→ tres

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YoungJae inhaló hondo mientras recogía su largo cabello en un moño desordenado y gira el cuerpo hacia el hombre recostado en uno de los muebles, soltando risas por alguna cosa que encontrara entretenida en su teléfono. El escritor había aceptado limpiar el departamento por completo para conseguir galletas horneadas, pero no ha visto al contrario mover ni un solo dedo para preparar las susodichas y es cuando se pregunta que tan manipulable puede llegar a ser por comida.

En todos estos días, él ha cumplido con su palabra. Eso lo más molesto del asunto, la voz que tanto lo atormenta en su interior aceptaba colocarse en su equipo, como si ya el escritor no tuviera suficientes enemigos y cada vez menos razones para deshacerse del cocinero.  Su madre no aceptaría que lo echara sin un motivo sólido, ella estaría agradecida de ver lo que JaeBeom había logrado en él y también estaría de su lado para que no sea despedido. Como si YoungJae lo necesitara.

El escritor apoya su mentón en la punta del palo de la escoba, sus ojos se pasean curiosos por la anatomía del mayor. Las gruesas piernas saliendo por los soportes de brazos, de vez en cuando tomando impulso para arreglar su cuerpo en el sofá. JaeBeom no era diminuto para estar en aquella posición, pero insistía en adoptar esa mala postura sin importar todas las expresiones de dolor que YoungJae había atrapado en su rostro cada vez que se movía, la molestia provenía en la zona de su cuello y tuvo que apartar la mirada cuando se encontró a si mismo queriendo saber que otros lugares estaban siendo afectados. No, tal vez si se lastimaba lo suficiente, se iría y no lo molestaría más.

Excepto, que su cuerpo y mente nunca han estado coordinados, por lo que la mirada confusa que le envió el cocinero lo hizo percatarse que había arrojado uno de los cojines del sofá principal hacia su dirección. El escritor balbuceó por unos instantes, pero no había forma de que mágicamente el objeto aterrizara sobre él. Cuando logró formular una excusa, la atención del cocinero se enfocó en otra cosa, dejando al escritor jadeante.

—Me gusta tu reloj. 

YoungJae frunció el ceño, elevando su mirada hacia el mencionado. A veces olvidaba que existía, fue una de las compras que mas se arrepentía de realizar. No combinaba con el horrible tono azul de las paredes, ni la decoración.

—Jamás había visto uno parecido. —JaeBeom continuó hablando del mismo, como si algo en él fuera realmente interesante— ¿Es una reliquia o algo así?

Solo a regañadientes lo admitiría, era una pieza única que había luchado por conseguir. Cuando era más joven, solía ser fanático de cierto libro de terror. Pero, no era la historia que le fascinaba sino el romance entre dos de los protagonistas. Ambos eran hombres, tenían un departamento compartido y un reloj detenido en la fecha y hora donde los dos se enamoraron del otro. YoungJae no dudó ni un solo segundo en pagar la importante suma de dinero que significaba tener una replica del mismo, sin pensar que solo era un objeto de colección y no una pieza mágica que le resolvería sus dudas. En ese momento estaba demasiado desesperado para pensar con claridad, ahora no es capaz de tirarlo a la basura por su valor monetario.

―blooming day.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora