Capítulo 11

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-Has mentido -dijo Luke-. Y te has aprovechado de esa gente.

-Yo no lo creo. Les ha hecho ilusión poder ayudar a alguien. No le hemos hecho daño a nadie.

-Dame las llaves.

-De eso nada. Has bebido.

-Muy bien, tú conduces. Pero nada de tonterías.

-No me puedo creer que seas tan aburrido.

-Lo digo en serio. Un truquito más y me vuelvo a casa.

La broma no le había salido nada bien, pensó _____ mientras tomaba la autopista. Luke estaba enfadado... Entonces oyó un ronquido. Horror. Se había dormido. Lo de la cerveza también le salió mal. Pero estaba muy mono con el pelo sobre la frente.

Sin embargo, tenía que convencerlo de que se hiciera pasar por Warren antes de llegar a Copper Corners...

Media hora después encontró la solución: una tienda en medio de la autopista. Una distracción. Además, tenía que comprar caramelos de menta para que Luke no oliese a cerveza.

-Despierta, Luke.

-¿Qué? ¿Ya hemos llegado?

-Aún no. Vamos a descansar un ratito.

-De eso nada -replicó él-. Sigue conduciendo.

-Venga, por favor...

-Está bien, de acuerdo -suspiró Luke, abriendo la puerta del coche, medio desorientado.

Una vez dentro, de la tienda, _____ le puso un sombrero australiano y unas gafas de sol.

-¿Qué tal un cambio de imagen?

Él arrugó el ceño, pero dejó que se los pusiera.

Estaba muy guapo. Con los ojos misteriosamente escondidos _____ podía observar su boca, sus pómulos, altos y clásicos, y su nariz recta. Podía imaginarlo sobre una moto, con el pelo un poco más largo... Si se quitaba los pantalones planchados, tendría muchas posibilidades.

Cuando levantó la mano para colocarse las gafas vio que tenía unos dedos largos y bonitos. Entrenados para hacer un trabajo muy preciso en sitios recónditos... y seguro que sabía usarlos bien.

-¿Qué tal estoy?

_____ tragó saliva.

-Estupendo. No te pareces nada a Luke Hemmings.

-Ahora tú -sonrió él, poniéndole una boina y unas gafas con montura de cristalitos. Estaban muy cerca y sus manos eran cálidas, tanto como su aliento-. Muy «tú». Por cierto, no deberías haberte cambiado para el viaje. Me gustó mucho la ropa que llevabas el otro día.

_____ soltó una carcajada.

-Es un disfraz. Protección para un mundo extraño. Y no te pongas tan serio.

-No me pongo serio.

-Bueno, voy al lavabo. Nos vemos en el coche.

Cuando volvió al coche, vio que Luke seguía llevando el sombrero y las gafas. En la mano, la boina y sus gafas de cristalitos.

-¿Quién ha dicho que no puedo ser espontáneo?

_____ permaneció callada durante largo rato.

Necesitaba convencerlo para que hiciese de Warren... ¿pero cómo? Entonces vio el cartel de un pueblo próximo a Copper Corners. Estaban casi llegando y aún no le había dicho cuál debía ser su identidad secreta.

Y tenía que hacerlo inmediatamente.

-Hay un par de cosas que no te he contado.

-¿Por ejemplo?

«Que eres mi marido y te llamas Warren».

No, demasiado abrupto.

-Me escapé de casa cuando tenía diecisiete años.

-Ah, muy bien.

-Porque no me entendía con mis padres. Como si fuéramos de planetas diferentes.

-¿De verdad?

-De verdad. Excepto para la boda de mi mejor amiga, no he vuelto a Copper Corners.

-Pues tus padres deben de echarte de menos.

-Si creen que las cosas me van bien, están contentos. Además, ya tienen a mi hermana, doña perfecta.

-¿Tienes una hermana perfecta?

-Se parece a ti. Siempre hacía los deberes, nunca llegaba tarde, se casó con un banquero y tiene dos hijos, niño y niña.

-Una chica seria, ¿eh?

-Eso es.

-Y tú no lo eres.

-No. Mis padres son personas muy serias, muy conservadoras. Mi padre es el director del instituto y mi madre profesora de literatura. Les di muchos disgustos cuando era adolescente.

-¿No eras buena estudiante?

-Era la peor. Además, un día pinté un mural en la cafetería que reflejaba el instituto como una prisión, con los estudiantes llevando pancartas que decían: «Libera tu mente» o «Aprender sin tortura».

Luke soltó una carcajada.

-Pero has crecido.

-Mi vida es demasiado rara para ellos.

Una farsa de amor [Luke Hemmings] (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora