Capítulo 26

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—¿Y ese tal Lucas, es guapo?

Miro a Leah de reojo y sonrío con malicia antes de contestar.

—¿No tienes suficiente con Hugo y Tomás?

Leah pone los ojos en blanco.

La verdad es que no había pensado mucho en si Lucas es o no es guapo. Es cierto que tiene una carita adorable, así como de ángel, pero a mí me van más con pintas algo malotas. Tal vez por eso me fijé enseguida en Eric. No puedo evitar volver a sonreír al pensar en lo bien que le quedaban las pecas que adornaban su nariz. Realmente tiene un rostro demasiado angelical.

—Bueno, ya que no vas a decirme si es guapo o no, ¿me dices qué tiene?

—¿De cáncer?

—No, de fondo de armario —bromea.

—Pues el pobre tiene un poco de todo. Tuvo un cáncer de riñón de niño, y ahora un osteosarcoma, así que le van a cortar la pierna —mi hermana hace un gesto de dolor con el rostro—. Pero la verdad es que parece alguien que no se desanima fácilmente.

—A ver si aprendes algo de él —me saca la lengua y recoge sus libros.

Miro al frente de la clase y veo que al fin se ha acabado, se me ha pasado volando. Yo también me apresuro en recoger mis cosas y guardarlas en la taquilla.

Antes de salir de clases miro el pupitre de Eric, que lleva vacío todo el día, tampoco me ha contestado los mensajes ni se ha conectado al Whatsapp, cosa que me parece muy rara, pero intento no darle muchas vueltas al asunto.

—¿Mañana volverás a terapia?

Me encojo de hombros.

—Qué remedio.

Leah sonríe con una expresión que no logro descifrar y arranca a caminar hacia casa sin esperar a Gwen ni a Hugo.

—Ayer me escribió Tomás, el primo de Gwen —abro los ojos como platos y paro en seco—. No te dije nada porque te encerraste en tu habitación en cuanto volviste de la terapia.

—¿Y qué quería? —digo impaciente por saber.

—Ir al cine.

—¿Le dijiste que sí?

—A las seis pasa a recogerme.

Suelto un chillido y me aferro a su brazo mientras doy saltitos. Pero luego recuerdo a Hugo y me siento un poco mal por él.

—¿Y qué pasa con Hugo? —mi hermana me mira alzando una ceja y yo pongo los ojos en blanco. Me exaspera cuando hace eso—. Ya sabes de qué hablo. A él le gustas.

—¿Y qué?

—¿No te gusta?

Leah se encoge de hombros.

—No lo sé, apenas le conozco.

—Y a Tomás menos.

—Solo vamos al cine, cálmate, no es como que me vaya a casar con él.

—Ya pero bueno, te has decantado por él.

—No me he decantado por nadie Hannah. ¿Cómo puedes ser tan antigua?

—¿Antigua? —digo incrédula.

—Sí, simplemente he quedado con él porque me lo ha sugerido, nada más. Si Hugo me dijera de ir al cine, o a cenar, o a comer, y me apeteciera, también saldría con él.

—Vale, vale —levanto las manos en forma de rendición—. Ya me acostumbraré a la nueva Leah, no te preocupes.

Cuando llegamos a casa no hay nadie, así que dejamos las cosas en nuestras respectivas habitaciones y bajamos a preparar algo para comer. No sin antes fijarme en que las persianas de Eric están bajadas. ¿Debe haber salido? Tal vez está enfermo...

Un lugar donde volver a ser yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora