•Sobriedad•

51 5 1
                                    

Su cabeza dolía, demaciado para ser normal. Se levantó con pesar sintiendo como el dolor se adueñaba de su cuerpo. Era tan insoportable que comenzaba a presionar sus cienes con el deseo de que tal vez eso calmara la horrible sensación. —¿Que pasó anoche? —se dijo presionando esta vez su frente.

— ¿También a ti? —pregunto Ford bebiendo de un café mirando por la ventana— pensé que era el único.

El chico visualizo al mayor frente suyo tratando de enfocarlo pero sus ojos parecían negarse. —¿Pero que? —susurro para después quejarse y levantarse de golpe mareandose un poco para volver a caer en la cama.

— Tu regalo de bodas era una botella de vino. La bebimos toda —contesto dándole un sorbo más a la taza.

El menor se sentó sobre la cama estirando la mano hacia la pequeña mesa con la que contaba la habitación, tomo la taza que su hermano le había dejado y bebió de ella sintiendo como está bebida caliente recorría el interior de su cuello hasta llegar a su estómago. Era una sensación realmente extraña pero curiosa a la vez.

— ¿Te sientes mejor? —pregunto sentándose a un lado suyo y recargando su cabeza en el hombro del chico.

—Un poco... ¿Te gustaron los libros?

—Mucho, voy a la mitad de uno —sonrio dejando un beso en su cuello y volviéndose a recostar en su hombro— ¿Te gustó el mío? —pregunto el está vez sonrojándose un poco.

— No sabía que habías hurgado mi teléfono para saber que me gustaban los discos de Pink Floyd... —susurro con algo de pesar jodeandole, Ford se levantó de su hombro con una sonrisa mirándole de reojo— Y esos cupones Uff... Por mi gastaba todos —volvio a susurrar esta vez más cerca de sus labios.

El castaño desvió la mirada hacia la izquierda tratando de evitar la constante sensación de sonrojo que causaban esos ojos tan cautivadores a su parecer. —F-Fue lo mejor que pude hacer —susurro travandose en sus palabras, de alguna manera se sentía apenado desde que imprimió esos papelillos— Bien, basta de molestarme —dijo finalmente levantándose y dándole la espalda con una mirada nerviosa, su rostro trataba de demostrar seriedad profunda pero sus mejillas no ayudaban demaciado.

—Te prepararé de desayunar, mientras revisa si nuestra madre está bien. No sé cómo alguien de... de... —trato de decir, pero de inmediato negando— Solo no sé cómo reaccionará, toma una muestra de sangre y sin que nadie te vea baja al laboratorio. Después de anoche me encargué que no recuerden donde queda.

Stan bufo un poco cansado cubriendo su frente al sentir como esa migraña se apoderaba de todo su sistema nervioso. — Si, ¿Cuánto era mi tarifa de asistente? —pregunto en un reproche.

—Oh, no lo sé. ¿Tienes tarifa? —sonrio jalandole del brazo y quedando a unos centímetros de sus labios— Puedo costearla...

Susurró, después undio sus labios en una sonrisa sintiendo como aún ese sabor a vino permanecía en su labio inferior, tan delicado... Tan... Glorioso.

Ford, ¿Por qué tenía que caer en los juegos simple de su Musa? El chico era inteligente, había tratado con todo tipo de patanes, pero ¿Por qué no se daba cuenta que no era lo que siempre aparento?

( . . . )

— ¿Que tal tu hija? —pregunto Fiddleford finamente.

Rick se contrajo internamente, sentía ese nudo subir desde su estómago hasta su ya de seca garganta ¿Por qué en tan pocos años había cambiado tanto su vida? Ya no sabía cómo resumir  lo que hacía, lo que intentaba hacer con lo que parecía ser los restos de su familia.

—Bien, es una chica muy inteligente. Me siento orgulloso. —adquirio siguiendo su mirada en el desayuno. Se sentía una basura ¿En que momento había cambiando repentinamente? Deseando que el alcohol bebido fuera suficiente para olvidar lo que la vida le estaba causando— ¿Crees que esa cosa funcione? —pregunto apuntando a los planos que Fiddleford sostenía.

El chico asintió. — Claro, haz de pensar que no lo hará para preguntar.

—No, no es eso. Solo quiero probarlo algún día, viajar y esas cosas —contesto antes de menear con el tenedor de nuevo lo que contenía el plato y dale un largo sorbo a su pequeña botella.

— ¿Es agua? —pregunto fiddleford.

—Si, tu cree eso —dijo con facilidad dándole un trago más.

La familia de Aline se habían retirado a un hotel, los únicos en esa cabaña eran los "equipo misterio" y la prometida de fiddleford junto con la madre de los gemelos. — Buenos días Stanford ¿Cómo te encuentras?

— Bien, fiddleford —contesto dejándose caer en la silla sintiendo como el respaldo abrazaba su espalda un poco cansada— ¿Stan aún no llega?

— Bajo hace un rato —continuo sirviéndole un poco— Pero volvió a irse.

—No sabía que Stanford Pines contaba con secretaria.

Ford dejó escapar una risa poco discreta, Stan había insinuado lo mismo algo que le parecía divertido. — Bueno... De alguna manera ahora lo es, con mi investigación en marcha nada me detendrá. Mucho menos si esa cosa no logra encender, aún que sería más fácil con los planos.

— Lastima que Bill se fue con ellos —comento fiddleford con una mueca de tristeza.

—Era inestable esa cosa de todas maneras —dijo convensido— había número totalmente mal calculados.

— Yo solo seguía instrucciones y daba mi punto de vista. Ahora soy yo quien dirige el proyecto —termino con una sonrisa— ¿Quien lo diría? —adquirio con burla.

Detrás de esa dulce sonrisa, encantador rostro y gran inteligencia de escondía un tormento que no le dejaba descansar.

— Stanford... —susurro esa voz dentro de su cabeza— Tengo nuevas ideas que mostrarte —dijo apareciendo se en una ilución junto a Rick. Su rostro era oculto de nuevo con oscuridad, como si su rostro fuera tan oscuro que no podía distinguir otra facción que no fueran sus ojos destacados con pupilas de gato.

El chico trataba de ignorar el como llamaba la atención de Ford, hacia cuántas locuras pudiera proyectar en su cabeza. — Dijiste que la cosa esa no nos retrasaría, deberíamos comenzar de una vez aprovechando que el bastardo de Rick te puede ayudar.

—Es mi amigo, no lo obligare —dijo en voz alta interrumpiendo la charla que tenían Fiddleford y Rick con la llegada de Stan. Los tres compartieron una mirada de extrañeza mirando como Ford dejaba su vista contemplando un punto exacto.

— No lo obligaras, el también quiere usarlo, como tú y muchas otras personas. Cambiaras el mundo, serás ese cambio que todos necesitan.

Sus palabras eran sutiles, alagos fáciles, que bajo había caído.

—Deberiamos hablarlo después —volvio a mencionar mientras todos le miraban callados.

— ¿Estas bien, Nerd? —pregunto Stan agachándose a su altura y posando una mano en su hombro— Si quieres yo llevo a mamá al aeropuerto y tú te quedas a descansar. En fin, nos tomaremos está semana —sonrio con sinceridad mirando como los ojos de Ford se iban hacia los suyos, tratando de decirle algo que el no podía entender.

—Estoy bien —confeso levantándose— la llevaré yo y cuando regrese deberíamos comenzar a trabajar, ya lo retrasé demaciado.

Se encaminó al auto donde su madre esperaba con su equipaje. ¿Cómo podés ayuda cuando ni tú sabes que la necesitas? Stanley de alguna manera sabía que él la necesitaba pero por alguna extraña razón, lo ignoraba.

ᴍysᴛᴇʀʏ ᴛᴇᴀᴍ {sᴛᴀɴᴄᴇsᴛ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora