Capítulo 37.

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Tardamos pocos segundos en "quedarnos dormidos". Y hablo con comillas porque fue él quien se durmió. Yo, en cambio, simulé estarlo para así poder llevar a cabo mi plan. No era malvado ni nada, pero aún así debía cumplirlo.

Debía cumplir mis obligaciones y eso involucraba revolver toda la casa de Alex.

Le envié un rápido mensaje a Blake diciéndole que iba a empezar a buscar, a la vez que me levantaba con cuidado para no despertar al contrario. Blake me pidió que le notificara de algún descubrimiento, y yo acepté, después de todo, era lo mínimo que podía hacer. Mis ojos se posaron en Alex, quien dormía tranquilo, y luego encendí la linterna para no tener la necesidad de prender el resto de las luces del departamento. Rogué una vez más en la noche que no encontrara nada incriminatorio, que todo estuviera bien.

Mis pies se apoyaron en el suelo, el cemento marmolado de la casa, y alumbré hacia allí para hacer todo lo posible por evitar algún ruido que pudiera despertar al chico. Me moví sigilosamente por el lugar, dirigiéndome primero al armario, sabiendo que, de ser él, allí sería mi mejor escondite.

En realidad, lo era, después de todo, era allí donde se encontraban las cartas que había recibido en este último mes. Abrí despacio el closet. La puerta rechinó, y maldije en voz baja, mientras volvía a alumbrar a Alex, quien seguía en la misma posición que antes. Me giré otra vez en dirección al armario y rebusqué entre la ropa algo que pudiera incriminarlo.

No encontré nada, por lo tanto me senté en el piso para seguir buscando en los cajones. Muchos bóxers, algunos conjuntos de ropa interior femenina.

Los celos se posaron en mi cabeza aunque eso no era ni el menor de mis problemas actuales. Debajo de todo esto, un sobre blanco.

Me alarmé por un instante, pensando que quizás me había equivocado, y Alex no era el Poeta Falso. Si no que, en cambio, recibía ese tipo de cartas. La tomé entre mis manos. Las letras me causaron escalofríos, pues eran muy, pero demasiado parecidas a las del anónimo que me hostigaba.

En ellas, decían: "Alexis Gian."

Mordí mi labio a la vez que abría el sobre haciendo el menor ruido posible, y tomé el resto del papel en mis manos. Capturé en fotografías todo lo que pude, intentando que las palabras fueran legibles para poder tomarme el tiempo de leerlas cuando estuviera en mi casa.

Volví a guardar el sobre en el lugar donde solía estar, y me levanté con la intención de encontrar más cosas. Esta vez, me dirigí una pila de dos cajas en un costado del departamento. Suponía que allí encontraría más información aún, pues no había muchos lugares donde meter cosas importantes. Sostuve con mi boca el celular, debía usar ambas manos al saber que eran más pesadas de lo que creía.

La primera parecía inocente, ropa, camisetas, jeans. Tomé ésta entre mis manos y la dejé con sumo cuidado en el piso, y abrí la segunda. El corazón me dio un vuelco. Me acomodé de rodillas frente a la caja de cartón, lo suficientemente grande como para contener las pruebas que necesitaba.

Joder. Era más de lo que esperaba. En la caja, se leía a la perfección el nombre de la víctima.

Enfoqué la luz allí mientras tomaba con una mano una fotografía en un cuadro, reconocí los cabellos rubios de la mismísima Chloe, sonriendo contra los labios del chico que solía ser Alex.

Él sonreía plenamente y por un segundo deseé ser ella. Sonreír sobre sus labios en una fotografía que él podría ser que mirara a menudo.

Hasta que sucedió.

Más adentro, un cuaderno. Estaba todo escrito, y se titulaba: "Diario de Chloe Fray." Me pregunté por un segundo cómo era que Alex tenía esto, pensé que debería estar con la policía, porque realmente podría ser que ayudara a comprender de qué forma pensaba ella antes de tener ese último ataque en el que se quitó la vida. Mordí mi labio, evaluando mis posibilidades. Debía llevármelo, de cualquier forma.

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora