XVII

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Si bien no despegó los ojos del piso en todo el viaje de vuelta a casa, le fue imposible borrar la sonrisa en su rostro. Lo rodeaba una extraña aura de felicidad y las personas que pasaban junto a él en la acera, giraban un poco para observar al pálido pelinegro de orbes plateados mirando tímidamente el piso, mientras se aferraba a su enorme abrigo negro sin dejar de sonreír.

Sin embargo, la felicidad se esfumó casi de inmediato en cuanto cerró la puerta del apartamento y sus ojos divisaron al castaño arremolinado en un extremo del sofá. Por alguna extraña razón, JiMin se veía aún más pequeño de lo que era. Tenía el cabello humedecido, producto de un largo rato tumbado en la bañera. Llevaba un buzo grueso azul y una enorme camiseta amarillo pastel, sus pies se hallaban sobre la superficie del sofá pues tenía las piernas encogidas en este, con las rodillas casi rozando su pecho. Los enormes ojos café divagaban perdidos mientras mordisqueaba nerviosamente uno de sus pulgares.

¿JiMin...? — llamó suavemente. El castaño giró el rostro de inmediato buscando a YoonGi, quien yacía de pie a unos pasos de él — ¿Está todo bien?

El menor pareció pensarlo un poco, pero finalmente asintió con la cabeza.

No te ves muy bien... — insistió YoonGi. JiMin bajó su pequeño pulgar de entre sus labios y suspiró.

Fui a casa, hyung. — Habló en un susurró. Los ojos grises se abrieron con impresión.

¿Po-por qué? o ¿qué?... — YoonGi se inclinó hacia el — ¿Te sucedió algo? ¿Estás bien?... Él...

Él no estaba ahí. — Murmuró con la mirada perdida. — Tenía una amiga, una mujer en el departamento de enfrente. Su esposo murió hace un par de años y solíamos comer juntos algunas veces, ella habló conmigo... Jackson siempre vigila mi apartamento... o envía a alguien para que lo haga...

Espera... — interrumpió el pelinegro sentándose en el sofá, uno de sus brazos apoyado en el respaldar mientras se inclinaba sutilmente hacia el castaño — ¿Por qué? ¿Por qué volviste ahí? ¿Planeas volver? JiMin es muy peligroso, ese sujeto podría...

Lo sé. — El ladeó el rostro hacia el pálido, quien le observaba fijamente con la preocupación marcando sus facciones — JaeLu me ayudo a hacer mis maletas y a buscar algunos papeles de la universidad, haré mi traslado a Busan en unos días y ya no tendré que preocuparme más por esto.

Oh.

Las cejas oscuras se crisparon en un mohín de tristeza que desapareció con rapidez mientras se sumergían en un profundo silencio. Ambos analizando pensamientos y parte del futuro que aguardaba por delante. JiMin tendría que volver a su apartamento, presa del pánico, empacó lo más rápido que pudo y olvidó cosas que consideraba importantes. No quería dejar nada que apreciase en ese lugar, si se iba no pensaba regresar jamás.

YoonGi por su parte admiraba las flores frescas que el castaño había comprado el día de ayer para el jarrón azul de la mesita. Sencillo, un bonito arreglo de rosas amarillas y margaritas. El pelinegro difícilmente las compraba. Solía olvidarlo o a veces no tenía tiempo, pero durante la semana, JiMin había comenzado a cambiarlas cada vez que las veía marchitarse.

No era lo único que hacía JiMin.

Solía preparar algo de cenar o incluso horneaba algunos dulces para él. Limpió cada rincón del apartamento. YoonGi intentó detenerlo, pero el castaño solo reía cortamente asegurando que se sentiría terriblemente mal si no lo hiciera. Él no quería ser desagradecido. YoonGi le traía chocolates a veces, una caja de bombones rellenos con licor, o le compraba leche de fresa o algún dulce, no le tomó mucho tiempo descubrir que el castaño enloquecía con ellos. ¿Qué tan rápido podías llegar a conocer a alguien?

O peor aún.

Encariñarte.

Suspiró apesadumbrado. Eso acabaría pronto, JiMin se marcharía, quizá en pocos días. Se iría a Busan y puede que no volvieran a verse jamás.

No descubrirían quien era A porque no pensaba sentarse en el sofá a ver esa ridícula serie de mil temporadas si no tenía con quien discutir sus extrañas teorías, no tomarían café juntos por la mañana, o disfrutarían del silencio mientras cenaban. El lado de la cama estaría vació de nuevo y no tendría con quien hablar sobre su infancia hasta avanzadas horas de la noche. Se encontró a si mismo extrañando a quien aún tenía en frente, con quien había convivido por muy poco tiempo, pero no se le hizo tan extraño después de todo. JiMin era una compañía increíblemente agradable, en verdad iba a echarlo de menos.

¡Hyung! — llamó el castaño. YoonGi parpadeó alejando el doloroso hilo de pensamientos que comenzaban a llenar su mente. — Preguntaba por qué saliste tan temprano.

Oh... el señor Choi me envió a casa... uh... — lamió su labio inferior con nerviosismo — porque... el lunes me quedé hasta tarde y creyó que sería justo.

Que bien — sonrió el castaño — ayer dormimos muy tarde, podrás descansar un poco más hoy.

Así parece.

YoonGi observó el delicado perfil y se armó de valor.

JiMin, vayamos a cenar fuera. — sugirió poniéndose de pie. El castaño parpadeó.

¿Ahora?

¿Por qué no? — habló con una tenue sonrisa encogiéndose de hombros — Te iras en algún momento, y quiero que vayamos a cenar antes de que eso ocurra. — YoonGi extendió una de sus palmas hacia él y JiMin la tomó. El pelinegro escondió una sonrisa en cuanto divisó la diferencia de tamaño existente.

La mano del castaño parecía mucho más pequeña y suave entre sus largos dedos pálidos.

Vayamos a comer, Jiminie. — Pidió en un susurro jugando con los pequeños deditos. JiMin rio asintiendo.

Vayamos a comer, hyung.

You're beautiful│Yoonmin.Where stories live. Discover now