Capítulo 66: La última pieza. Parte II.

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Capítulo 66: La última pieza.

Parte II.

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"Todas las verdades son fáciles de entender una vez han sido descubiertas, la clave es descubrirlas" Galileo Galilei.

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Mesetas Cradle na gréine - Ávalon:

Estaba amaneciendo, los cálidos rayos del sol comenzaron a proyectarse por aquellas praderas, haciendo brillar las gotas del rocío así como invitar al descanso a las pixies lunares, siendo reemplazadas por sus hermanas solares que, haciendo honor a sus naturalezas escurridizas, pronto, entre más amplios fueran los mantos del día proyectados en la tierra, más invisibles se volvían, para cuando el galorze aterrizó sobre aquel peculiar pasto que crecía en espiral, todas aquellas diminutas hadas se habían escurrido hacia los bosques lejanos o mimetizado con la luz del nuevo día. Dirigiendo una mirada en rededor, Yin Heimer descendió de la montura, acarició el cuello de su familiar, y luego avanzó en dirección al círculo de piedra, pronto, a los pocos metros recorridos, el pasto que por las noches liberaba destellos lumínicos fue reemplazado por la tierra removida, a los ojos heterocromáticos del avalariano con sangre de arcanos en las venas, aquellos cráteres y grietas eran el reflejo claro de una feroz pelea, aunque, a decir verdad, eso era algo que él ya sabía incluso antes de llegar ahí.

Dando un suspiro, el Gran Sabio de la Academia de las Artes de Glastonbury, sacó de entre sus ropas un reloj de bolsillo y cotejó la hora, al parecer había llegado un poco antes, así que acomodándose el bolso en un hombro, agitó una mano e hizo aparecer una silla en la cual se sentó, así como, tras extender las palmas, materializó una taza y un platillo, de esta forma, con toda calma, comenzó a beber ese cálido té de miel mientras escuchaba el canto de las aves, el sonido de alguna flauta en la lejanía y presenciar como rápidamente el sol aparecía completamente tras las montañas elevándose por el cielo azul. Cuando ya iba en la mitad de su bebida, una pulsación de poder agitó la tierra sobresaltando al galorze que pastaba en la cercanía, Yin le aventó unos frascos de melodía para que así aquellas golosinas lo calmaran, para luego volver a alzar su taza a los labios, un segundo después otra pulsación todavía mayor se presentó seguido de una poderosa aura oscura, esta, centellante durante el instante siguiente a ello, inició una peculiar condensación para después modelarse como si se tratase de una masa oscura y gelatinosa. Yin le contempló con placer sin moverse de su silla, esos espectáculos siempre lo llenaban de gozo, más que mal, no todo el tiempo se era testigo de una resurrección como esa... Entonces, tras un nuevo estallido de poder y que esta vez elevó grandes ventiscas, a excepción del perímetro de tres metros que rodeaba a Yin, un hombre se hizo reconocible una vez que aquella masa terminó de moldearse, un hombre negro como el carbón y surcado por líneas rojizas como si se tratasen de venas de lava ardiente que se negaba a enfriar; aquel soltó un resoplido extendiendo las manos ante su rostro y, después de empuñarlas, toda aquella costra oscura como el ónix se precipitó al suelo revelando a un hombre de larga cabellera gris y penetrantes ojos rojos.

El Legado  de Rapsodia (Temporada 1) [Eldarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora