2. Somos independientes y no dependemos del otro...

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Mi segunda cosa favorita de Nueva York eran los chicos. Había tanta variedad que no sabía hacia dónde mirar. ¿Por qué todos tenían que ser tan atractivos? Me pregunté cuántos de los chicos que había visto tendrían contratos con alguna agencia de modelaje.

No llevaba ni una hora en la gran manzana y ya había planeado mi boda con al menos tres extraños. Iba a ser divertido conocer personas nuevas... sobre todo después de mi última experiencia amorosa. Recordar a Sam me causaba una mezcla de escalofríos y asco. Sacudí la cabeza regañándome a mí misma por pensar en él, me había prometido no hacerlo. Esta era mi nueva vida, y Sam ya no formaba parte de ella.

Después de 25 minutos de tráfico y desesperación en el taxi que habíamos tomado en el aeropuerto, llegamos al edificio. Pague la mitad de la fortuna que nos había cobrado el taxista y deseé haber venido caminando hasta aquí. Nota mental: No volver a tomar el taxi en esta ciudad a menos que fuera una verdadera emergencia.

Bajamos las maletas y me costó trabajo creer que Caleb solo traía dos maletas, eran enormes pero seguían siendo dos. Miré mis cuatro maletas y me pregunté si había traído demasiadas cosas.

El edificio en el que íbamos a vivir tenía aproximadamente veinte pisos, no era un edificio nuevo pero tampoco estaba en ruinas, se veía acogedor y tenía el clásico estilo que tenían todos los edificios en Brooklyn. No demasiado lujoso pero manteniendo el toque pintoresco. Había mucho movimiento en esa parte de la ciudad, esperaba que no me molestara por la noche cuando intentara dormir.

Recogimos las llaves de nuestras habitaciones y fue cuando me di cuenta: El elevador no servía. Mi departamento estaba en el piso número ocho, jamás podría subir todas mis maletas en un solo intento, tendría que volver a bajar para recoger el resto de las maletas. A menos que Caleb aceptara tomar una de mis maletas y de esa forma llevar tres cada uno.

-         ¿En qué piso estás? – pregunté sonando un poco interesada.

-         Ocho – contestó mirando todo a nuestro alrededor – Al lado del tuyo.

-         Dios ¿Por qué?

-         ¿Nunca escuchas las conversaciones que tienen nuestros padres, cierto?

-         Claro que no, es aburrido.

-         De haberlas escuchado, sabrías que les encanta la idea de que tengamos departamentos contiguos, así ambos podremos cuidar del otro – dijo guiñándome un ojo.

Entonces recordé el discurso que mi madre no se cansaba de repetir desde que supo que me mudaría: "No te separes de Caleb hasta que conozcas bien la ciudad y hagas amigos y bla bla bla...". ¿De verdad creía que iba a hacer eso? Tenía dieciocho años y era perfectamente capaz de cuidarme yo sola en otra ciudad sin la supervisión de alguien. Mis padres probablemente querían que tomara la mano de Caleb al cruzar la calle.

-         Ambos sabemos que las peticiones de nuestros padres realmente no importan, somos independientes y no dependemos del otro, si quieres ir a recorrer la ciudad y perderte en ella puedes hacerlo, tienes mi celular y con gusto llamare a la policía para que vayan a recogerte y te regresen a casa – me burlé.

-         Eso suena a algo que tú harías...

-         ¿Perderme en la ciudad? Por supuesto, estás de broma si crees que te voy a pedir permiso cada que quiera salir a explorar por los alrededores...

-         Jane, de acuerdo – dijo luciendo inquieto – Si vas a salir a "explorar", solo prométeme que lo harás durante el día, si sales por la noche estarías cometiendo una verdadera estupidez y no sabría cómo explicárselo a tus padres. Brooklyn no es como lo pintan en las películas, si alguien decide asaltarte, Spiderman no llegara a tu rescate, mucho menos Edward Cullen.

-         ¿Quieres dejar de hacer referencias sobre Crepúsculo? Lo dices como si fuera mi cosa favorita en el mundo.

-         Oh, vamos. ¿Crees que vas a engañarme? Sé que fueron tus libros favoritos por mucho tiempo, tu madre le contó a la mía sobre la vez que...

-         Shhh shhh – lo interrumpí poniendo un dedo sobre sus labios - ¡Cállate! ¿Acaso crees que voy a hacer amigos anunciando a los cuatro vientos que amo secretamente una saga de vampiros? Tú ganas, prometo que solo saldré a explorar durante el día, también notificaré a la policía antes de salir y llevaré un GPS conmigo ¿Feliz?

-         Lo del GPS definitivamente me tranquiliza... - se giró y tomó sus maletas listo para subir todas esas escaleras.

-         ¿Caleb?

-         ¿Qué? – dijo girándose hacia mí de nuevo.

-         ¿Podrías ayudar con una de mis maletas? De esa forma cada uno subimos tres y no tengo que volver a bajar – sonreí de forma casi suplicante.

-         ¿Qué paso con "somos independientes y no dependemos del otro"?

Otra razón para aborrecer a Caleb: su memoria era ridículamente buena. Podría recordar algo que dije en octubre de 1999 y burlarse de mí.

-         Al diablo con eso, no quiero volver a subir los ocho pisos, imagina lo feliz que se pondrá tu madre cuando la mía le diga que fuiste lo suficientemente amable como para ayudar a instalarme, imagina la sonrisa de tu...

-         ¡Basta! – me interrumpió - Te ayudaré solo para que cierres el pico.

Dicho esto levantó del piso dos de mis cuatro maletas.

-         ¿Qué demonios traes en estas maletas? ¿Todas las series vampíricas cursis del país?

Le hice una mueca.

-         Ey, solo necesito que me ayudes con una, no es necesario que cargues tantas tu solo.

-         Estarás quejándote todo el camino si te dejo llevar tres.

-         No quiero parecer una de esas feministas locas pero creo que puedo llevar la misma cantidad de maletas que tú.

-         De acuerdo – dijo poniendo la maleta de vuelta en el piso para que yo la tomara – Lo que sea, solo vámonos.

Íbamos en el piso número cuatro cuando quise tirarme al suelo por el cansancio. No podía seguirle el paso a Caleb.

-         Oye, camarada... ¿Podrías caminar más despacio? – pregunté sin aliento. Mi corazón latía con rapidez.

-         No me digas que estás cansada... – supe que se estaba burlando de mí por la forma en que hablaba – ¿Te arrepientes ahora de haber puesto todas esas excusas en clase de gimnasia?

-         Wuoh, eso no es justo. No estoy de acuerdo en que se nos obligué a todos los estudiantes a andar corriendo por ahí como corderitos desquiciados.

-         Por lo menos esos corderitos tienen condición física y pueden subir escaleras sin desplomarse.

-         En mi defensa puedo decir que mis maletas pesan más...

Caleb entornó los ojos y me arrebató una de las maletas.

-         Escucha Jane, si vuelvo a escuchar otra queja sobre lo cansada que estás o sobre la inclusión de deportes en el sistema educativo, voy a dejar tus maletas en las escaleras sin mirar atrás ¿Entendido?

Asentí con la cabeza y me dispuse a cargar las dos maletas que me quedaban, silenciosamente mirando como Caleb cargaba cuatro enormes bultos.

Cuando por fin llegamos al piso número ocho, Caleb dejo las maletas afuera de mi puerta, se despidió de mí con un "Buenas noches, corderito quejumbroso" y se metió en su departamento sin decir otra palabra.

Cuando abrí la puerta y vi mi nuevo hogar no pude evitar sentir un poco de miedo. Era más grande de lo que había pensado, tenía dos habitaciones, en la primera estaba la pequeña sala y la cocina y en el otro una recámara y el baño. Me asomé por una de las enormes ventanas y descubrí que incluso tenía escalera de incendios.

Le mandé un mensaje de texto a mi madre diciéndole lo increíble que lucía mi departamento, tomé un corto video del lugar y se lo envíe. Me quedé dormida en el pequeño sofá escuchando al vecino de arriba tocar el violín.


En el departamento de al lado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora