•Riñas•

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Miraba su mano con atención, no podía dejar en pensar en donde estaba, en como se encontraba o si al menos estaba con vida.
Camino por los alrededores del bosque, el pueblo y lo que basto sobre lo que conocía para no perderse sin encontrar rastros de su hermano, aún se odiaba por discutir de esa manera, por ser tan posesivo.

Volvía a la cabaña a paso lento mirando ese anillo de compromiso, era tan importante para el esa simple joya. No era lo que costará ni algo por el estilo, si no, el que le hacia recordarlo con tanta fuerza, con deceso y sobre todo ansias de tenerlo de vuelta de una vez.

Miró hacia delante encontrando la puerta de la cabaña abierta, tenía que ser el. Corrió los metros que faltaban entrando de prisa buscándolo con la mirada encontrando su cuerpo sobre el sofa, de espaldas con la luz de una lámpara sobre lo que tuviera frente a él. —Llegaste —susurro Stan pasando una mano por su cuello mientras de una patada suave cerraba la puerta a sus espaldas.

— Tenía que hacerlo, es mi casa después de todo.

—Siento lo que dije. No pensé las cosas y lo dije por el calor del momento —le dijo mientras se acercaba un poco.

Ford le miró de reojo mientras vendaba su brazo. — Tienes razón, tal vez el que seas mi pareja debería bastar me como para que alguien más no me parezca atractivo.

—¡Eso no quise decir!

— ¿Entonces que? —se levantó bajando la manga de su gabardina— ¿Vas a negarme con descaro que por mirar a esa mujer en la cafetería casi armas una escena? ¡Es una mujer! Es bonita pero no voy a cambiarte.

Stan dejó su mirada sobre el brazo de su hermano. —¿Que te paso ahí? —pregunto apuntando a esa zona.

— Resbalé y caí.

—En primavera no tenemos charcos, dime la verdad.

— ¡Estas desviando el tema! —grito dando un golpe al sofá con el brazo quejándose ante la acción.

Se dejó caer sobre el mueble ya que ese dolor le había hecho contraerse de manera inesperada, levantó la manga mirando que sobre la venda salía sangre. —¡Diablos Stanford! ¿¡Que te sucedió!?

El mayor de inmediato lo alejó. — Estoy bien, lo estoy. Déjame solo un rato.

No pudo evitar seguirle la orden pero al cruzar la división entre la sala y la cocina se paró junto a la pared mirando de reojo sobre su hombro como retiraba la venda con dolor, como si está de estuviera pegando a la herida y fuera más complicada removerla. Se trataba de una gran raspada de la cual parecía ser hecha por un animal ya que eran cuatro líneas anchas. —¡¿Que te hizo eso!? —grito inesperadamente haciendo que Ford jalara de la venda demaciado fuerte quejándose de nuevo.

— Joder la próxima avisa que no te irás —susurro mientras chistaba del dolor.

El menor comenzó a colocar agua oxigenada en silencio, no podía dejar de repetir la escena sobre su cabeza. De nuevo se sentía un imbécil.

—Lo siento.

— Ya dijiste eso, ya te perdone.

—Siento que no es así... Se que no puedo justificar todo pero perdona, odio el sentirme opacado por alguien más sobre tu atención.

Ford sonrió. — Es tu manera de ser, entiendo.

—No quiero que entiendas. Quiero que sepas como soy ante esas cosas, no es mi culpa el tener "celos"

Con ternura acaricio su cabello. — Celos —volvio a sonreír ante la palabra. El que alguien sintiera celos por el le daba un tipo de sentimiento, uno en el que se sentía más especial de lo que ya era junto a él.

ᴍysᴛᴇʀʏ ᴛᴇᴀᴍ {sᴛᴀɴᴄᴇsᴛ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora