Capítulo 1.

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Las cosas se podían simplificar de un segundo a otro. Y es que, cuando mis padres al fin se decidieron a quitarme de ese infierno repleto de peleas y discusiones, logré respirar. Mi madre había crecido años, físicamente, desde que intentaba sobrellevar la relación con mi padre. Eso mismo sucedía con él, quien cada día estaba peor y peor debido al enojo que llevaba encima. El hecho de que ambos se hubieran separado había sido un milagro. Al principio, como era normal, no estaba contenta al respecto, pero ahora estaba más tranquila, como hacía mucho que no lo estaba. Por suerte, los tiempos conmigo se habían dividido con mucha paz, eso no produjo más y más peleas.

A causa de la inmadurez de mi madre, pasaría la mayor parte del año con mi padre, viviendo en su casa en los semestres del colegio. Al llegar las vacaciones, me iría con mi madre los tres meses. Vivía la mitad del tiempo con cada uno. Bueno, más con mi padre que con mi madre, pero con ella hablaba cada día por teléfono en casa de mi padre y le contaba cada uno de mis secretos, lo que le otorgaba una ventaja.

Mis padres no vivían a mucha distancia entre sí. Lo suficiente para que mi madre me lleve al colegio en caso de que mi padre esté demasiado ocupado. Pero, aún así, cuando estaba con mi padre, no veía a mi madre, al menos no en cuerpo y forma. Y lo mismo sucedía al estar con mi madre.

Estaba en el taxi que llevaba mis maletas hacia la casa de mi madre. Ya tenía ropa allí, pero eso no significaba que yo no fuera a llevarme algo más, tenía ropa nueva que mostrarle y me encantaba presumir con ella, era muy divertido.

— ¡Hija!—dijo ella cuando al fin llegué a su casa y, con la ayuda del taxista, bajé todas las valijas para entrarlas.

Mi madre se había quedado con nuestra casa, mi padre se había tenido que alquilar un departamento, supongo que él la quería demasiado como para dejarla en la calle. Le di una propina al señor y luego me limité a abrazar a mi madre que hacía demasiado no veía. De vez en cuando, mi padre me permitía verla en sus horarios para ir de compras o almorzar algo. Ellos dos habían tenido muchos problemas, pero, por su forma de mirarse, sabía que aún se querían mucho.

— ¡Mamá!—sonreí y besé su mejilla repetidas veces, diciéndole lo mucho que la extrañaba, contenta al fin de poder estar entre sus brazos para poder pasar unas grandiosas vacaciones — He traído todas mis películas de Zack Efron para verlas juntas, sé lo mucho que te gusta ver esas.

—Menos mal que me conoces hija —rió y luego me miró a los ojos, los suyos eran tan celestes que lograba hipnotizarte.

La odiaba demasiado por no haberme dado unos así a mí. Mis ojos eran claros, pero más color miel. Tener sus ojos sería hermoso. Ella era bajita, casi a mi altura, y no tenía casi nada de fuerza, era algo que había descubierto luego de un mal juego de manos.

—Pero hoy no va a poder ser. Pasaré el fin de semana en un bingo...

Debió advertir mi rostro molesto y decepcionado porque me tomó de los hombros, suspirando con nerviosismo. Temía que llamara a mi padre y le contara lo que haría esta noche. No solía dejarme sola, pero odiaba cuando lo hacía. No me gustaba la soledad. Bueno, en la mayoría de los casos, cuando de mis padres se trataba.

—Sé lo que piensas... pero mira, ya lo había pagado, cambiaron los planes y no pude evitarlo. Iré con Amanda, una amiga.

Yo me había interesado repentinamente por las grisáceas paredes de mi casa, a las cuales les hacía falta una buena capa de pintura. Ni siquiera había entrado mis maletas, o entrado yo a la casa y ya estaba queriendo irme con mi papá.

—Su hijo es muy atractivo, va a acompañarte mientras yo no estoy —yo la miré arqueando una ceja, y ella sonrió guiñándome un ojo. ¿Qué sucedía con esta mujer?

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora