina, como el momento en

que has nadado demasiado lejos en el océano y no hay vuelta atrás, solo fría

agua negra cerrándose sobre tu cabeza.

Los labios crueles de Cardan son sorprendentemente suaves, y por un

largo momento luego de que nuestros labios se tocaran, está quieto como

una estatua. Sus ojos se cierran, pestañas rozando mis mejillas. Me

estremezco, como debes hacerlo cuando alguien camina sobre tu tumba.

Entonces levanta sus manos, gentilmente las desliza sobre mis brazos. Si

no lo supiera, diría que su toque era reverente, pero lo sé. Está moviendo

sus manos lentamente porqué está tratando de detenerse a sí mismo. No

quiere esto. No quiere querer esto.

Sabe a vino agrio.

Puedo sentir el momento en que se rinde y cede, atrayéndome a pesar

de la amenaza del cuchillo. Me besa fuerte, con una especie de

desesperación devoradora, sus dedos enterrándose en mi cabello. Nuestras

bocas encajan, dientes sobre labios sobre lenguas. El deseo me golpea como

una patada en el estómago. Es como luchar, excepto que estamos luchando

por meternos en la piel del otro.

Ese es el momento en que el terror se apodera de mí. ¿Qué tipo de

venganza insana hay en gozar de su repulsión? Y peor, mucho peor, me

gusta esto. Me gusta todo sobre besarlo: la familiar sensación de miedo,

saber que estoy castigándolo y la evidencia de que él me desea.

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El cuchillo en mi mano es inútil. Lo arrojo al escritorio, apenas

registrando cuando la punta se hunde en la madera. Se aleja de mí ante el

sonido, sobresaltado. Su boca está rosada, sus ojos oscuros. Ve el cuchillo

y suelta una risa sorprendida.

Lo que es suficiente para hacerme tambalear hacia atrás. Quiero

burlarme de él, mostrar su debilidad sin revelar la mía, pero no confío en mi

rostro para no mostrar demasiado.

—¿Eso es lo que imaginabas? —pregunto, y estoy aliviada de que mi

voz suena áspera.

—No —dice con monotonía.

—Dime —digo.

Niega con la cabeza, de algún modo desilusionado.

—A menos que realmente vayas a apuñalarme, creo que no lo haré.Y

puede que no te lo diga incluso si fueras a apuñalarme.

Me levanto del escritorio de Dain para poner un poco de distancia

klohiyfudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora