Capítulo 4

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Cuando llego a mi casa me dejo caer en la cama. La mañana se me ha hecho eterna por culpa de ese chico que resultó ser mi vecino. Se llama Eric, y parece ser uno de los populares de la clase.

Aunque hoy se encargaba Leah de preparar la comida, no tardo en desperezarme y bajar a ayudar. Ha preparado mi plato favorito: raviolis rellenos de calabaza y ricota, con salsa de cuatro quesos; también ha hecho unas pechugas de pavo rebozadas.

—Iba a hacer las pechugas a la plancha, pero sé que te gustan más así, y como has tenido un mal día…

—Ni me lo recuerdes.

—Pero parece muy simpático.

—Sí, y me ha visto el culo.

—Eso no lo sabe nadie de clase.

—Como se lo cuente a alguien pienso matarle.

Leah pone los ojos en blanco y me pasa un plato de raviolis para después sentarse en la mesa.

—Si quieres ya voy yo a recoger a Enzo —la miro confundida, ella no suele prestarse a eso—. La biblioteca queda de camino y quería coger un libro de biología.

—Como quieras.

No me apetece ir a buscar a mi hermano, además tengo bastantes deberes. Sí, el primer día de instituto ya nos han puesto deberes.

En cuanto acabo de comer pongo los platos en el lavabajillas mientras Leah mira la televisión. Creo que es el único momento del día en que se relaja, y no dura ni media hora.

Cuando Leah se va a buscar a Enzo, aprovecho para empezar los deberes. En cuanto llegue ese torbellino que tengo por hermano no podré hacer gran cosa. Saco los libros y me preparo varios folios antes de sentarme en el escritorio.

No llevo ni diez minutos concentrada cuando oigo que alguien me llama a gritos.

—¡Hannah! ¡Hannah!

Alzo la vista y me encuentro a Eric asomado a la ventana, saludándome como si fuera lo más normal del mundo. Me sonrojo a más no poder, siento muchísima vergüenza, pero intento mantener la calma.

—¿Puedes no gritar? Va a oírte todo el vecindario.

—Perdona —dice burlándose de mí.

Niego con la cabeza levemente antes de volver a mis apuntes. No he acabado de escribir la frase cuando un avión de papel aterriza en medio de mi libro. Frunzo el ceño antes de mirar a Eric, que al parecer está haciendo los deberes también, o eso intenta aparentar. Cojo el avión de papel y veo que hay algo escrito, lo deshago y leo: “¿Estás haciendo los deberes?”.

Vuelvo a mirarle, ahora él también me está mirando, alzo el avión de papel y pongo cara de “y esto?”.

Eric sonríe y grita:

—Como te da vergüenza que nos puedan oír, he pensado que así podríamos hablar.

Me quedo sorprendida. ¿Por qué el popular de la clase quiere hablar conmigo? Si a penas nos conocemos.

Niego con la cabeza y, aunque no sé qué pretende, alzo el libro y le muestro que estoy estudiando física.

Poco después escucho la puerta de la calle, las zancadas de mi hermano subiendo las escaleras me advierten del peligro y me preparo para lo que viene. Enzo entra corriendo a mi habitación y se tira encima mío sin mirar siquiera dónde va a caer. Suelto un quejido de dolor cuando la rodilla de mi hermano se clava en mi estómago, él sin embargo no para de reír a carcajadas.

—¿Te ha hecho daño?

—Mucho —digo aguantando el dolor.

Leah me saca a Enzo de encima.

—Está nervioso porque le han escogido para el equipo de fútbol.

—¿Ah sí?

Enzo me mira con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Me ayudarás a entrenar, no?

—Pues claro.

Siempre me ha gustado mucho el deporte, pero con la quimioteràpia me era imposible hacer deporte, así que me limitaba a entrenar a Enzo.

—¡Genial! ¡Si tú me entrenas seré el mejor de la clase!

—¡Serás el mejor del mundo!

Miro de reojo por la ventana y veo que Eric nos mira con una sonrisa en el rostro. Alzo las cejas y pongo cara de “qué miras?”, a lo que él suelta una risita y vuelve la mirada a su libro.

—Le tienes loquito, ¿eh?

—No digas tonterías —le doy un pequeño empujón a Leah y le saco la lengua—. ¿Vamos a merendar, Enzo?

—¡Sí!

—Eso, tú disimula.

Enzo sale corriendo escaleras abajo, y Leah y yo le seguimos.

—No disimulo porque no hay nada que explicar. Simplemente nuestras ventanas coinciden y ambos estábamos estudiando.

—Ya…

Cuando vuelvo de merendar me encuentro con la persiana de Eric cerrada. Por algún extraño motivo me siento desilusionada. Aunque poco me dura, pues al ir a recoger los libros me encuentro con un avión de papel sobre la mesa. Sonrío y lo abro.  “¿Así que eres buena en deportes? Nuestro equipo de básquet femenino es muy bueno, deberías apuntarte”.

Sonrío como una idiota mientras releo la nota. Me muerdo el labio inferior y me preparo para darme una ducha.

Mañana me presentaré a las pruebas para entrar al equipo de baloncesto. Entrar en el equipo sería genial.

Un lugar donde volver a ser yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora