Capítulo 13

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Fue hace apenas unos años cuando decidí que no me afectaría lo que los demás dijeran sobre mí. Si debía preocuparme por los pensamientos de los demás, y por los míos, acabaría en una depresión más severa de la que yo tenía, por lo tanto, preferí hacer oídos sordos a todo aquello que sea definido como a una crítica hacia mí.

No es que me molestara que las personas me dieran sus opiniones, les daba lugar a las críticas constructivas, claro estaba. Pero a aquellos que querían herirme, había decidido no oírlos. Esto me resultaba sencillo debido a mi falta de amistades. No me encariñaba con nadie, de esa forma, nadie podía herirme, y la tristeza por ese tipo de cosas no aparecía.

Bueno.

Esa tristeza había aparecido esta mañana, justo cuando me había levantado, con una enorme resaca y dolor punzante en la cabeza, que me había obligado a regurgitar todo lo que el día anterior había pasado por mi estómago. Los acontecimientos de la noche anterior me habían golpeado casi tan fuerte como lo haría un auto, de ser atropellada. La imagen era tragicómica. Vomitaba a la vez que lloraba sin poder parar, para luego tomar un pote de helado del refri y comérmelo completamente, a primera hora de la mañana. Me había encerrado en la habitación de mi madre y hacía horas que no salía de aquí, después de todo, solo quería hablar con una persona, y esa persona se encontraba trabajando, ayudando a las vidas de los demás sin saber que su hija necesitaba que alguien la contenga.

Me dolía el alma, debía decirlo de esa forma.

Aquello que me había lastimado no dejaba de reproducirse en mi cabeza una y otra vez, y eso solo me producía más necesidad de  devorar ese pote de helado que hacía más o menos media hora se había acabado.

Alex había llamado a la puerta un par de veces, pero me había limitado a quedarme callada para que pensara que estaba dormida, no podía entrar debido a la traba que impedía su paso. Eso le pasaba por tarado.

Me había llevado a esa fiesta, me había presentado a sus amigos y luego aprovechó cada momento que pudo para hacerme quedar como una niña ingenua y tonta.

Patética, había dicho.

Jamás saldría con alguien como ella.

Otra de sus frases célebres. Así que aquí estaba ahora, ahogando mis penas en helado y llorando en cada muerte de las películas dramáticas que miraba, preguntándome quién sería capaz de verlas en el cine. Solo las personas depresivas como yo que necesitaban ver tragedias para pensar que su vida no era tan miserable.

El celular a mi lado vibró.

Había estado usándolo para mirar videos graciosos, pero me había cansado demasiado rápido de ellos, por lo tanto, ahora se encontraba a un lado, sin la más mínima atención de mi parte. Miré de reojo la notificación en la pantalla. Era un mensaje del Poeta Falso. Fruncí el ceño, preguntándome cómo podía arruinárseme un poco más el día, después de todo, mi único deseo en este momento era que la tierra se abra y poder desaparecer de la faz de la tierra.

Abrí el mensaje.

"¿Cómo has dormido, Elena? Los jeans ajustados hicieron que se te vea el trasero ayer. Muchas gracias por eso."

Mi respiración se entrecortó. Observé el mensaje una y otra vez, mientras mis ojos no daban crédito a lo que leía.

Yo no había dicho mi nombre. Tampoco había mencionado ninguna fiesta. Ni que había usado jeans el día anterior.

Tragué saliva mientras pensaba posibles respuestas para ese mensaje, algo que lograra hacer que entendiera mejor la situación. ¿Cómo había averiguado todo aquello? Debía haber una respuesta que no sea la única que se me ocurría.

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora