Capítulo 20.

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No sabía qué pensar al respecto.

Alex me había dicho que iríamos a su departamento, así que supuse que no debía utilizar una ropa demasiado elegante. Me di una ducha mientras el energúmeno me esperaba en el sofá, mirando algunas películas de Netflix, como si mi casa fuera suya. Bueno, hasta hacía unos dos o tres días, así había sido. Los nervios carcomían de dentro mío hacia fuera, y los pensamientos me obligaban a creer que debería decirle que no, que era muy arriesgado ir. Y así era.

Pero estábamos hablando de Alex. No quería... bueno, no podía decirle que no.

Pues bien, casi veinte minutos más tarde, salí de mi habitación, que aún olía a él, por cierto, y lo miré. Yo usaba una camiseta negra ajustada y una par de jeans, un atuendo medianamente común.

Él nunca notaría, por ejemplo, que eran mi par más especial. Había sujetado mis cabellos mojados con una coleta, y los resultados parecían ser positivos. Esto lo supe por la forma en la que levantó su mirada del televisor, haciendo que sus ojos se posaran por mi cuerpo, iniciando por mi rostro, para luego ir descendiendo hasta mis pies. Mordí mi labio inferior mientras lo veía levantarse del sofá con una mirada juguetona.

Resistí el impulso de introducir mi dedo índice en el hoyuelo presente en su mejilla.

—Luces... bien, Len —dijo sonriendo.

Asentí, mujer de pocas palabras, debían llamarme a mí, después de todo, no era mi filtro principal el comunicarme con palabras.

Salimos de mi casa, le dejé una nota a mi madre diciendo que regresaría más tarde, que estaría ocupada viendo un par de cosas del trabajo. Era una mentira piadosa, después de todo, no tenía el más mínimo interés en que me hiciera demasiadas preguntas sobre mi cita con el chico, pues cada vez se ponía más incómodo contar los detalles de lo sucedido.

En el viaje no intercambiamos más de dos palabras.

Yo lo miraba de reojo, sin saber si se suponía que debía decir algo para alivianar el ambiente. Sus dedos se tamborileaban con el volante, marcando suaves ritmos, siguiendo las melodías indescifrables que yo oía a través de la radio.

Por suerte para ambos, el viaje se hizo bastante corto. Gracias a Dios, me dije a mí misma, de esa forma podría dejar de estar incómoda. Aunque, las cosas empeoraron cuando bajamos del auto, y él cerró su puño alrededor de mi muñeca, arrastrándome a su departamento.

Estaba en una zona bastante aislada de la ciudad.

—Aquí estamos —dijo.

Apoyó su mano en la puerta plateada y con un rápido movimiento de su muñeca, y un código que parecía saber de memoria, se nos permitió el paso al lugar. Yo entré, y observé el nuevo hogar de mi amigo.

Amigo, definitivamente esa no era la palabra con la que debía definirlo.

Era un tres ambientes, un lugar bastante grande, pero, salvo el baño, no parecía poseer paredes. La cama, la mesa, la cocina, el living, todo parecía una enorme fusión frente a mí. Lo más sorprendente de todo, las dos velas sobre la mesa, la luz tenue que casi parecía apagada, la cocina prendida, el aroma impregnado en el lugar, las manos de Alex posadas en mi cintura.

—¿Hiciste todo esto... por mí?

—Una cita. No debes tener muchas, así que pensé que quería hacerla especial. —no sabía si sentirme ofendida por su comentario o si seguir sonriendo como tonta.

—No tienes caso, Alexander.

—Alexis. —me corrigió.

Pensé en algún comentario ingenioso pero nada llego a mi cabeza. El nombre Alexis me hacía recordar a un alienígena y no tenía ni la menor idea de por qué.

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora