Las cosas más simples

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Shidou había dejado que Satou se escapara, ¿qué más podía hacer? Estaba triste, las palabras que le había dicho Mikael eran dolorosas. La batalla musical con Miku, la DEM, el secuestro de Tohka, su poca fuerza, su muerte y finalmente Tohka inversa, no hubo nada que él pudiera hacer. Los responsables deberían pagar, ahora entendía todo y en parte, Mikael tenía razón, Tohka inversa había matado personas inocentes, y Shidou también había perdido a sus padres, sabía de sobra el dolor que sentía ese chico, por lo menos él fue adoptado y aceptado por otra familia, en la que conoció a Kotori.

Durante sus primeros días de soledad, él deseó la muerte, deseó estar con sus padres sin importar en donde estuvieran. El joven se quitó la peluca y los pechos de mentira. Las lágrimas cesaron para dar paso a la rabia. Shidou se levantó y pateó la silla en la que estaba sentado.

—Isaac Wescott... si tan solo no hubieras aparecido... yo también soy culpable...

—¿Podrás responder por todo lo que suceda?

Ciertamente, no solo podía decir sí, como si alguien quisiera tomar esa responsabilidad. Nadie quiere dar la cara por los demás, sobre todo si hay peligro acechando, el miedo, el odio, la muerte, todo eso esperándole, no es algo que puedas decir solo sí, porque nadie puede salir ileso donde habitan esas bestias.

Shidou tenía miedo, porque una mala decisión afectaba a terceros, que no tenían culpa de nada, no era justo que la familia de Satou hubiera muerto porque él no pudo detener a Ellen de matarle, si tan solo hubiera pensado un poco más en las consecuencias, pero... en esos momentos él no se había tomado las cosas en serio, no había aprendido a defenderse, no había cambiado. Ahora era otro, ¿antes? Antes era un chico como cualquier otro, tenía la vida para él mismo, una hermanita algo traviesa pero linda, muy linda, tanto la aprecia que la gente los miraba raro, sin preocupaciones, sin dolor, sin entrenamientos, sin preocuparse más que por sí mismo y Kotori.

Ahora la culpa, el miedo, el dolor y la tristeza acechaban como bestias salvajes cada vez que cometía un error, cada vez que se sentía mal, esos demonios lo perseguían.

Kotori quedó viendo a Shidou, había pasado mucho tiempo mirando el suelo que él no se dio cuenta de que ella ya estaba ahí junto con las demás.

—Shidou...

Yoshino se acercó hasta él, se puso en frente y como ella era más bajita, Shidou la pudo observar. Todas las demás no se atrevieron a estar cerca del joven puesto que ya conocían que cuando él estaba de malas, podía ser realmente violento, incluso con ellas.

«Yoshino». El muchacho observó la cara de preocupación de la niña, pero luego ella le regaló una sonrisa sincera y le acercó a la cara a Yoshinon.

—¿Estás bien, Shidou-kun? —preguntó la marioneta.

—Yoshinon... Yoshino...

—¿Shidou-san? —preguntó la dueña de la marioneta con voz tímida. El joven sonrió y se limpió las lágrimas secas de las mejillas y tomó aire para poder bajar un poco hasta la estatura de Yoshino y le acarició la cabeza. Kotori y las demás suspiraron aliviadas de que no hubiera pasado nada malo.

«Creo que todo lo hago mal. Cada decisión que tomo, cada cosa que he hecho, de alguna manera, siempre daña a los demás. He pasado de fracaso en fracaso, pero de todo eso, lo único que he logrado es verlas sonreír. Cuando antes solo estaban asustadas, incomprendidas, enojadas, siempre peleando, conviviendo siempre con esas emociones negativas. Lo que he hecho es tan simple que no entiendo por qué estoy tan orgulloso». Shidou la abrazó con fuerza y la envolvió en sus brazos, como si tuviera un frío abrumador y estuviera desesperado por algo de calor. «Mikael... no soy fuerte, de nada me sirvió golpearte y sangrarte, lo único que sé hacer son cosas simples... salir a citas, hablar con los demás, sonreír, gastar mi dinero en las citas, en comida para Tohka, solo sé alentar al abatido, yo solo sé hacer esas cosas. Y no tengo tu conocimiento, ni tu poder, solo sé apiadarme de otros porque sé lo mucho que duele sufrir, lo mucho que duele estar solo».

Guía para enamorar a un espírituDonde viven las historias. Descúbrelo ahora