Capítulo 37

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El lunes por la mañana me encuentro con un WhatsApp de Eric, dice que ha estado muy ocupado con la mudanza y el nuevo instituto. Quiero entender que si ha estado ocupado no haya podido hablar mucho conmigo, pero es que no cuesta tanto enviar un pequeño mensaje... Leo y releo las dos frases que me ha escrito, y finalmente contesto con un escueto "tranquilo, no pasa nada". Miro la conversación una vez más: hace días que no hablamos y lo único que puede decirme son dos frases? Bloqueo el móvil y decido que eso no va a amargarme el dia.

De camino al instituto el móvil vuelve a vibrar. Lo primero que pienso es que debe ser Eric explicándome algo más de su nueva vida, pero el mensaje es de Lucas, y aunque una parte de mi está decepcionada porque Eric simplemente me haya dejado en visto, no puedo evitar sonreír de oreja a oreja.

Al parecer Lucas no va a venir hoy al grupo de apoyo, ya me lo esperaba, pero de todos modos me entristece. Sin Lucas no será tan divertido... Llevo tiempo yendo al grupo de apoyo, pero no acabo de congeniar con nadie más.

Gwen hoy no ha venido a clases, al parecer ha cogido un buen resfriado. Hugo propone ir a verla después de clases, y a Leah le parece bien, pero yo ya había decidido saltarme el grupo de apoyo e ir a ver a Lucas.

—Yo tengo grupo de apoyo —y aunque no es del todo mentira, algo se rompe en mí al no decirle la verdad a Leah.

—¿No te lo puedes saltar?

Miro a Hugo, me encojo de hombros y frunzo los labios.

—Mejor que no, con todo esto de Lucas necesito hablar un poco.

—Puedes hablar con nosotros —contesta Hugo como si fuera algo evidente.

—Lo sé —pongo los ojos en blanco—, pero no es lo mismo.

—Claro que no lo es, nosotros no somos unos desconocidos —insiste.

Vuelvo a poner los ojos en blanco antes de rendirme y decir:

—Darle recuerdos a Gwen de mi parte.

Leah, que me conoce de sobras, me mira con las cejas alzadas. Aunque creo que piensa que lo hago para dejarla a solas con Hugo. Reconozco que me haría ilusión que ella le diera una oportunidad, pero hace tiempo que me di por vencida en ese tema.

Las clases pasan bastante rápido, excepto la de matemáticas, esa siempre se hace eterna. La media hora de descanso parece que se convierte en cinco minutos, y a penas me da tiempo de comerme el bocadillo antes de volver a entrar en clase. Por suerte Leah hace que la última hora sea más amena explicándome el último cotilleo del que se ha enterado, aunque ello nos cuesta un par de avisos y una bronca de parte de la profesora de biología.

Me espero a que Leah se vaya a casa de Gwen para empezar a arreglarme. Decido cambiarme de ropa aunque escojo algo informal: unos tejanos oscuros y una camiseta ajustada de color coral. Recojo mi pelo en una cola de caballo y me pongo las converse blancas.

Me miro una última vez al espejo antes de coger el bolso y la chaqueta.

De camino a casa de Lucas recuerdo que solo nos quedan dos días de clases antes de empezar las vacaciones de navidad. Una sonrisa se instala en mi rostro al pensar en las fiestas navideñas. ¡Adoro las comidas familiares!

Al llegar a casa de Lucas dudo un poco antes de llamar al timbre. Solo he ido una vez a su casa, y nunca he entrado.

Me sorprende que me abra él mismo, y él lo nota, porque enseguida dice:

—Mi madre está trabajando, y mi hermana ha salido.

No puedo evitar fijarme en sus ojeras, aunque me recibe con una sonrisa encantadora. Debe de estar muy cansado, seguro que no duerme bien por las noches, después de todo aún debe dolerle la pierna...

—Solo venía a ver cómo estabas.

Lucas se encoge de hombros.

—Pasa, no te quedes en la puerta.

Se hace a un lado para que pueda pasar, y aunque dudo un poco acabo entrando.

—¿Quieres tomar algo?

Lucas se mueve con dificultad hacia la cocina y yo me interpongo en su camino.

—Siéntate, no quiero nada, y si lo quiero ya me lo serviré yo solita.

—No estoy inválido —protesta mientras intenta seguir su camino—. Además, no sabes ni dónde están los vasos.

Al final le dejo hacer, pero le acompaño por si necesita ayuda.

—Si llego a saber que iba a causarte problemas no vengo.

Lucas se ríe.

—¿Crees que esto es un problema? ¡Me encanta que hayas venido a verme!

No sé qué contestar, así que simplemente le dedico una escueta sonrisa y cojo los vasos para llevarlos al comedor.

Veo que Lucas mira la hora y arruga la nariz antes de preguntar:

—¿Vas a saltarte el grupo de apoyo?

—Ya estoy en el grupo de apoyo.

Eso no se lo esperaba, pero su cara pasa de la sorpresa a la sonrisa en pocos segundos.

—¿Tengo que preguntarte qué tal la semana?

Me río y asiento, pero no espero a que vuelva a preguntar.

—Han operado a un amigo, el cáncer le ha robado algo más importante esta vez. Al principio me costó, pero ahora que está bien, lo llevo mejor —Lucas sonríe, yo también—. Entonces, ¿cómo ha ido tu semana?

—Pues a mi me han amputado la pierna, y ahora voy con muletas o con silla de ruedas. Es extraño, a veces me duele como si aún la notase, como si estuviera ahí, pero no está —no puedo evitar sentir una opresión en el pecho—. Al principio me pareció la peor noticia del mundo, pero una persona muy especial ha conseguido suavizar el golpe.

Un sonrojo se instala en mis mejillas sin poder evitarlo.

De pronto se escucha la puerta y doy por supuesto que su hermana, o su madre, ha regresado.

—Hola Hannah, no sabía que vendrías —me saluda su madre mientras se acerca a darme dos besos—. De haberlo sabido habría comprado algo de merendar.

—No es necesario, además me he presentado sin avisar.

La madre de Lucas me dedica una sonrisa antes de acariciar el pelo a su hijo, a lo que Lucas suelta un gruñido como protesta.

—Os voy a preparar algo, ¿queréis un bocata? ¿O preferís algo dulce?

—Un bocata de jamón para mi —se apresura a contestar Lucas.

—¿Y tú Hannah?

—Lo mismo —le dedico una sincera sonrisa.

Pasamos el resto de la tarde entre risas, viendo alguna serie y comentándolas. Cuando su madre me pregunta si me quedo a cenar me doy cuenta de que me he pasado toda la tarde en casa de Lucas.

—Bueno, yo me voy ya, que es muy tarde. Leah me va a pedir explicaciones, le he dicho que iba al grupo de apoyo.

—¿Le has mentido?

—Se suponía que íbamos a ir a ver a Gwen, una amiga que está resfriada —me excuso—. Pero quería ver si estabas bien, así que me escabullí diciendo que tenía que ir al grupo de apoyo.

Lucas me mira con las cejas alzadas.

—Bueno, el miércoles volvemos a tener grupo de apoyo.

Suelto una carcajada.

—Lo tendré en cuenta.


Un lugar donde volver a ser yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora