Capítulo 34.

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—Gracias por venir —dije, abriendo la puerta de madera, dejando pasar al chico de cabellos celestes—. Eh... tengo avances.

Mi mirada se posó en su auto estacionado en la puerta de mi casa, un Fiat blanco, bastante llamativo y bonito. Era extraño que en la cita no me hubiera percatado de la lindura del vehículo. Cerré la puerta detrás de él, impidiéndome oír los cantos de los pajaritos en las ramas del árbol de mi casa.

Era hora de saber si Blake estaba conmigo o si, en cambio, lo hacía a un lado de mi investigación, cosa que entendería que me pidiera, después de poner en peligro a Fran. Esta noche saldríamos con ella. O bueno, iría a cenar a su casa, me había prometido una comida casera. Blake asintió mientras sacudía los cabellos de un lado hacia otro, quitándose el gorro que tenía en la cabeza, aplastando sus cabellos. Era muy divertido verlo de esa forma. Yo caminé hacia la cocina y lo invité a hacer lo mismo.

—Te escucho —se sentó en una de las sillas frente a la mesa.

Estaba asustada, y muy dentro mío esperaba que Blake dijera algo para defender a Alex, que me convenciera de que de seguro él no tenía absolutamente nada que ver, y que solo estaba exagerando como muchas veces lo hacía.

Asentí, apoyando mi trasero sobre la mesada de la cocina, moviendo mis pies y acariciando mi muñeca con una chispa de nerviosismo. Si el chico frente a mí llegaba a decir que podría ser verdad, yo no sé qué sería de mí. Sabía muy bien de las ojeras debajo de mis ojos a causa de la falta de descanso tranquilo, así como también estaban comprobadas mis mejillas rojas por el llanto de hacía apenas una hora.

—Alex. Él... —tragué saliva, bajando la vista a la cerámica, esperando a que Blake dijera algo, sabiendo que era a mí a la que le tocaba continuar hablando, al menos para ser capaz de decirle algo medianamente interesante, había sido yo la que le había marcado, no podía dejarlo con la duda en este momento—. Estaba de novio con ella. O algo así. Con Chloe. Anoche vino el Poeta, dejó una carta que decía que me interese más por encontrar la causa de su muerte...

Levantó su vista hacia mí, la sentí en lo más profundo de mi ser, e hice un esfuerzo por hablar, aunque en este momento me parecía más interesante seguir contando las cerámicas del piso una a una.

—Espera...—me interrumpió, levantándose de su lugar y acercándose a mí. Una de sus manos envolvió mi barbilla y me obligué a observarlo, sin saber muy bien qué era lo próximo que diría—. ¿Dices que vino aquí en la noche? Eso es ilegal, Elena. Podría haber hecho cualquier cosa... —su mano me soltó, y yo me limité a asentir, mientras suspiraba.

Sabía que me lo había tomado demasiado a la ligera para las consecuencias que aquello podría haber tenido, pero aún así, ese no era mi mayor problema, si me preocupaba por lo que podría haber sucedido, desde hacía tiempo ya que hubiera enloquecido, literalmente.

—Pero no pasó, Blake —murmuré, tomando la mano que estaba acariciando mi rostro entre las mías, y llevándola a mi regazo, donde también me dispuse a toquetearla—. Ni siquiera se forzaron las cerraduras, debería ampliar la seguridad de la ventana.

—Coíncido.

Observé sus líneas del futuro, basadas en las venitas, aquellas que determinarían el largo de tu vida, tu amor, tu familia, y pensé en que su línea de vida era más corta que la mía, pero, aún así, no podía dejarme llevar por eso, solo eran juegos que se realizaban en el colegio, uno que yo había tenido que aprender gracias a videos de internet, mientras todos los chicos a mi alrededor lo jugaban, sin invitarme a participar en ellos. Quizás, de haber ido a la escuela con Alex, él me habría invitado. Quizás estaríamos de novios. O quizás yo me hubiera suicidado con la soga con la que jugaba en mi infancia, al igual que Chloe. Claro que solo eran teorías, nada de esto me parecía del todo real.

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora