Viernes en la tarde, las clases ya habían hace pocos minutos terminado y todos los estudiantes del Colegio Françoise Dupont comenzaban ya a retirarse del establecimiento, no así quienes trabajaban ahí. El conserje comenzaría ya a encargarse de limpiar los salones de clases, el patio y el resto de las dependencias del establecimiento. Algunos profesores comenzaban también a retirarse también a sus respectivos hogares, buscando descansar luego de una extenuante semana, pero entre todos los funcionarios del establecimiento se encontraba alguien que aún no podía ponerse a descansar. Sentado en su oficina, el señor Damocles, el director del colegio, se encontraba revisando algunos papeles sobre su escritorio, se mantenía en silencio revisando cada uno mientras cada uno de los cuadros o adornos de búhos que se encontraban en el interior de la habitación parecían mirarlo silenciosamente. Aquella misma mañana algunos de esos documentos habían por fin llegado por correo hasta su oficina, afortunadamente el mismo día en que todo comenzaría a llevarse a cabo: Aquellos papeles correspondían a los documentos requeridos para que un alumno de intercambio fuese matriculado en el colegio. Ese alumno llegaría esa misma tarde y debía ser él mismo quien fuera a recibirlo al aeropuerto.
Desde hacía varios años es que el Colegio Françoise Dupont tenía una política de intercambio estudiantil internacional en la cual un alumno de una escuela o colegio de otro país sería integrado durante seis meses mientras que durante ese mismo tiempo un alumno del Colegio sería llevado a la escuela o colegio del cual el alumno extranjero provenía. El señor Damocles se encontraba con dos pilas de hojas, una referente al alumno, en realidad alumna, que pasaría los próximos seis meses en Latinoamérica, y la otra referente al alumno que estaba en aquellos precisos momentos a bordo del avión que lo estaba trayendo a París.
Miró la hora: casi las 5 de la tarde, tiempo suficiente para poder llegar al aeropuerto Charles de Gaulle y esperar a que Javier Rodríguez, el chico latinoamericano, llegara a París, cuyo avión llegaría en unas dos horas más. Suspiró largamente; sabía que su momento de descanso recién comenzaría el sábado en la tarde, luego de la reunión que tendría con la profesora Mendeleiev, quien sería la maestra a cargo de Javier y que estaría en su clase durante los siguientes seis meses reemplazando a la alumna que el día anterior había ya viajado hasta Latinoamérica. Siendo él el encargado principal del establecimiento él era el que tenía que velar por que todo resultara bien, debía ser él quien fuera a recibirlo al aeropuerto y llevarlo al lugar en donde se quedaría durante los siguientes meses.
No tenía nada más que hacer entonces, la profesora Mendeleiev no se encontraba en el colegio en esos momentos; tan puntual como siempre, cuando terminaba su última clase tomaba sus cosas y se retiraba inmediatamente, y no hubo manera de convencerla de quedarse un rato más para ir con él al aeropuerto para ir a recoger a su nuevo alumno. Si aceptó, sin embargo, la reunión del sábado en la mañana para comenzar a saber más sobre él. El señor Damocles suspiró nuevamente, decidió irse de inmediato al aeropuerto para esperarlo con más tranquilidad, podría sentarse tranquilamente, tal vez beber un café y evitar algún contratiempo inesperado que podría ocurrir en el trayecto, por lo que se puso de pie, se calzó su chaqueta y salió de su oficina.
Entonces, en esos mismos momentos, a miles de kilómetros de ahí, un avión se encontraba volando sobre el Océano Atlántico, según las múltiples pantallas que se encontraban separadas entre varias filas de asientos se veía que estaban a punto de comenzar a sobrevolar por tierra, y en un par de horas llegaría finalmente al aeropuerto Charles de Gaulle. A más de 10000 metros de altura y aún sobrevolando solamente el calmo océano solo había silencio, el cual a veces era interrumpido por algún pasajero tosiendo o por el resuello de alguno que dormía o por el constante caminar de los sobrecargos del avión, el resto de los pasajeros despiertos se mantenía viendo alguna de las películas que ofrecía el avión que se proyectaban en cada una de las pantallas individuales colocadas en la parte trasera de los asientos o leyendo alguna revista o libro. Ubicado en la fila 19, en el asiento junto a la ventana izquierda, un joven pasajero se encontraba despierto, en su regazo tenía unos pocos papeles que los había estado revisando una y otra vez. Ningún pasajero había ocupado el asiento junto a él por lo que pudo dejar ahí la carpeta que había subido consigo y que no había dejado junto al resto de su equipaje. A sus 14 años, una nueva aventura estaba comenzando en su vida y hacía tan solo algunos meses jamás se imaginó que se iba a encontrar viajando hacia el otro lado del mundo luego de haber sido aceptado en un intercambio estudiantil. Los papeles que tenía en su regazo eran datos sobre el lugar en donde se quedaría, el nombre del Colegio a cual asistiría y otras informaciones que debía intentar aprenderse pronto. Tenía además en esa carpeta un mapa turístico de París que utilizaría mientras aún no tuviera una conexión estable a internet o que usaría cuando su teléfono estuviera sin carga. Luego de hojearlos una vez más los volvió a colocar en su carpeta y se dispuso a relajarse nuevamente. Un vuelo de más de 12 horas había sido larguísimo para él y lo había pasado durmiendo, viendo alguna película a medias, comiendo los refrigerios que le habían repartido, mirando por la ventana o caminando por el pasillo para ir al baño, pero sabía que quedaba poco para poder finalmente llegar. Reclinó un poco su asiento quedando justo a la vista de la ventana y comenzó a mirar por ella. Sus brazos se encontraban apoyados en sus piernas. Miró involuntariamente a su brazo derecho, a la altura de la muñeca y una sonrisa se dibujó involuntariamente en su rostro. Él nunca había sido alguien que usara pulseras, pero en esos momentos y en su propia muñeca derecha tenía una. Ésa era una linda pulsera hecha a mano, hecha con cuerdas trenzadas de color azul, amarillo y blanco mientras un nudo mantenía todas en su lugar. Sonrió al pensar que ésa correspondía al único recuerdo familiar que portaría durante toda su estancia en París.
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Miraculous: Alma oscura
Hayran Kurgu¡NUEVO FANFIC! ¿Qué tal si un afortunado joven de Latinoamérica es seleccionado para realizar un intercambio estudiantil en París? Un sueño hecho realidad para él, nuevos amigos que conocer y muchas aventuras que ocurrirán. ¿Será todo tan perfecto c...