El Legado de Rapsodia (Temporada 1) [Eldarya]

Capítulo 24: El arco, el hacha y el árbol de vida

Reglas sagradas de El Código de un Caballero:

11.- Jamás mentir si no es por una causa justa.

12.- Elegir la muerte antes que el deshonor.

Feng Lee miró de reojo el cuerpo del que había sido su maestro, ahora muerto por la espada de aquel soldado del crepúsculo, y apretó los dientes mientras que, intentando concentrar maana en la herida de su hombro y abdomen, buscaba detener la hemorragia de ambas cortadas. Finalmente, tras cansarse de contemplar la espalda de aquel fenghuang, abrió la boca en una pregunta que ya comenzaba a impacientarlo:

-¿Qué es lo que quieres, Feng Quiao?

El aludido no se giró, pareció complacido mientras veía la sangre de Feng Son escurriese por la espada y mezclarse con la tierra fangosa del suelo, para, finalmente, tras ladear la cabeza, responder en tono arrogante y arrastrado.

-¿Qué acaso el viejo no te lo dijo? Es tu muerte lo que buscamos, por el Imperio, por mi señor.

-¿Qué estás diciendo...? -habló Feng Lee sintiendo como un sabor amargo, mezclado con lo metálico de la sangre, subía hasta su boca, en el fondo sabía a lo que Feng Quiao se refería.

-¿Aún no lo comprendes? Eres mucho más lento de lo que creí, supongo que estar tanto tiempo en este lugar jugando a los doctores ha oxidado tu instinto, en fin, supongo que no se puede hacer nada, si realmente no lo entiendes no tengo problemas en decírtelo, más que mal, para alguien que ya está muerto supongo que decirte el por qué no es un pecado. Tú vas a morir esta noche para que así, mi señor, Feng Liu, pueda ser el nuevo Emperador de Xian-Tzi.

Ahí estaba, el peor de sus miedos hecho realidad... Hacía tres años había tomado una drástica decisión en el fervor de su temprana edad pensando que era lo mejor para el Imperio, y, si bien había temido que aquello podría acarrear en el futuro terribles consecuencias si llegaba a salir a la luz, confiaba en que su secreto jamás sería descubierto, no obstante había olvidado algo sumamente importante, Feng Liu... Ya en aquel entonces temía que la ambición de este joven fenghuang podría darle problemas, no obstante, jamás habría creído que llegaría a este extremo... acaso... ¿había sido demasiado ciego...? Al fin y al cabo, solo habían sido unos niños...

-¿Qué sucede? Te has quedado sin palabras, ¿ha sido demasiado para su excelencia?

Feng Lee sonrió.

-¿Realmente quieres que crea que Liu quiere mi muerte?

¿Qué estaba haciendo? En el fondo solo estaba dando rodeos ante algo que estaba más que claro, él tenía un secreto, una mentira que había arrastrado a una de las personas más importantes en su vida y, aunque hubiese sido con la mejor de las intenciones, el peso de ella se estaba convirtiendo en un mundo sobre sus hombros, tal cual Atlas con aquel enorme peso eterno sobre su espalda, solo que a diferencia de aquel titán, su carga le estaba derrumbando. La Mentira, su Mentira, un germen de la estafa, el engaño, el irrespeto, el fraude, la injusticia, el abuso, entre otras situaciones, podía colocar en riesgo a los más vulnerables y a sus más cercanos, por más de tres años él se había convencido de que había estado en lo correcto y, de hecho, cada vez que Huang Fei llegaba a Ávalon trayendo noticias de Taigong, la capital de Xian-Tzi, y le hablaba de las maravillas que el Emperador había logrado, él se convencía de que lo que había hecho estaba bien, que su secreto no era un error y el único pecado sería dejarlo salir a la luz, no obstante, tal como sucedía ahora, su Mentira parecía dejar de lado toda intención noble y teñirse con la más retorcida y sucia sombra haciendo que su corazón se contrajera bajo el remordimiento, ya que, siendo sincero, esa salida tomada hacía tres años y medio, no era otra cosa que una manipulación, un engaño que había caído sobre toda una nación y que... aunque le costara admitirlo, había sido buscando su propio beneficio, él no había estado seguro de su destino y se había convencido que aquel engaño era lo mejor que él podía hacer por su pueblo...