Capítulo 41.

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Alexis Gian.

Primero Chloe y ahora Elena. Debía ser una puta broma. No podía sucederme lo mismo una y otra vez, empezaría a creer que tenía una maldita maldición. Estaba asustado, pero he aquí dos opciones: subirme a mi auto y avanzar por la ciudad con el máximo del acelerador, o quedarme lloriqueando aquí como un niño. No aceptaría la segunda opción. Me negué a pensar que la salvaría, aunque haría todo lo posible. Conocía lo suficientemente a Elena como para saber que se sentiría mal si yo fuera su salvador, supongo que se decepcionaría de sí misma. Su autoestima se muestra muy baja, siempre fue así, pero ella es muy independiente, se notaba en cada una de las cosas que me gustaban de ella.

No se rendía fácil. No como Chloe.

Observé la caja marrón a un costado de la habitación y me permití rodar los ojos. Debía quemar todo lo que me recordaba a ella, no lo merecía después del infierno que me había obligado a pasar. Por mí, Chloe bien podía pudrirse en su tumba. Si no me apuraba, el funeral de Chloe no sería al único al que asistiría. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y me negué a pensar así, quizás solo exageraba y no era un peligro tan grande en el que se encontraba. Pero... con solo escuchar su voz aterrorizada, no podía arriesgarme. Elena era la pesimista, se notaba en su rostro triste, ese que solo yo podía descontracturar. Me hacía sentir importante, ser el único que podía acercarse y besarla cuando tuviera ganas. Bueno, Blake y yo. Era todo un idiota, yo era el único que podía estar a tanta cercanía con ella. ¿Es que acaso no se lo había dejado claro más de una vez? Recuerdo que, apenas la había mencionado, yo negué con la cabeza.

—Olvídalo, está ocupada.

—¿Tiene novio?

—Es de las mías. No la molestes.

Una sonrisa burlona se extendió por su rostro mientras dejaba del vaso de vodka sobre la mesa. La música me impedía oírlo con tanta precisión.

—¿De las tuyas? —rió—. La tratas como un objeto.

—Blake —hablé a través de la música—. Es en serio. No quieres conocerme molesto.

Mis ganas de estamparle la cabeza contra la pared se intensificaron cuando se encogió de hombros. Lo miré serio, el contrario sonrió, levantando sus manos en señal de rendición.

—A ella no va a gustarle que le controles las amistades. Se nota que tiene un carácter fuerte, la hace ver muy... —hizo una pausa dramática, repasando sus palabras— sexy. No parece tu tipo de chica, pensé que te gustaban más sumisas.

—Es la hija de la amiga de mi madre, ¿sí? —sonreí de lado—. Esta en la edad en la que simula hacerse la mala. Solo la hace más atractiva —Blake negó de un lado hacia otro. Yo solo quería demostrarle que mis palabras eran reales—. Incluso ya la toqué.

—Pues felicidades. Sabes que las fáciles no me van, puedes quedarte tranquilo, no iré tras ella.

Me merecía una buena abofeteada, más si fuera de parte de ella. Elena nunca me hubiera perdonado algo así, que haya compartido algo tan importante para ella con un amigo mío. Se había besado con Blake, y ahora me parecía más brutal que haya aceptado que la tocara un tarado como yo.

Pisé el acelerador de mi Corolla negro, dirigiéndome hacia su casa a toda velocidad.

Ese llamado me había dejado perplejo. Ella jamás me hubiera dicho semejantes confesiones de no ser porque creía que su vida estaba en riesgo. La conocía lo suficientemente bien como para saber que las palabras debían de ser, o realmente sentidas, o forzadas.

Elena nunca había sido ese tipo de chica que decía cosas románticas, o que se pegoteaba en los días de verano. Ella era fría, pero también pensaba mucho en todo.

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora