Capítulo 33.

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Desperté agitada, con la sensación de que la muerte había estado cerca. Sentí que la mano de ella se extendía hacia mi pecho, y tomaba mi corazón entre sus manos, tirando de él, con todas las intenciones de quitármelo del pecho. Estaba sudada, la oscuridad impregnaba mi habitación, mi madre debió de haber pasado y apagado las luces en lo que me vio dormida.

Pensé que más me valía que no haya visto ninguno de los papeles que no era capaz de ver debido a la carencia de luz, pero, aún así, supe que lo mejor era dormir. Sería difícil, claro que sí.

De todas formas, era tonto sospechar de Alex solo por haberse mudado de Córdoba el mismo año en el que el suicidio había sido realizado. Era muy probable que su historia sea real y él y su padre hayan peleado por alguna tontería.

Eso explicaría por qué se había fugado de la ciudad en la que había pasado toda su adolescencia por una simple discusión.

De todas formas, era posible.

Cerré los ojos y me hice un ovillo, pensando en Alex. Joder. Se había adueñado de mi cabeza, al igual que hacía un mes había hecho con mi habitación. Era frustrante.

¿Tendría realmente las fuerzas como para alejarme ahora que todas mis sospechas estaban en él?

Y sin contar mi pesadilla, en la cual me encontraba en el cuerpo de la muñequita perfecta que resultaba ser Chloe Fray.

Elena, reacciona, me dije. No es más que una fantasía, una imaginación tuya basada en los reportajes que has leído con respecto a la chica.

Y es que sí. En mi sueño, donde era la princesa con un secreto que la carcomía por dentro, se demostraba muy bien lo que pensaba de ella. Una chica perfecta, amigos, familia, novio perfectos. Y, de repente, la sorprende la llegada de un anónimo, que aparece cada día en su casa siendo un conocido familiar que no demostraba peligro para nadie.

Hasta que los juegos, las amenazas que parecían simples bromas, se convertían en algo más, en gritos, en frustraciones y en violencia física. Podía imaginar su llanto, sus ruegos, sus oraciones cada noche, después de todo, creía en Dios, asistía cada semana a la iglesia, y las sesiones a ella se habían hechos más constantes cuando la locura empezó a infectar a su carácter, sus actitudes en el día a día con las personas.

Fue entonces cuando la preocupación apareció en su alrededor, y se supo que ella necesitaba un trato especial, ya que la muchacha empezaba a actuar cada vez de una forma más esquizofrénica.

Esa era mi mayor teoría.

Yo no era la primera muchacha a la que este anónimo acosaba, y planeaba que las cosas acabaran de la misma forma. Pero yo resistiría. No importaba si era Alex quien estaba clavándome el puñal por la espalda, estaría atenta.

Una energía de valentía me recorrió completamente. Y, entonces, algo que jamás me había sucedido antes. 

Quería aferrarme a la vida con uñas y dientes, quedarme. Aceptaría la oferta de Blake de seguir ayudándome, y buscaría toda la información que me sea posible, ya que la única pista que era capaz de seguir, era la de Chloe Fray.

Era como el camino amarillo que Dorothy debía seguir para llegar al reino de Oz para pedir su más grande deseo. Y sí, para ello debería enfrentarme a brujas y seres malvados.

Pero en la marcha, quizás conocería a personas que realmente podrían valer la pena, como Blake, quien decidía arriesgarse solo por ayudarme a descubrir a la persona detrás de ese anonimato.

Otra vez intenté dormirme, pero era casi imposible.

Cada ruido me tensaba, hasta el sonar de las ramitas del árbol de fuera de mi casa impactando contra la ventana, a causa del viento. Quizás las cosas serían más sencillas si tuviera la oportunidad de apagar mi cerebro. Así dejaría de pensar por un par de segundos, y los sueños no me atacarían en mis momentos de mayor vulnerabilidad. Alex me había matado en ese sueño.

Elena's FacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora