You won't mourn a day

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—Oh, sigues vivo.

—No lo digas de esa manera, me harás pensar que no te caigo bien.

Doyoung literalmente entró por la ventana sin inmutarse por los ruidosos ladridos del Golden Retriever de Jeffrey, este mismo se encontraba leyendo la revista Rolling Stones sentado en el sofá desgastado en medio de la sala.

El civil dejó la revista en su regazo y lo observó con una mirada de irritación.

—¿Cómo sabes dónde vivo?

—Los registro de mudanzas, Jeff, sabes que puedo conseguirlos.— Se acomodó la chaqueta de cuero sintético y se acercó hasta quedar frente a él; intercambió lugares con la revista.

—¿Cómo sabes que me mudé?

—¿Porque tengo el control de toda la red informática de Canadá?

—Querrás decir, tu mamá lo tiene. 

Doyoung rodeó los ojos.

—Es mí madrastra.— Juntó sus manos  en medio de sus piernas y se encogió de hombros, cualquiera que no lo conociera diría que se veía inocente; Jeffrey, agraciado por la imagen, se hincó para besarlo como tanto había fantaseado desde que lo mantuvo recluido en la suite.— Veo que no estás enojado por esposarte a la cama, me alegro.— Soltó en un suspiro cuando se separaron.

—Me tomó una semana completa volver a caminar con normalidad.

Doyoung rió, dulcemente también, como si no fuera capaz de matar ni a una mosca pero que, en realidad, prefiere asesinarlas en cantidad con una raqueta eléctrica.

—Jeffie,— Tomó sus mejillas.— Ven conmigo.

—¿A dónde?

—A Estados Unidos.

Jeffrey se mordió el interior de la mejilla, asimilando lo que se le había dicho.

—Supongo que no es que estás feliz de verme.— Tanteó el bulto de su entrepierna que hace rato lo estaba molestando.— y que lo que tienes aquí es un arma.— Concluyó.

—Exactamente.

—Bueno, creo que no tengo opción.

—Claro que no.

—¿Me permites dejarle una nota a mamá diciéndole que me fui a experimentar mí etapa hippie? Porque se pondrá triste si sabe que un mafioso me secuestró.— Explicó empujando a Doyoung con suavidad para sacarlo de encima.— Prefiero serle una decepción antes que hacerla llorar.

—No hay problema pero, tendré que mantener la pistola entre tus costillas.

—Okay, ya es como un fetiche para mí, de todas formas.

El procedimiento se hizo como se lo había predicho, con el cañón apuntando a las costillas de Jeffrey justo por abajo de la remera porque Doyoung también era un fetichista.

El civil pegó la nota en el refrigerador con un imán.

—Al menos ahora tendrá una boca menos que alimentar.

—¿No son sólo ustedes dos?

—Mamá y yo, un perro, un japonés que a veces viene a comer y un gato callejero que acogemos cada vez que llueve. Voy a extrañarlos.

Doyoung le sacó el seguro al arma, el sonido retumbó como eco en toda la extensión de la casa.

—Vámonos.

Empezó a apurarlo puesto que estaba ganando antes la razón de Jeffrey que su síndrome, y eso era un problema para el chico que quería poseerlo.

Gangsta [JohnMark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora