22. "Cane"

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Cuando desperté a  la mañana siguiente, no podía ver más allá de Caleb. Literalmente. Mi cabeza estaba debajo de su barbilla y mi nariz estaba tocando su cuello. Una de sus manos descansaba en mi cintura mientras que una de las mías estaba apoyada en su costado. ¿En qué momento de la noche había pasado esto? Éramos como… audífonos enredados. Hasta nuestras piernas estaban entrelazadas. Me gustaba como olía Caleb y la piel de su cuello era tan suave… me detuve alarmada por la dirección de mis pensamientos.

Tenía que poner algo de distancia entre nosotros, empecé a moverme lejos de Caleb pero sus brazos me apretaron aún más. Incluso dormido tenía más fuerza que yo. Lo empujé con más fuerza de la necesaria repentinamente abrumada por nuestra cercanía. No logré que dejara de abrazarme pero definitivamente lo había despertado.

-          ¿Qué sucede? – preguntó Caleb con la voz ronca y los ojos entrecerrados.

-          Yo… no puedo respirar – dije exagerando un poco.

De pronto Caleb pareció consciente de nuestra cercanía y de la fuerza con la que estaba abrazándome, alejó su cuerpo del mío.

-          Oh, lo siento – susurró.

Ya que cada quien estaba en su lado de la cama, Caleb estaba terminando de despertarse mientras miraba al techo, me quede observándolo sin decir nada. Era uno de esos silencios en los que nadie se sentía con ganas de hablar y a ninguno le incomodaba la falta de plática. Eso sucedía muy a menudo entre Caleb y yo. Silencios. Pasaba casi tan seguido como nuestras peleas verbales.

-          ¿Quieres dejar de observarme? Sé que soy atractivo pero podrías intentar ser más disimulada.

-          Voy a dejar pasar ese comentario solo porque realmente aprecio tu calentador.

-          ¿Solo mi calentador? ¿Qué hay de mi calor? Fue lo que te mantuvo cálida toda la noche – me guiñó el ojo.

-          ¡Caleb! ¿Por qué tienes que hacer todo tan vergonzoso?

-          Está bien, está bien. Lo siento – se giró para verme fijamente – Pero es verdad – dijo en voz más baja.

Gruñí.

-          Eres tan… tan… - no podía encontrar la palabra.

-          ¿Caliente? – rio.

-          ¡Ugh, se acabó! – me senté con la intención de levantarme de la cama.

Los brazos de Caleb se enredaron en mi cintura de nuevo y me jalaron de regreso a la cama, a su lado.

-          Estás arruinando el trabajo de calentamiento de toda una noche. No lo arruines tan temprano – dijo alejando sus manos de mi cintura.

-          ¿Y qué sugieres? ¿Estar aquí todo el día manteniendo el calor?

En el departamento de al lado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora