Sin mí, luces mas feliz.

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Musa había terminado de lavar la ropa, tanto de ella como de su hijo. Podía mandarlo a él a hacerlo, pero ella quería estar distraída todo el tiempo. 

Con su cesta de ropa limpia, subió las escaleras directo al cuarto de su primogénito a dejarle las prendas bien dobladas. Al entrar, suspiró.

—No puedes estar así cada vez que vienes de visita, hijo.—se lamentó, dejando la cesta encima del escritorio.

Acostado boca abajo, Corde daba un aura depresiva muy fea. Estaba decaído mirando a un punto de la alfombra, desganado.

Solo pensando en aquella rubia que le partió el corazón sin querer hacerlo directamente.

—En la escuela no puedo estar solo con mis lamentos.—murmura.—Eloy me lanza por la ventana. Tú no eres capaz de eso.

—Por desgracia.—se encogió de hombros.

Caminó hasta la cama y se sentó en la orilla de esta. Le dolía ver a su pequeño tan destrozado, hundido porque su amor es imposible por culpa de sus diferencias. Era algo que madre e hijo tenían en común.

Los amores de sus vidas los habían dejado y no sabían si era para siempre.

—Vale, tú me ayudaste con la ida de tu padre,—pasó sus dedos por el cabello de su hijo con suavidad. Él ni se inmutó. Ella sacó su celular del bolsillo.—ahora yo te ayudo con tu situación.

Corde se percató que Musa marcó un número y estaba esperando a que le atendieran. Frunció el ceño.

—¿A quien llamas?

El hada dios solo le sonrió.

—Al experto en estos casos.

(...)

Ella estaba contenta. Muy feliz. Inmensamente feliz.

Caminaba tomada de la mano con el apuesto chico que la rescató esa noche tormentosa, habían estado saliendo un par de veces luego de eso, pero cada día era más divertido.

Pasaron por una tienda de joyas, diamantes costosos que toda princesa debería tener. El joven era de familia adinerada, por lo cual podía costear regalos así para su chica.

—¿Te gusta alguno?—le preguntó, señalando la vitrina.

Soraya se detuvo a apreciar cada una de ellas, emocionada por tener un nuevo accesorio para combinar sus prendas. Le llamó la atención uno en particular, era sencillo: un collar de perlas muy brillantes.

—Se parece mucho al que Corde me hizo en mi cumpleaños.—sonrió, recordando hace dos años la "sorpresa" que le tenía.

Sorpresa entre comillas porque lo pilló buscando perlas a las 10 de la noche en un viaje que hicieron todos a la playa, fue comiquisimo verlo maldecir cuando se le caían en la arena y no las encontraba en la oscuridad.

—¿Qué dijiste?

Ella sacudió su cabeza y alejó esos pensamientos, eso es pasado y debía concentrarse en su presente.

—Nada importante.—soltó una risita.—Las perlas son mis favoritas, me encanta el océano.

—Perlas serán entonces.—sonrió.

La abrazó por los hombros y besó su frente, la rubia se sentía cómoda con el calor que emanaba el guapísimo chico. Sentía protección, paz, una vida lejos del peligro. Una vida común y corriente con un chico soñado de cualquier adolescente.

Winx Club. Nueva Generación: One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora