Capítulo 10. Cuando aquellos comienzan a moverse. Parte I.

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Capítulo 10: Cuando aquellos comienzan a moverse.

Parte I



"Sea un hombre o sea más que un hombre. Sea firme con su propósito y firme como una piedra." Frankestein, Mary Shelley.




Portland, Oregón (EEUU), 11:35 p.m.:

El auto se detuvo al borde de la acera apagando de inmediato los focos, a los pocos segundos el chofer descendió del vehículo abriendo un paraguas para luego girar hacia la puerta trasera, su pasajero se asomó casi instantáneamente cogiendo el mango del objeto que le ofrecían y dirigió la mirada hacia la bodega que tenía al frente, hacia aquella vieja construcción de fachada plana y enormes ventanales rectangulares que permanecía clausurada, al otro lado del río Willamette en el sureste de la ciudad, desde hacía ya varias semanas.

-Espera aquí.

Ante la orden, el chofer asintió y volvió al interior del vehículo, estando entonces ya solo, el hombre bajo el paraguas avanzó por la acera y se detuvo ante el portón de malla, alzó la mirada hacia el poste de videovigilancia y, tras unos segundos, la cámara estalló liberando una pequeña nube brillante, acto seguido él reanudó la marcha, pasó por entre el agujero de cables alterados por acción de alguna tijera industrial y caminó por la loza de cemento, aun si todo estaba en silencio, él sabía que no estaba solo, ocultos entre los contenedores de acopio o las máquinas de construcción estacionadas en la zona de carga, estaban aquellos pequeños seres, tal vez unas de las pocas criaturas faéricas de raza pura que habían podido subsistir en el mundo humano, que esperaban pacientes el momento de poder actuar y reclamar los residuos de maana que flotaban en el ambiente.

Él resopló, aquello era verdaderamente lo último que había deseado para terminar el día, aunque, debía admitir, desde lo sucedido aquella vez, había estado esperando que algo así sucediera. Resignado, de esta manera, a lo que estaba por venir, él detuvo sus pasos sobre un charco de agua frente a la gran puerta metálica corredera de la bodega, el candado y la cadena yacían en el suelo y un vapor verdoso escapaba de la parte inferior, cerrando el paragua, el hombre alzó las manos enguantadas en cuero y jaló de las manillas descubriendo la gran boca de la construcción unido a un estridente chillido, de inmediato a sus ojos aparecieron aquellos seres faéricos de cuerpos delgados y azulados que saltaban de un lado para otro atrapando las chispas de maana que, al verlo, abrieron sus bocas ovaladas en un grito amenazante, no obstante, el hombre, inmutable a sus presencias, alzó el paraguas y, tras agitarlo una sola vez, hizo estallar a aquellas criaturas en miles de pedazos, acto seguido alzó la mirada al frente y avanzó hacia la oscuridad escuchando como los Diablillos Carroñeros que habían sido testigos huían despavoridos.

El Legado  de Rapsodia (Temporada 1) [Eldarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora