El pequeño gángster y su propia versión de Bohemian Rhapsody

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Los brazos que soportaban el peso de Mark no eran tan grandes, ni la gabardina del esmoquin era suave, ni su contacto era caliente; Johnny estaba frío como el iceberg que hundió el Titanic –y todos los icebergs en general–. Sin embargo, su agarre no flaquea ni por un segundo.
El menor frotaba su rostro en el pecho contrario como un niño, como para avisarle a Johnny que estaba despierto, pero no le prestó atención. Siguió con el chico a cuestas hasta entrar a su departamento, luego lo dejó apoltronarse en su sofá.

—Jeff–...

—Ten llamó mientras manejaba,— no agregó el hecho de que no tenía dinero para pagar un taxi y que hizo malabares para no tirar a su amigo de la motocicleta mientras contestaba el celular.— Le pedí que hablara con Donghyuck, que el podría saber algo sobre su situación, ya que a mi no me dijiste nada.— Mark apretó los labios, incómodo.— A ese tal Jeffrey lo fue a ver la policía, no tenemos noticias aún. Sé paciente, por favor.

Mark siempre supo que era un fracasado, desde la primera vez que intentó vacilar a Doyoung para que le revele el estado de sus padres hasta ahora que intentaba cargar el peso del mundo por su cuenta, pero en ese preciso momento, ante la mirada incomprensible del chico que le gusta –uno de ellos, al menos–, se sentía débil.

Fracasado, débil y deprimente.

—No quería meterte en esto.— Artículo con algo de dificultad, abriendo un poco más su boca para hablar debido a que necesitaba tomar bocanadas de aire.

Johnny buscó algo en la cocina, cuando volvió traía consigo un vaso con Coca-Cola. Se lo ofreció.

—Necesitas azúcar.— Tomó el vaso y sorbió en silencio.— Sé que no me incumbe tu vida, Mark. Lo que me preocupa es que me estuviste mintiendo mucho, sobre cualquier cosa.— El menor se ahogó con la bebida.— Ese día del robo, cuando logramos sacarte de la comisaría y tus madres me invitaron a tu casa, me pediste que me quedara contigo...

—John...

—Lo hice y, me parecías un chico extraordinario. Todo lo que me contabas, de como estabas a cargo de una gang que era más una organización no gubernamental a favor de los menos favorecidos que unos rebeldes sin causa.— Rió con suavidad.— No hizo falta pasar tanto tiempo contigo para que me enamorara de tu personalidad.

—¿Estás ebrio?

—No lo estoy diciendo de manera romántica, dummy.— Finalmente se sentó a su lado, Mark se giró un poco para enfrentarlo.— Quiero decir que me parecías un niño fabuloso, y me sigues deslumbrando cada día. Eres un rayito de sol.— Movió los labios con duda sobre lo que iba a decir a continuación, pero carraspeó y volvió a hablar.— ¿Sabes? También le decía así a mi hermano menor, tú me recuerdas a él. Quizás por eso estoy tan obsesionado contigo.

—Nunca me hablaste de él.

—Sí, bueno...— Aclaró la garganta y se sobó la nuca.— Es complicado para mi, falleció en un accidente automovilístico.— El corazón de Mark dio un vuelco.— Se llamaba Cal, era un niño vivaz e inocente, le gustaba ayudar a la gente y tenía un horrible sentido de la moda. Él salía de un partido de béisbol después de lanzar su primer home run, nadie pudo ir a retirarlo así que si tomó un taxi.— Los ojos de Johnny se apagaron.— Este colisionó con el automóvil de una familia de empresarios importantes, los Lee. Fue tal el choque que ninguno quedó con vida. Y, era una sátira dolorosa, porque Cal estaba en perfecto estado exteriormente pero por dentro todos sus órganos se deshicieron debido al impacto. Pasó desapercibido, nadie hizo una noticia sobre el niño de nueve años que batió un home run antes de morir, no obstante, por tres días seguidos, se habló de los empresarios y todo lo que habían perdido al no poseer un heredero.

Gangsta [JohnMark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora