Son las once de la mañana y aún no he salido de mi habitación, y tampoco planeo hacerlo por ahora. Estoy tirada en mi cama cuando Leah entra a traerme algo de desayunar, pese a que le he insistido en que no tengo hambre.
—¿Por qué no salimos a dar una vuelta?
—No, gracias.
—Te irá bien que te dé el aire.
—Lo que me iría bien sería desaparecer.
—Deja de decir tonterías —hace una breve pausa antes de estirarse a mi lado y volver a la carga—. ¿Has hablado con Eric?
—No.
Leah mira hacia la ventana de Eric, que tiene la cortina echada desde ayer por la noche.
—Pues si deja de hablarte por eso es que no vale la pena.
—Nadie quiere salir con una calva. Estamos en bachillerato, ¿recuerdas? Las hormonas y la superficialidad es lo que mueve el mundo.
—Estás dramatizando las cosas.
—Sabes que no.
Me paso el resto de la mañana en mi cuarto encerrada, sin hacer nada, tampoco toco el desayuno.
A la hora de comer mi madre insiste en que baje al comedor con todos, al final accedo pero apenas pruebo bocado. Cuando mi madre me pregunta le digo que estoy cansada, sin dar más explicaciones.
—¿Ha pasado algo? —pregunta mi padrastro al fin—. Noto el ambiente un poco raro.
—No me encuentro muy bien, eso es todo.
—Podemos ir al médico —sugiere mi madre.
—No es necesario, ya te lo he dicho antes: descansaré todo el día y seguramente mañana ya esté bien.
—Como quieras, pero si mañana sigues así iremos al médico.
Pongo los ojos en blanco, mi madre es una pesada. Puedo llegar a entender su preocupación, después de todo su hija empezó la Leucemia no encontrándose bien varios días seguidos. Pero ahora no es eso, y tampoco me apetece explicarle lo sucedido.
—¿Va a venir Eric a entrenar?
Instintivamente Leah le lanza una mirada asesina a Enzo, yo simplemente me encojo de hombros.
—No creo.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—¿Y por qué no? —insiste mi hermano.
—Pues porque está ocupado.
Enzo me mira con el ceño fruncido y se cruza de brazos.
—Pues yo necesito entrenar.
—Podemos entrenar sin él, siempre lo hemos hecho.
—Ya, pero con él puedo hacer más cosas.
—Yo hoy puedo ayudaros —se ofrece Leah.
Mi hermano pone los ojos en blanco y hace ver que se pega un tiro en la sien. Yo le miro con las cejas alzadas y Leah pasa de él olímpicamente. No era necesaria tanta comedia.
Después de comer nos tiramos los tres en el sofá a ver la tele, dan una película de dibujos animados y Enzo ha insistido en que la viésemos. Leah no ha tardado ni veinte minutos en quedarse frita.
En cuanto acaba la película Enzo coge el balón y sale corriendo al jardín, Leah y yo le seguimos. Como Leah va a ayudarnos hacemos un entrenamiento algo diferente: yo me pongo de portera, Enzo chutará a puerta, y Leah se colocará de defensa. Sé que Leah no va a frenar a Enzo, pero almenos le molestará un poco a la hora de chutar a puerta.
Poco tardamos en darnos cuenta de que a Leah no se le da tan mal como pensábamos ser defensa. Le ha conseguido quitar la pelota más de una vez a Enzo, y eso que hace unos buenos regates. Tal vez Leah no sea tan mala en los deportes, puede que simplemente no haya jugado nunca en su posición ideal.
—¡Eric! ¿Bajas a entrenar?
El grito de mi hermano me devuelve a la realidad. Alzo la mirada y veo a Eric, que no sé cuánto tiempo lleva mirando por la ventana, pero enseguida cierra la cortina sin contestar a mi hermano. Menudo borde… Aunque puedo entender que no quiera saber nada de mi, le he mentido respecto a algo importante.
Inconscientemente pongo los ojos en blanco e intento olvidarme del tema. Pensar en Eric solo me pondrá de mala leche.
No sé cómo pude pensar que podría ocultar un cáncer.
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Un lugar donde volver a ser yo
Teen FictionHannah tiene 17 años y acaba de superar una leucemia. Cansada de ser "la chica del cáncer" en su instituto, ve la oportunidad de empezar de zero cuando a su padrastro le ofrecen un nuevo empleo en otra ciudad. Toda la familia toma la decisión de mud...