Toda la história que me había contado Leah era verdad, lo pude comprobar la semana siguiente, cuando se mudaron definitivamente y mi madre insistió en conocerlas. Según ella, es de mala educación no presentarse a los nuevos vecinos y llevarles algún dulce, como galletas o un bizcocho. Mi opinión, en cambio, dista mucho de la de mi madre: si yo me mudase no querría que me molestaran el primer día, cuando aún no he tenido tiempo ni de organizar la casa, y mucho menos me comería algo preparado por un completo desconocido. Según Leah soy demasiado arisca, yo opino que han visto demasiadas películas americanas...
La excursión con Lucas y su familia había sido genial. Su madre y su hermana habían preparado un montón de comida riquísima, ¡creo que nunca he probado un pastel de patata tan bueno! Por no hablar de las galletas con pepitas de chocolate... ¡Dios mío, eran una delicia! Obviamente Enzo se enfadó muchísimo cuando se enteró que me iba de excursión sin él, y me costó que entendiera que no cabía en el coche, pero al final entró en razón. A la vuelta, cuando Lucas me dejó en casa, mi hermano salió corriendo y le hizo prometer que a la próxima él también podría ir. De eso ya hace dos semanas, y desde entonces Enzo me pregunta cada día cuándo vamos a ir de excursión. Yo intento distraerle entrenando dos días a la semana, en vez de uno, con él y con Nico, pero ni por esas...
—Quiero que empecéis a pensar en el tema del baile de fin de curso, si es que queréis tener baile —ahí estaba nuestra tutora, en uno de sus peores días del año—. Yo no quiero saber nada, ya os dije que era una mala idea. ¿Sabéis todo lo que hay que preparar? ¡Es una faena, y de las gordas!
—Pero si es lo mejor del curso —dice una chica de las más populares.
—Claro, como en las películas —se añade otra.
Los chicos simplemente resoplan fastidiados, excepto un par de ellos.
—Como queráis. Podéis pedirle al conserje que os dé el material que se usó en años anteriores, por si hay algo que podáis reciclar. Tened en cuenta que esto es una actividad extraescolar, la escuela no la subvenciona, tampoco aporta la supervisión, pero si no conseguís voluntarios que supervisen, no habrá baile —toda la clase empieza a quejarse—. Han de ser un total de seis personas mayores de edad, y por lo menos debe haber tres padres de alumnos, tenéis que comunicarme sus nombres cuanto antes. ¡La escuela tampoco proporcionará el catering!
Ahí la clase se revoluciona, no sé si por lo del catering o por lo de la supervisión, pero el alboroto llega a ser tal que la tutora abandona el aula y da por finalizada la tutoría.
—¿Vuestra clase también hace baile final de curso?
Me doy cuenta de que Gwen ha entrado en clase.
—Eso parece —me encojo de hombros—. ¿La tuya también?
—Pues sí, es un fastidio, el año pasado ni siquiera asistí, y eso que ayudé a prepararla —debe notar mi ceño fruncido, aunque haya sido por medio segundo—. Acabé tan saturada con la preparación que lo último que quería el día del baile era pisar esa sala —se echa a reír.
—Fué muy tonta de no aparecer —Hugo aparece y se sienta en el escritorio de Leah—, me dejó plantado, ¿lo puedes creer? No hacía ni un mes que me habían puesto los cuernos y había roto con mi novia, y Gwen, la única amiga que tenía en ese entonces, me dejó tirado en el baile de final de curso.
Gwen pone los ojos en blanco antes de decir:
—No sufras, este año no te daré plantón.
Hugo sonríe de forma pícara.
—Claro que no, este año voy a elegir mejor —mira a Leah y le guiña un ojo—. ¿Te animas?
—¿A ir al baile contigo? —Leah se lo piensa unos segundos—. Claro, ¿por qué no? —entonces mira a Gwen—. ¿Te importa que te lo robe?
—En realidad me haces un favor —dice mientras hace ver que le han quitado un peso de encima—. Oye, Hannah, no dejan traer acompañantes de fuera del instituto, pero sí a supervisores mayores de edad.
En seguida capto la indirecta y salgo disparada a la sala de profesores para darle a la tutora el nombre de Lucas, al que ni siquiera le he preguntado si le apetece, pero para echarse atrás siempre hay tiempo.
Gwen, Hugo, Leah y yo decidimos ir a tomar algo después de clases, y Gwen nos sorprende en la salida del instituto invitando a un chico al baile.
—No sabía que te gustaba Nathan —la molesta Hugo—, es un año más pequeño que tú, ¿lo sabes?
—Sí, lo sé —responde con voz áspera—. Odio esto, pero con él tengo que hacer una excepción, me gusta demasiado desde que le escuché tocar el bajo en un grupo hará un mes y medio.
—¿Era él? —yo fuí con ella a ese bar en el que tocó Nathan, pero ni siquiera le reconocí.
—Obviamente, ¿dónde tenías la cabeza para no reconocer a alguien de tu clase?
Me encojo de hombros. Soy tan despistada a veces que ya ni me sorprenden estas cosas...
—Hannah es un caso digno de estudio —dice Leah mientras niega con la cabeza—. Es la persona con peor memoria que he conocido en la vida.
Le doy un codazo y todos se echan a reír.
—¡No os riáis! Yo lo paso mal...
Y es cierto, para algunas cosas va bien poder olvidar con tanta facilidad, pero para otras es horrible...
Una vez llegamos al centro comercial, decidimos comer un bocadillo en una cadena que nos gusta bastante. Gwen se pide un bocadillo vegano, Hugo uno de bacon con queso fundido, Leah un vegetal de pollo, y yo uno de jamón serrano y queso brie. ¡Mi favorito junto con el de bacon y queso fundido!
Al acabar Gwen y Hugo quieren que vayamos al cine, pues han sacado la segunda película de una saga que les encanta, pero mis padres se han vuelto a ir de viaje y tenemos que ir a buscar a Enzo. Leah se ofrece a hacer de canguro, pero sé que esa saga también le gusta, así que me ofrezco yo, pero ella no quiere ir sin mí; finalmente decidimos dejar el cine para otro día e irnos cada uno a nuestra casa a estudiar, pues la semana que viene empiezan los exámenes finales, y exceptuando a Leah, ninguno hemos abierto un libro.
Lo primero que hace Enzo al verme es preguntarme cuándo iremos de excursión, le pongo la excusa de los exámenes y le digo que no pregunte más hasta que finalicen, a ver si así puedo estar un par de semanas tranquila. Lo segundo que hace, al ver a Leah, es pedir la merienda, la cual no llevamos encima porque hemos venido directas a buscarle desde el centro comercial, y el bocadillo lo tiene preparado en casa desde esta mañana. Y lo tercero y último, es preguntar cuándo van a volver nuestros padres, al parecer cuando mi madre va a buscarle merienda con ella en una cafetería. Esta vez mis padres tenían que irse lejos, y ya llevan cuatro días fuera, y les quedan otros dos para volver, así que es normal que Enzo les eche de menos; lo que no veo tan normal es que mi madre le consienta de esa manera dos o tres veces por semana.
Sobre las siete y media, mientras ayudo a Leah a preparar la cena, aprovecho para llamar a Lucas y decirle que tendrá que asistir al baile como supervisor. El pobre ni siquiera protesta, de hecho, le alegra poder estar conmigo aunque solo sea a ratos. ¡Es un amor de persona!
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Un lugar donde volver a ser yo
Novela JuvenilHannah tiene 17 años y acaba de superar una leucemia. Cansada de ser "la chica del cáncer" en su instituto, ve la oportunidad de empezar de zero cuando a su padrastro le ofrecen un nuevo empleo en otra ciudad. Toda la familia toma la decisión de mud...