Jueves

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A pesar de que el paso del resto del tiempo hasta la mañana del día siguiente hubiera aflojado las incómodas riendas que tiraban de nosotras desde ayer por la tarde, volver a verla en aquella ocasión no me resultó tan agradable como otras mañanas. Nuestra mutua indiferencia no mejoró las cosas de camino al trabajo y no fue sino hasta que llegamos al subterráneo que una de las dos se dignó en volver a decir algo:

-Lo siento-se disculpó finalmente la peli-negra mientras el barullo de la gente que nos rodeaba y el sonido del vagón a toda marcha era todo lo que se oía como respuesta entre ambas-. intentando volver a apaciguar las visibles aguas revueltas que aún fluían entre nosotras, añadió:

-Tenías razón, no debería de meterme en tu vida privada. Después de todo es tu vida y...Yo tengo la mía-finalizó en un tono más apagado de lo que hubiera esperado-. Volviendo a dejar un breve silencio entre ambas, pero menos incómodo que el anterior, al fin respondí:

-Disculpas aceptadas-esta vez fui yo quien buscó su mano sobre su regazo para colocarla sobre la suya provocando una breve chispa entre ambas al tacto-No olvides que aún tienes que contarme lo que ibas a decirme sobre tu padre-intenté cambiar de tema dedicándole una agradable sonrisa-.

-L-Losé-intentó devolverme la sonrisa igual de alegre que la mía y apretando cariñosamente mi mano contra la suya a modo de respuesta-.

Entonces, sin previo aviso, volvimos a quedarnos tan sumidas en nuestro mundo como la primera vez en el que habíamos entrado al impactar contra ese trance que nos había dejado fuera de sí por un breve momento de tiempo hasta que la maldita voz anunciando la parada en la que nos teníamos que bajar nos devolvió a la realidad una vez más. 

En cuanto llegamos al trabajo, una breve despedida entre ambas puso en marcha el inicio de nuestro rutinario horario laboral. Después de lo de ayer, ahora era con Ricardo con quien no tenía muchas ganas de encontrarme, pero trabajando en la misma oficina, sería algo difícil de poder evitar algo así;

-Oh, hola Bonnibel-me saludó con una sonrisa en cuanto me divisó entre los otros dos empleados de la oficina que por suerte ya habían llegado también, pues volverme a quedar a solas con él era lo último que quería-. Intentando fingir que no lo había escuchado ni visto, caminé directamente hacia mi puesto de trabajo apoyando mis cosas sobre él.

Confundido, pude observar como una figura se aproximaba hasta mí:

-Hola-insistió cuando me tuvo en frente, sin borrar esa sospechosa sonrisa de su rostro-¿Muy concentrada esta mañana?-.

-Oh, hola Ricardo-correspondí al saludo sin escape alguno junto a una sonrisa más forzada que la de ayer-Pues...Como siempre-terminé diciendo al mismo tiempo que gesticulaba mostrando los revueltos papeles que había apoyado sobre la mesa de mi escritorio-.

-Genial-me dedicó otra dulce pero siniestra sonrisa mientras me miraba con una expresión tan brillante y vacía que apenas parecía real-Nos hablamos luego entonces, ¿Te parece?-.

-¡C-Claro!-me tomó desprevenida mientras intentaba dejarlo contento para que se fuera lo antes posible y pudiera soltar un gran resoplido de alivio como si nuestra breve charla me hubiera inflado como un globo de las cosas que realmente quería decirle y había estado ocultando para impedir futuros conflictos contra él y contra la reputación de mi nuevo trabajo-. 

Acto seguido, como si Marceline hubiera sido capaz de percibir cada detalle de lo que sucedía en mi oficina, recibí un mensaje de ella. Observando al guardia que ya se había puesto a vigilar en nuestra oficina, decidí mirar el mensaje con precaución de que no me pillara a escondidas:

-Nos vemos en los baños del subsuelo en 15 min. Aún tengo algo que decirte-. Maldiciendo por lo bajo, me preguntaba porqué no me lo habría dicho de camino al trabajo o en algún otro momento. Antes de responder, volví a elevar mi cabeza una vez más para asegurarme de que el guardia no me estuviera mirando.

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