Cuando suena el despertador casi no puedo abrir los ojos. Ayer empecé a leer un manga súper interesante y no paré hasta acabarlo, y para entonces eran casi las dos de la madrugada.
—¡Vamos Hannah, llegaremos tarde!
Voy arrastrando los pies hasta el lavabo, hago un pis y me lavo la cara. Me miro la cara y me odio. Cojo un poco de corrector de ojeras y me lo aplico, pero mi aspecto no mejora mucho. Me recojo el pelo en una coleta alta y me pongo lo primero que encuentro. Cuando bajo a desayunar mi madre me mira mientras niega con la cabeza, es obvio que no aprueba mi look, yo simplemente pongo los ojos en blanco.
Veo a Leah que me mira des del marco de la cocina, está ansiosa por irse. Miro el reloj y resoplo al ver que no vamos tan mal de tiempo. ¿Por qué tiene tanta prisa de buena mañana? Me bebo la leche en cuestión de segundos y cojo un puñado de nueces para el camino.
—¿Por qué no te levantas un poco antes?
—¿Por qué no te relajas? Vamos bien de tiempo, siempre llegamos de las primeras.
Leah me mira con cara de pocos amigos y acelera el paso.
—No entiendo porque te vas a dormir tan tarde si al día siguiente has de madrugar.
—¿Vas a apuntarte a alguna actividad extraescolar? —pregunto cambiando de tema.
—A inglés, y tú también deberías.
—Paso —digo mientras pongo los ojos en blanco—. Ya lo he intentado durante tres años, mi relación con el inglés está abocada al fracaso.
Mi hermana niega con la cabeza y me mira de reojo.
—¿Entonces no vas a apuntarte a nada?
Me encojo de hombros.
—No hay mucha cosa, quitando los deportes.
—Podrías hacer piscina.
—Sí, es una bonita manera de que descubran que estoy calva.
—Con el gorro de piscina no se te verá.
—Ya, pero en algún momento debo quitarme la peluca para ponerme el gorro, y quitarme el gorro para ponerme la peluca. Además con un gorro de piscina se nota muchísimo si tienes pelo o no.
Por suerte las clases hoy pasan tranquilas. Excepto por el hecho de que noto la mirada de Lara sobre mi nuca durante todo el día.
En cuanto llego a casa tiro la mochila y enciendo el ordenador.
—¿Leah juegas al LoL un rato?
—Dame dos minutos.
Aprovecho para bajar a la cocina y coger una pasta de chocolate. Cojo otra para Leah y, cuando paso por delante de su habitación, se la doy.
No llevamos ni veinte minutos jugando y Leah ya la está liando parda. Se ha cogido a un personaje que no suele utilizar y le está pasando factura. El resto del equipo empieza a quejarse por el chat del grupo, y aunque públicamente salgo en su defensa, en privado le echo bronca.
—¡Leah estás fedeando que da gusto! —le chillo a mi hermana desde mi habitación—. ¿En serio? ¿Eso es lo mejor que puedes hacer con una Kata?
—¡Hannah vamos a hacernos el Baron!
Miro la vida del personaje de mi hermana y vuelvo a chillar:
—¡No vamos a poder hacer Baron solas!
Pocos segundos después entra en mi habitación un avión de papel. Dejo de mirar la pantalla del ordenador unos segundos para ver a Eric asomado en su ventana.
Diez minutos después, tras perder la partida, me levanto a coger el avión de papel. En la nota pone: “¿En serio juegas al LoL?”. Pongo los ojos en blanco. ¿Otro chico que piensa que las chicas no jugamos al LoL? Escribo en un trozo de papel: “Cuando quieras te pateo el trasero, incluso Leah podría hacerlo”, hago una bola y se la tiro. Me devuelve otra nota en la que pone su nombre de usuario. Ambos nos miramos y una sonrisa asoma por la comisura de mis labios.
No tardo en agregarle, él me acepta y jugamos una partida junto a mi hermana, que al principio se sorprende de tener nuevo integrante en el equipo, pero poco tarda en empezar a pincharme por el chat privado.
Mi hermana escoge a Ahri, es su personaje mago favorito, además le gusta más ir por su cuenta en el carril del medio del mapa. Yo me cojo de personaje a una adc llamada Caitlyn y, para mi sorpresa, Eric se coje a una support llamada Nami, lo que quiere decir que iremos juntos en la misma línea del mapa. Poco tarda Leah en enviarme un mensaje privado que dice: uhhhh, vais juntitos…
Pongo los ojos en blanco y trato de no sonrojarme demasiado.
Tras una larga partida, de casi una hora y media, Eric reconoce que no juego nada mal. Yo debo reconocer que él juega aún mejor, pero no pienso decírselo, no de momento.
—¡Leah, Hannah, a cenar!
Nos despedimos por el chat de grupo y bajamos a cenar.
—No juegas nada mal —dice Leah imitando la voz de Eric.
Le doy un codazo y bebo un poco de agua.
—¿Que tal va el instituto, chicas?
—Muy bien —se apresura a decir Leah—, aunque a Hannah le va aún mejor.
—¿Y eso cielo?
—No sé de qué habla —digo a sabiendas de que lo dice por Eric—. Ni siquiera me han cogido en el equipo de básquet.
—Quizá el año que viene —mi madre me dedica una sonrisa y me pone un poco de setas para acompañar el filete de salmón.
Leah va a coger el mando de la televisión, pero me adelanto y lo agarro primero. Estoy haciendo zapping cuando Enzo se pone de rodillas en la silla y chilla al ver que dan su película favorita en la televisión. Pongo los ojos en blanco y dejo ese canal. En ese sentido soy bastante infantil, no me importa ver películas de dibujos animados.
En cuanto acabamos de cenar ayudamos a recoger la mesa y Enzo se va corriendo al sofá a acabar de ver la película.
—¿No vais a quedaros? —pregunta mirándonos a Leah y a mi.
—Tengo que repasar algunos temas de inglés, Enzo.
Miro a Leah con las cejas alzadas y ella simplemente se encoge de hombros. Luego miro a Enzo, que me mira con ojitos de cordero degollado.
—Yo me quedo —le revuelvo el pelo y me siento a su lado.
—¡Bien! —Enzo y yo chocamos las palmas de las manos, observa como Leah se va y alza la voz—: Suerte que una de mis hermanas es divertida.
Suelto una carcajada y me giro para ver cómo Leah nos saca la lengua antes de subir las escaleras.
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Un lugar donde volver a ser yo
Teen FictionHannah tiene 17 años y acaba de superar una leucemia. Cansada de ser "la chica del cáncer" en su instituto, ve la oportunidad de empezar de zero cuando a su padrastro le ofrecen un nuevo empleo en otra ciudad. Toda la familia toma la decisión de mud...