Untitled Part 11

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urante toda la noche, mientras estoy sentada cenando, soy

consciente del secreto que guardo. Me hace sentir, por

primera vez, como si tuviera un poder propio, un poder que

Madoc no puede quitarme. Incluso pensar en ello por mucho tiempo, ¡Soy

una espía! ¡Soy la espía del príncipe Dain!, me da escalofríos.

Comemos aves rellenas de cebada y puerros salvajes, sus pieles crujen

de grasa y miel. Oriana escoge delicadamente los suyos. Oak mastica la piel.

Madoc no se molesta en separar la carne, comiendo incluso los huesos. Toco

los nabos guisados. Aunque Taryn está en la mesa, Vivi no ha regresado.

Sospecho que cazar con Rhyia fue una treta y que se ha ido al reino mortal

tras un breve paseo por el bosque. Me pregunto si comió con la familia de 89

Heather.

—Lo hiciste bien en el torneo —dice Madoc entre bocados.

No señalo que él abandonó los terrenos. No pudo haber estado

impresionado. Ni siquiera estoy segura de cuánto vio realmente.

—¿Eso significa que cambiaste de idea?

Algo en mi voz lo hace dejar de masticar y mirarme con los ojos

entrecerrados.

—¿Sobre la caballería? —pregunta—. No. Una vez que haya un Rey

Supremo en el lugar, discutiremos tu futuro.

Mi boca se curva en una sonrisa discreta.

—Como desees.

Debajo de la mesa, Taryn observa a Oriana e intenta copiar sus

movimientos con la pequeña ave. Ella no mira en mi dirección, incluso

cuando me pide que le pase una jarra de agua.

No obstante, no puede evitar que la siga a su habitación cuando

terminamos.

—Mira —digo en las escaleras—. Intenté hacer lo que querías, pero no

pude y no quiero que me odies por ello. Es mi vida.

Se da la vuelta.

—¿Tu vida para desperdiciar?

—Sí —digo cuando llegamos al rellano. No puedo contarle sobre el

príncipe Dain, pero aunque pudiera, no estoy segura de si eso ayudaría.

Tampoco estoy del todo segura que ella aprobaría eso—. Nuestras vidas son

lo único real que tenemos, nuestra única moneda. Podemos comprar lo que

queramos con ellas.

Taryn pone sus ojos en blanco. Su voz es ácida.

—¿No es eso divino? ¿Lo inventaste tú misma?

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—¿Cuál es tu problema? —exijo.

Niega con la cabeza.

—Nada. Nada. Tal vez sería mejor si yo pensara de la misma manera

que tú. No importa, Jude. Fuiste realmente buena allí.

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