XXIV

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Cuando llegó de la estación sin la compañía de JiMin, YoonGi no había podido evitar sentirse desorientado. Creyó que, con el pasar del tiempo el sentimiento se desvanecería, pero este solo había sido remplazado por tristeza. YoonGi siempre fue de la idea de que vivir solo propiciaba paz, podía tener privacidad y se sentía incluso bastante cómodo, pero tras compartir el pequeño espacio que era su apartamento con alguien tan cálido como Park JiMin, comenzó nuevamente a evaluar sus pensamientos, llegando a la conclusión de que durante tanto tiempo... había estado equivocado... Dios, era impresionante como solo una persona podía hacer una diferencia entre unas cuantas paredes y el sentimiento de tener un hogar... volver a casa, sabiendo que no encontraría ahí al castaño... resultaba desolador.

Aunque YoonGi sonriera cada mañana al leer los mensajes que JiMin enviaba a su teléfono, pequeñas notitas en las que le deseaba un bonito día y le hacía saber lo mucho que lo echaba de menos, el pelinegro era consciente de que no estaba avanzando hacia ningún lugar con los sentimientos que tan profundamente se habían enraizado a su corazón. Quería superar esa especie de enamoramiento...

Y parece que finalmente podría hacerlo.

Era libre para sanar, al menos, eso sintió cuando repentinamente y a pesar del hondo dolor en su pecho, los mensajes se detuvieron. Había recibido el último mensaje de JiMin hace poco más de una semana. YoonGi intentó llamar, pero solo consiguió ser enviado al buzón de voz una y otra vez, hasta que finalmente, decidió olvidarlo, creyendo que era esa la señal que había estado esperando para continuar con su vida.

Era como si hubiese perdido una parte de su corazón al borrar por completo lo poco que quedaba de la presencia de JiMin, aun así, YoonGi no estaba muerto y la vida, a pesar de los amores fallidos, debía continuar. Después de todo, habían pasado poco más de seis meses desde la partida de JiMin, y YoonGi aún se recriminaba así mismo el no ser capaz de superar por completo su ausencia en el único paso que no se atrevía a dar, tener una cita. Quizá por eso no pudo evitar sentirse conmovido por la torpeza con la que NamJoon prácticamente había confesado sus sentimientos por SeokJin. Deseaba de todo corazón que saliera bien, al menos, para ellos, eso de enamorarse.

El pelinegro dejó caer suavemente la cabeza en el respaldar del afelpado asiento gris, dirigiendo la mirada a través del cristal del auto que, bajo la fina llovizna, lo llevaba a casa. Sus manos apretaron un poco la bolsa de papel en su regazo, cortesía de NamJoon, quien le había comprado unos cuantos croissants y pequeñas tartas de fruta que probablemente acompañaría con café mientras leía. Estaba intentando olvidar la televisión y volver a los libros, pronto tendría el dinero suficiente para retornar a su último año en la universidad y graduarse, así que ahora, su vida estaba relativamente bien, en orden claro.

Necesitaba creerlo.

YoonGi necesitaba desesperadamente convencerse de eso, de que todo estaba bien. De que llegado el momento, conocería a alguien que haría desvanecerse aquello que aun carcomía su pecho, aquello que originaba la asfixiante sensación que lo despertaba en las madrugadas ansiando verse arrullado por los brazos y la voz del castaño. Ansiando despertar con el confortante peso cálido sobre su pecho y las hebras castañas haciendo cosquillas en su mentón. Echaba tanto de menos a JiMin que dolía, pero hacía el mayor esfuerzo posible por evitar pensar en ello. Funcionaba, lo de mantenerse sereno, en calma. Con el tiempo, lograría olvidarlo, olvidar su presencia, olvidar sus mensajes, olvidaría como prometió volver. Con el tiempo, JiMin no sería más que un recuerdo diluido en su memoria, necesitaba convencerse firmemente de ello.

You're beautiful│Yoonmin.Where stories live. Discover now