Sábado

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4:00 Hrs AM.

Marceline seguía sin aparecer. Había intentando quedarme despierta por ella, pero el sueño que había empezado a sentir de horas anteriores, empezaba a ganarme. Además, no había mucho más que investigar por su casa (pues es lo primero que me había puesto a hacer para matar el tiempo) la cual me había parecido un tanto oscura y un poco desordenada, pero tenía su encanto. Supuse que la habitación más desordenada sería su cuarto.  Lo reconocí en cuanto lo vi. Tenía otro paquete de cigarrillos en su escritorio aún sin abrir. Me preguntaba desde cuando había adquirido ese mal vicio, pero aún así no podía negar que verla (o recordarla) fumando le daba cierto toque de encanto a su carismática personalidad de chica ruda y mala.

Abatida, me dejé caer en su deshecha cama. Su olor era igual al de ella. No pude evitar resfregarme su almohada por toda mi cara en cuanto lo noté como si de un gato me tratara. ¿Pero qué estaba haciendo? Ni si quiera iba a ponerme a pensar o analizar cosas como esas y mucho menos en un momento como ese; Era muy temprano y mi mente necesitaba descansar.

-"Marceline"-solté somnolienta, casi por quedarme dormida sobre su cama-"No tardes en llegar"-. Lentamente, mis párpados se fueron cerrando hasta que, de repente, oí un ruido proveniente de la puerta de su casa. ¿Sería ella? Estaban golpeando. Después de todo, yo me había quedado con sus llaves. 

A paso lento y cauteloso, caminé torpemente hacia su puerta de entrada mientras seguían golpeando y de vez en cuando tocando el timbre con la misma impaciencia con la que llamaban a la puerta. Entonces, me acerqué para mirar por el rabillo del ojo. Era ella.

Y estaba borracha.

(...)

La cabeza me daba vueltas. Me había prometido beber solo una cerveza y se habían convertido en diez, sin contar el vodka y el whisky que pedimos más tarde. Joder. Ni si quiera sabía como había sido capaz de llegar hasta mi casa, incluso aunque no quedara muy lejos del club, por suerte. Aún así, podía sentir como en cualquier momento terminaría vomitando como siguiera en ese estado de ebriedad total. 

-¡Marcy!-me rescató una voz familiar en cuanto me abrió-. Desde que había llegado que no había podido encontrar mis llaves así que no se me había ocurrido otra cosa que ponerme a golpear la puerta de mi propia casa. Ni si quiera podía recordar habérselas entregado en algún momento de la noche. 

-Te vas a caer, ven aquí-escuchaba su voz como si proviniera de debajo del agua mientras sentía como apenas podía sostenerme en pie-. 

-¿Bo-Bonnie?-conseguí soltar palabra-.

-Shh, no te fuerces, tan solo intenta descansar-volví a oír aquella dulce voz que estando en aquel estado me hacía creer que se trataba de alguna especie de ángel guardián mientras era arrastrada hasta mi sillón principal del comedor-. 

En cuanto consiguió subirme en él y ya me encontraba acostada, la chica pelirosada se quedó por unos momentos arrodillada para que la altura de nuestras caras quedaran niveladas. Su mirada acompañada de su leve sonrisa me producían paz. Paz interior. Una paz que no quería dejar escapar...Nunca. 

-¿Mejor?-ensanchó un poco su sonrisa mientras acariciaba mi mejilla tan suavemente que desee por un instante que su mano pudiera formar parte de mi rostro-. Aún me dolía la cabeza y me costaba sacar palabra alguna de mi boca, pero sosteniendo su mirada en la mía y perdiéndome en ella, conseguí volver a decir en un hilo de voz:

-Gracias-acaricié su mano con la palma de la mía elevándola lentamente hacia ella mientras siguiera permaneciendo en mi mejilla-. Ella se limitó a responder con un leve sonrojo que empezó a aflorar por su mejilla. Se veía hermosa sonrojada. Mientras pensaba en cuanto deseaba decírselo, ella comenzó a levantarse lentamente:

-Espera-la detuve, con intenciones de que no se fuera-No te vayas-. Ella y yo intercambiamos miradas antes de que pudiera responder algo. Una de esas miradas que consiguió envolverme por completo a tal nivel que me hubiera gustado poder guardarla en la eternidad para nunca olvidarme de ella. Aunque a puesto a que, aún así, nunca lo haría. 

-Vale-cedió finalmente cogiendo una de las sillas que se encontraban junto a la mesa del comedor para llevarla al lado del sillón donde me encontraba acostada-Pero solo hasta que te duermas-. 

-Me basta-sonreí mientras intentaba encontrar con mi mano una de las suyas para cogerla y poder quedarme dormida sintiendo su tacto, a lo que nuevamente pude notar como se ruborizaba ante mi reacción-. Lentamente, podía sentir como me iba quedando dormida hasta que finalmente nuestros dedos se entrelazaron por "accidente" y mi mente comenzó a dibujar en mis sueños que me hiciera cargo del enamoramiento en el que estaba cayendo. 


Sábado 2.0 (por la mañana)


10:30 Hrs AM.

Ajetreada, desperté de un sobre golpe. 

-¡Llego tarde otra vez, mierda!-. Sin querer, mis gritos habían despertado a Marceline, quien por un momento hubiera jurado que se encontraba profundamente dormida. 

-Hmm, ¿Qué es todo este rui-...¡Joder, mi cabeza!-Se quejó frotando su sien con fuerza-.

-¡Me van a despedir!-me giré para mirarla indignada e histérica-¿No lo entiendes?¡Es el fin!-.

-Bonnie...-Se tomó su tiempo en responder al mismo tiempo que intentaba reincorporarse llevándose su otra mano hasta su frente-Necesitas calmarte, no es el fin-.

-¡Sí, lo es!-podía sentir como era dominada por mis nervios a puro flote-¡Y tú también!-. Sin embargo, la expresión facial de la peli-negra cambió a una de confusión antes de responder:

-¿Yo también qué?-. Resoplé más indignada que antes tras gritar por cuarta vez:

-¡Llegas tarde!-. Solo entonces, conseguí hacerla entrar en razón para que pudiera entender la crisis existencial en la que nos encontrábamos ambas.

-¡Oh mierda, tienes razón!-intentó levantarse de un solo movimiento del sillón, pero su estado de ebriedad aún perceptible se lo impidió-Gracias-agradeció con una sonrisa en cuanto corrí en un acto reflejo hacia ella para evitar que se cayera del todo-. Volví a resoplar por segunda vez, desanimada y decepcionada de mí misma.

-Mentita me matará-.

-¿Mentita?-.

-Mi chófer-le aclaré-.

-Oh-hizo una breve pausa antes de continuar-Menudo nombre...-. Mantuve un silencio un poco más largo que el de ella antes de finalmente responder:

-Es el fin-.

(...)

-Vamos, no exageres, yo puedo echarte una mano con eso-intenté animarla mientras me disponía a dirigirme hacia la cocina, pero la resaca apenas me dejaba sostenerme en pie-.

-¿Tú? ¿Echarme una mano a mí?-Se burló mientras volvía a ayudarme a no caer-.

-Oye, sé que puede sonar estúpido viniendo de alguien que tiene resaca, pero tienes que creerme-intenté encontrar su mirada con la mía, la cual apenas me creía-.

-¿Cómo?-preguntó después de un largo incómodo silencio entre ambas, aún indignada-. Esta vez, fui yo quien resopló antes de responder:

-Mi padre es el jefe de la empresa donde trabajo-intenté mantener mi mirada en la de ella, quien seguía incrédula ante mis palabras-Él puede ofrecerte un puesto, siempre tenemos alguno libre, y yo puedo convencerle para que lo haga-terminé cambiando mi expresión facial a una que decía "¿Te gusta la idea?". 

La pelirosada se quedó callada por un par de segundos antes de decidir algo al respecto. Supuse que era buena señal ya que se lo estaría pensando, de lo contrario, ya se hubiera negado. 

-¿Y bien...?-me impacienté ante su respuesta-.

-Vale-contestó tan rápido como yo hablé-¿Pero eso significaría que empezaríamos a trabajar juntas?-. Sonreí de inmediato ante su pregunta. No había caído antes en las consecuencias que conllevaría ofrecerle un puesto en la empresa de mi padre, pero lo cierto era que tenía razón.

-Echaré de menos tus capuchinos en el Starbucks, pero así es-. 

Starbucks Coffe © #BubblineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora