Capítulo 27.

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—Hija, empiezas a preocuparme... —dijo mi madre, entrando en mi habitación. Hice una mueca, molesta, mientras negaba con la cabeza de un lado hacia otro. Alex. Alex. Alex. Tonta. Tonta. Tonta. Mi vista estaba en el techo, donde, al igual que con un proyector, las escenas del sábado se repetían, una vez y otra vez, como un disco rayado que solo reproducía la parte más fea de la película de terror—Deberías comer algo —mi madre frunció el ceño mientras se sentaba en la punta de mi cama, moviendo mi pierna de un lado hacia otro. Yo solté un suspiro exagerado mientras mi cabeza negaba de un lado hacia otro—. Estoy a nada de llamar a Alex, hija. No sé qué hacer —murmuró, levantándose.

Claro, haría eso, antes de llamar a mi padre, quien, al ver que no lo estaba pasando bien con mi madre, vendría por mí y me quitaría el poco tiempo que poseía con ella. La guerra estaba declarada, era cuestión de que yo me incline hacia uno de los dos bandos, para desatar el Apocalipsis.

—No... Ma, no lo llames, está molesto. Y tiene razón —fruncí el ceño mientras me sentaba sobre la cama.

Hice una mueca, pues me había reincorporado de forma tan repentina que mi vista se nubló. Además, mi organismo no contaba con la cantidad suficiente de comida. Quizás sería así, iría adelgazando hasta que mi cuerpo agrade a Alex, y ahí sí estaría conmigo, a pesar de mis errores.

La voz del chico me recriminó en la cabeza: "Si continuas pensando así, no has comprendido nada." Bien... suspiré mientras me levantaba y salía de la habitación, caminando hacia la cocina. Mi estómago gruñó, y yo fruncí el ceño. Lo mejor es que se haya ido, me dije a mí misma, a la vez que observaba a mi madre, con la mirada ida, pensando en la forma de besarme que tenía. Había pedido el día en el trabajo, reportándome enferma. Culpé a Blake, al agua del lago, y no hizo más que decirme que podía tomarme todos los días que necesitara. Sonreí para mis adentros, al menos tenía un aliado entre las personas que me rodeaban.

—He pedido hamburguesas, de tu lugar favorito... Wendy's —mi madre sonrió como si estuviera alimentando a un pobre cachorrito.

Apoyó delante de mí la hamburguesa doble con cheddar que me dio un vuelco en el estómago. Fruncí el ceño, mientras mis ojos se posaban en la comida, y le daba un mordisco.

Había sido totalmente egoísta, me había escapado, mentido a mi madre, y a Alex. Salí con alguien cuando él estaba dispuesto a estar en serio. No a jugar a las atrapadas, con idas y vueltas. No. Todo lo que quería era que lo acompañara a esa maldita fiesta de la cual no sabía nada, y yo había echado todo por la borda, como en el Titanic.

Mordí mi labio con tanta fuerza que sentí el gusto metálico de la sangre, y le di otro mordisco a la hamburguesa. Sentí a mi madre hablar, pero no entendía lo que decía, después de todo, eran como ruidos que me molestaban a la hora de pensar.

—Te ha llegado un paquete, hija. No lo he abierto —dijo, sonriente.

Se notaba que quería mejorar mi humor, pero, con solo pensar quién podría llegar a ser, se me heló la sangre, podría decir que hasta mi labio había coagulado por completo.

Fruncí el ceño mientras pensaba que mi día podía empeorar aún más. Asentí, actuando normal, volviendo a morder y esta vez, tragando con dificultad la hamburguesa repleta de cheddar.

Mi madre apoyó el paquete delante de mí. No parecía tener firma, ni siquiera remitente. Era una caja, sólo una caja de cartón cerrada con cinta adhesiva, que en la parte superior decía: "Elena."

Las letras tenían un trazo fino y suave, aquella letra que tan bien conocía. No era muy grande, un poco más que una caja de zapatos, pero aún así, no pude evitar pensar en todo lo que podría haber dentro. Ella seguía mirándome, esperando, expectativa, a que lo abriera, pero no cometería ese error.

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora