Capítulo 40

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—¡Leah me marcho ya!

Mi grito retumba por toda la casa mientras bajo las escaleras a toda prisa. Me detengo un momento frente al espejo del recibidor y doy un último vistazo a mi indumentaria, luego me retoco el pelo durante una milésima de segundo y salgo por la puerta.

Cuando mis ojos chocan con los de Eric sonrío, aunque algo se remueve en mi interior, algo diferente, no me siento igual de cómoda que siempre en su presencia.

Me toco el pelo con nerviosismo mientras él se aproxima para darme un beso.

—Parece que hayan pasado mil años —dice con una sonrisa.

Pero yo no sonrío.

—Tal vez si hablásemos cada día, o contestaras mis mensajes en vez de dejarlos en visto durante días...

Le miro de reojo y compruebo que él no le da la menor importancia, aunque yo sí lo haga.

Empieza a andar sin dirección antes de decir:

—He estado muy liado: piso nuevo, instituto nuevo, amigos nuevos...

—Ya, pero agradecería que no desaparecieras durante días —mi voz es cortante.

—Lo intentaré, de verdad.

Y aunque quiero creerle, sé que no lo hará, su tono de voz me deja muy claro que la cosa va a seguir como hasta ahora.

—Bueno, ¿y qué tal el piso? ¿El instituto es similar a este? Casi no me has contado nada de tu nueva vida.

—Bien, más pequeño que la casa que teníamos aquí, pero es lo que hay. Y el instituto es genial, creo que supera al de aquí.

—¿Hay mejores chicas?

Lo digo de broma, pero él frunce el ceño.

—Tiene universidad en el mismo campus, así que el ambiente es más fiestero, eso es todo.

—Oye, que solo era una broma —le digo al ver que contesta fríamente.

—Pues parecías una novia celosa.

¿En serio? Cuando le escribo un mensaje me deja en visto días, cuando le llamo no lo coge, solo hablamos cuando a él le sale de las narices... Y ahora me dice esto. ¿De qué va? Me parece que tengo material de sobra para hacer un poco el papel de novia celosa, y ni así lo hago, porque intento comprender por lo que está pasando, intento creer que realmente está demasiado ocupado como dice que lo está.

No puedo comprender que mi novio no pille una broma, se supone que me conoce de sobras, debería saber que no lo he dicho con mala intención.

Inspiro profundamente e intento calmarme.

—¿Te has apuntado a hacer algún deporte?

—De momento no, pero he conocido a algunos del equipo de hockey, tal vez lo intente.

—¿Hockey? ¿Sobre patines? ¡Si no sabes patinar!

Y ahí va otro comentario que no le ha hecho ninguna gracia.

—Pues ya aprenderé.

—Oye, es un equipo de instituto, no sé si el nivel permitirá entrar a alguien que ni siquiera sabe patinar.

Mi voz es suave y relajada, no quiero que se enfade, pero creo que tiene que entender a lo que se expone si decide presentar su solicitud para entrar.

—No sabía que eras una experta en hockey.

—Y no lo soy, pero...

—Cambiemos de tema —me corta—, ¿vale?

Suspiro. Esto está siendo un desastre, si lo llego a saber no quedo con él...

Me sorprendo a mi misma teniendo ese pensamiento. Eric es mi novio, debería estar feliz de poder verle y pasar un rato junto a él. Le miro de reojo, luego desvío la mirada hacia el suelo. Algo ha cambiado entre nosotros.

—Bueno, ¿y los compañeros qué tal?

Eric se encoge de hombros.

—Bien, normales —su escueta respuesta me sorprende—. ¿Cómo están Leah y Enzo?

—Genial, como siempre. Enzo está en su mejor momento como futbolista, en breves lo ficharán para jugar de forma profesional —bromeo, pero él casi no sonríe—. Y Leah sigue estudiando más que nadie —me encojo de hombros.

—¿Cómo le fué la operación a tu amigo?

Le miro de reojo, está serio.

—¿Te refieres a Lucas? —Eric asiente—. Bien, se está recuperando muy rápido.

—¿Le ves a menudo?

Frunzo el ceño durante una milésima de segundo al notar el tono de voz tan distante que acaba de utilizar.

—Desde que le operaron una sola vez, fuí a su casa el otro día para entrenar a su hermano menor y a Enzo, juegan juntos a fútbol, de hecho, van a la misma clase.

—No me habías dicho nada.

Y ahí me enfado.

—Perdona, pero no contestas mis mensajes, ¿pretendes que te escriba una especie de resumen diario a pesar de que sé que no recibiré contestación? Si realmente te preocupa qué he hecho durante el día, puedes preguntarme antes de irte a dormir. No estaría nada mal que te interesaras por tu novia de vez en cuando.

Eric me mira de reojo con el ceño algo fruncido.

—Ya te he dicho que estaré más atento al móvil.

—Eso ya lo veremos —me llevo una mano a la frente e intento calmarme—. No entiendo que seas tú el inseguro. Yo te he ido hablando, te he llamado varias veces, he intentado mantener el contacto contigo mucho más de lo que lo has hecho tú.

Eric pone los ojos en blanco.

—Yo no estoy inseguro de nada.

Resoplo.

—Bien, como tú digas.

Seguimos caminando hasta llegar a un parque, donde aprovechamos para sentarnos y hablar un poco más tranquilos. Sin embargo, cuando apenas llevamos una hora juntos, su madre lo llama para que vuelva a casa. Al parecer sólo habían venido a arreglar unos papeles para poder alquilar la casa, al final han decidido no venderla.

—Pensaba que pasaríamos el día juntos.

—Mi madre tiene que trabajar esta tarde —se encoge de hombros.

—Existen los trenes.

Lo digo sin mala intención, para demostrarle que quiero pasar tiempo con él.

—¿Para qué voy a pagar un billete de tren pudiendo ir en coche?

Y ahí están sus ganas de pasar tiempo conmigo.

Cuando llegamos a su casa, su madre me saluda bastante animada y nos explica que ya tiene a quién alquilarle la casa. Al parecer se muda una madre soltera con sus hijas, una de ellas de la edad de Enzo.

—Bueno, yo tengo que irme ya, sino no llegaré a tiempo al trabajo —me da dos besos y coge el bolso—. Eric si quieres te doy dinero para el tren.

—No hace falta, me voy contigo.

Genial, incluso su madre tiene más ganas que él de que pasemos más tiempo juntos.

Como puedo intento mostrar una cara indiferente, lo último que quiero es que su madre se compadezca de mí.

Eric me da un beso y me estrecha entre sus brazos, luego me toca la mejilla y dice:

—Intentaré estar más pendiente del móvil, y vendré a verte más a menudo.

—Tranquilo, también puedo ir yo.

Ambos sonreímos, aunque creo que de una forma bastante forzada.

—Es un viaje algo pesado, ya vendré yo, no me molesta hacerlo.

—Como quieras.

Mientras veo cómo se aleja el coche pienso que no quiero dejar a Eric, y me aferro a la posibilidad de que tal vez sólo tengamos un mal día, tal vez la próxima vez vaya mejor...


Un lugar donde volver a ser yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora