Al día siguiente tuve que usar más maquillaje del que acostumbraba para ocultar el rasguño que tenía en la mejilla. Respire profundamente, tomé mi mochila y salí del departamento. Caleb estaba esperándome afuera como de costumbre.
- Prometo arreglar la puerta hoy en la tarde – dijo mientras la cerraba falsamente. Se suponía que vendría a arreglarla ayer por la tarde, pero llego a casa casi a las once de la noche. Seguramente había salido con Danielle.
- ¿Estás seguro que no quieres que lo reporte con la portera? Solo mandara a alguien a que la repare, le diré que… me caí.
Me miró como si fuera la persona más ingenua del planeta.
- No puedes hacer eso, Jane. Querrá que pagues el dinero de la reparación y lo añadirá a la renta. Puedo repararla yo mismo hoy en la tarde… y lo mejor de todo: Gratis – enfatizó haciendo un gesto con las manos – ¿Acaso no recuerdas que soy bueno con las puertas?
Recordé las incontables veces que se había metido a mi departamento a buscar azúcar, café o cualquier cosa que le hiciera falta.
- Lo recuerdo ¿No es maravilloso? Si tu carrera como médico no funciona siempre podrás ser cerrajero, tiene casi el mismo nivel de prestigio – le di un par de palmaditas en el hombro.
- Por lo que veo ya recuperaste tu lamentable sentido del humor.
- Por supuesto, no voy a llorar por alguien como Bradley por más de 24 horas.
Caleb rio y negó con la cabeza mientras bajamos los cientos de escalones del edificio. Cada día era más frío que el anterior, el invierno en Nueva York era muy intenso, bastaba con estar más de diez minutos en el exterior para sentir como mi rostro perdía movilidad y sensibilidad.
Caleb y yo caminábamos en silencio, solo escuchando los ruidos de la ciudad, en parte porque tenía frio y también porque no podía dejar de pensar en las posibilidades del día, ¿Qué sucedería si Bradley no había cambiado sus clases? ¿Tendría que cambiarme yo? Tan solo de pensarlo hizo que un peso enorme cayera sobre mí, me gustaban los profesores que estaban en el primer turno de clases. Cambiarme sería una pesadilla y…
- ¡Jane! – gritó Caleb al tiempo que sentí como apretaba mi brazo y me jalaba hacia atrás. Regresé a la realidad - ¡Estabas a punto de cruzar la calle! ¿No viste el señalamiento? Tal vez el golpe en la cabeza fue más duro de lo que pensé. ¿Quieres que revise la herida una vez más? – se acercó a mí con todas las intenciones de despeinarme y revisar la estúpida herida.
- Claro que no, Caleb. Aléjate, estoy bien.
- Hablo enserio, Jane. No estás siendo cuidadosa, si tú no te preocupas por tus golpes, alguien tiene que hacerlo. Y ya que tu madre está hasta la otra punta del país, esa responsabilidad recae en mí.
- Eso fue conmovedor – me burlé – Solo falta que tomes mi mano y me guíes por las peligrosas calles de la ciudad.
- ¿No me crees capaz de hacerlo? – preguntó sonriendo.
- Primero me dejarías morir en este lado de la calle antes de humillarte de esa forma - reí.
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En el departamento de al lado...
RomanceJane Brown estaba cumpliendo su mayor sueño: Estudiar periodismo en Nueva York. Había dejado todo atrás, su casa, su familia, sus libros, sus amigos... todo excepto a Caleb, su "amigo" de la infancia que también se mudaba con ella a la gran manzana...