Capítulo 25.

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Me encontraba frente al espejo, mirando mi reflejo, sonriendo con suavidad.

Repasé en silencio cada detalle mío, cada cosa que me hacía especial, y realmente no encontré nada. Debo admitir que la sonrisa forzada en mi rostro se debilitó, y tuve que hacer un esfuerzo para que no llegara a desvanecerse por completo.

Me acerqué para poder verme aún más, observar con definición mi rostro. Las facciones que me hacían los cachetes algo regordetes, el rubor marcado, que de vez en cuando mostraban mis pecas, en especial cuando el sol lograba quemarme.  Mis ojos claros que, depende de cómo le daba la luz, se veían más oscuros. Mis labios, no muy grandes ni muy pequeños, que se agrandaban a medida que los besos con Alex los apretaban. Tenía pestañas, aunque no muy largas. Las cejas estaban definidas, pues el color era marrón intenso; estaban perfectamente depiladas, porque cualquier vello en mi entreceja, se notaría al instante. Mi rostro no estaba mal, pero no sobresalía frente a otros más estilizados, esos que tenían los pómulos simétricos y enormes, que muchas se esforzaban por marcar con más maquillaje.

Volví a enderezarme en el lugar y observé el resto de mi cuerpo.

Mis piernas, debajo de la rodilla, eran flacas, y algo feas. Luego de la depilación, se me marcaban los pequeños puntitos rojos, pequeños recuerdos que los vellos arrancados dejaban durante unos días en mi piel. Más encima, los muslos, eran más grandes, algunas pequeñas estrías se marcaban en ellos.

Me pregunté si Alex aceptaría estas pequeñas imperfecciones, después de todo, parecía aceptar el tema de las voces, y no hay muchos chicos que sean capaces de tolerar eso. Aunque, quien te quiere, es capaz de entender que tienes cosas para reparar. O eso me había dicho mi madre una vez, cuando yo lloraba en su habitación, expresándole mis temores respecto a su separación.

Y mira qué bien que había acabado todo, nótese el sarcasmo.

Suspiré notoriamente mientras subía mi mirada hacia mi abdomen. No tenía muchos rollitos, pero la grasa estaba, evidentemente. Aunque, si yo intentaba meter panza, mis huesos se veían de forma exagerada. Fruncí el ceño mientras mis manos apretaban esa piel sobresaliente por los costados de mis caderas y asentía para mí misma.

Alex me aceptaría.

"No lo hará."

Negué con la cabeza. Yo lo aceptaba. Si él no lo hacía, me dolería, pero aprendería a vivir con eso. Me enfoqué, finalmente en mis pechos, de un tamaño ideal, que no eran ni muy grandes ni muy pequeños, y asentí.

— ¿Me habías dicho que hoy saldrías con Alex? —preguntó la voz de mi madre, tocando la puerta repetidas veces, despertándome de mis pensamientos.

—Así es —dije, caminando hacia mi armario, a la vez que me vestía con una camiseta larga y un par de jeans sueltos.

Era una mentira piadosa, pues en realidad saldría con Blake. No podía decírselo a mi madre luego de la otra noche en la que me había encontrado besándome con Alex, pero, después de todo, yo no era nada de él, no tenía que pedirle permiso para salir con otros chicos.

Sabía muy bien que él se negaba a estar en algo serio, y yo no pensaba en presionarlo. O bien, eso era lo que me repetía para que la voz en mi cabeza se callara de una vez por todas. Acabé de ponerme las Vans. Acto seguido, mi celular vibró. Confiadamente, me acerqué a tomarlo entre mis manos, después de todo, pensaba que sería algún mensaje de Blake o algo así. Debo admitir que me sorprendió ver quién enviaba el mensaje, después de todo, ya no era una notificación de Instagram, si no, un WhatsApp.

"Hola pequeña."

"Ese chico no te conviene."

"Alex y Blake, realmente juegas a dos puntas."

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora