Domingo

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Mediodía. 

No desperté sino hasta que los ardientes rayos de Sol empezaran a entrar por mi ventana y a causarme molestias.

-Joder, que alguien cierre esa maldita cortina-. Entonces, recordé que vivía sola y tuve que levantarme de mala gana para hacerlo por mi propia cuenta.

-Genial-dije echando un pequeño vistazo al exterior mientras observaba a la gente disfrutar de aquel soleado domingo-Soy la única a la que le molestan los rayos del Sol-.

Acto seguido, cogí el paquete de cigarrillos sobre la mesa de luz al lado de mi cama y me fumé uno mientras bajaba las escaleras aún en ropa interior hasta la cocina. Cogí lo primero que divisé de comida sobre la estantería del armario y luego abrí el frigorífico para ver si me había quedado algo de café de la noche anterior.

Pero para mi desgracia, no había. 

-Mierda-susurré para mí misma-. Apagué lo poco que me quedaba de cigarrillo en el cenicero mientras ponía agua a hervir en una cacerola pequeña. Entonces, apoyada en el mármol de la cocina, la recordé. 

La recordé a ella y a su café. 

Aquella chica que me había hecho avergonzar delante de todas aquellas personas ayer por la mañana en Starbucks. Comencé a analizar aquella escena en cuanto mis pensamientos se inundaron de su recuerdo. Después de todo, ¿porqué me había hecho sonrojar? Aunque fuera por un leve segundo de tiempo. ¿Me atraía? Quizá...¿Pero porqué? ¿Me gustaba?¡Agh!

Salí de la cocina para ponerme algo de ropa encima. Por suerte, había una camiseta que había dejado sobre el respaldo de una de las sillas de mi comedor. 

Más tarde, volví a perderme entre mis pensamientos hasta que el sonido del agua bullendo al hervir me devolvió a la realidad. Volví a entrar hacia la cocina corriendo para apagar el fuego lo antes posible. Luego me lo serví en una pequeña taza donde había colocado un pequeño saco de té en ella. Unas tres cucharadas de azúcar y empecé a desayunar. 

Me preguntaba, por pura curiosidad, cómo empezaría ella sus mañanas en donde fuera que viviera...

(...)

*Tres horas antes*

9:00  Hrs AM.

Me desperté con un sonoro bostezo estirando mis brazos de tal forma que casi hacía caer algún objeto que descansaba sobre mi mesita de luz junto a mi cama. Lo primero que hice fue desviar mi mirada hasta mi despertador, el cual esta vez, se encontraba con la alarma apagada. 

Sin embargo, aún no podía despegarme de la rutina diaria de tener que madrugar por más que fuera mi único día libre del fin de semana. 

No me tardé en cambiarme el pijama por algo de ropa limpia guardada en mi armario tras haber tomado una ducha de agua caliente ayer por la noche antes de dejarme caer rendida en mi agradable y esponjosa cama una vez más. Cuanto más duro hubiera resultado el día, más cómoda se terminaba volviendo. Eso era ley; Y siempre solía relajarme bastante luego de un largo día estresante de trabajo como lo habían sido estos dos últimos días.

Acto seguido, me encaminé hacia mi cocina para prepararme unas tostadas con mermelada de membrillo mientras ponía la cafetera al fuego para que se hiciera mi desayuno.

Unos cinco minutos más tarde, cuando empezó a hervir, la apagué rápidamente y me serví en una pequeña taza el café caliente recién hecho. Tres cucharaditas de azúcar bastaron para endulzar mi comida. 

Adoraba hacerlo.

Pero entonces, en cuanto le di el primer sorbo a mi café, una repentina imagen de la chica de pelo largo y negro se cruzó por mi cabeza como si aquel sabor hubiera sido capaz de trasladarme hasta aquel momento con ella. 

Decidí soltar por unos segundos mi taza de café mientras terminaba de masticar mis tostadas al mismo tiempo que encendía la TV para intentar despejar y distraer mi mente de todo aquello. 

Era la primera vez que me había pasado algo así. ¿Estaría mi mente jugándome una mala pasada? O...¿Realmente había pensado en ella? 


Starbucks Coffe © #BubblineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora