❝ YoungJae es un famoso escritor que lleva más de tres años escondido en su departamento, apartado de los medios y hundiéndose en lo más profundo de su tristeza. No hay nada más trágico que un escritor sin inspiración y él es la prueba de ello. Su m...
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— ¿Qué es eso?
JaeBum se acerca hacia donde YoungJae se encontraba, ahora que el cocinero se le había permitido asaltar el tesoro escondido del escritor, ambos empezaron a pasar más tiempo allí. YoungJae se ubicaba sobre el escritorio, utilizando la computadora para quién sabe qué, a veces acompañaba al otro con las lecturas en el juego de muebles o directamente se iba a su habitación. Comenzaba a creer que solo se quedaba con él porque quería pasar tiempo juntos, pero YoungJae rechazaba esa idea al decir que únicamente quería vigilarlo.
La bolsa fue dejada encima del escritorio, con los ojos del menor sobre ésta y luego en el cocinero, el cual solo se encogió de hombros mientras volvía al manga que lo esperaba en la mesa, agarrándolo y sentándose para fingir que estaba ignorando al escritor.
— Averígualo por ti mismo. —Dice reprimiendo una sonrisa que quería salir al escuchar las quejas de YoungJae.
El escritor no tardó en atacar la bolsa con el motivo de averiguar su contenido y suelta una ruidosa carcajada cuando saca un libro de dibujos de ésta, junto con una caja de colores con la misma imagen de empaque.
— ¿La Leyenda de Aang? —Arquea una ceja mientras hojea el libro, donde solo eran bases de imágenes de la caricatura para colorear esperando a ser rellenadas. Mira hacia el escritor quién mantiene una sonrisa divertida.
— Sí no te dejé como él cuando te corté el cabello, al menos deberíamos tener una referencia para la próxima vez.
— Entonces, evitaré por completo recordarte que me hace falta retocarlo. —Toma uno de los mechones que ya llegaba hasta un poco más arriba de su mentón, luego acerca la imagen de Aang ya coloreado y con el cabello largo hasta su cara. — ¿Me vería bien con cabello corto?
JaeBum hizo una mueca.
— En mis peores pesadillas, sí. —YoungJae sacó el cojín de su silla y se lo lanzó, aterrizando directamente en su rostro. — ¡De acuerdo, tú ganas! Le quitarías el puesto a Afrodita como Dios de la Belleza.
— Eso es exacto lo que quería escuchar. —Dice sonriendo con satisfacción y empezando a destapar los colores, había dejado su computadora de lado para enfocarse completamente en ello.
El cocinero observó sus movimientos, la forma tan animada en que sacaba los lápices de la caja y los ordenaba a un lado de él. Luego, revisando el libro para encontrar un dibujo que quisiera colorear con una concentración impresionante y divertida.
