XXII

647 126 10
                                    

YoonGi frunció el entrecejo mientras su mirada gris se mantenía fija en las finas líneas – casi inexistentes – que dividían los grandes azulejos color marfil en la estación del tren. Sostenía en una de sus manos la gruesa bufanda de punto en color rojo vino, era la misma bufanda que había ofrecido a JiMin en el parque hace poco menos de un mes, la primera vez que habló con él. Distraído, sus dedos presionaron un poco la prenda, mientras mordisqueaba ansiosamente la piel de su labio inferior... ¿Cómo había llegado allí?... Solo fue arrastrado, arrastrado por aquel castaño, hacia una serie de sucesos completamente inevitables. Lo había soñado y ahora, sería real. JiMin marchándose, a pesar de todo, parecía ser inevitable.

Sintió el fuerte latido entre sus costillas, cómo si su corazón le pidiera una explicación a todo el sobresalto que había experimentado en los últimos días, toda la confusión que padeció al ver a JiMin doblando sus ropas antes de acomodarlas en la maleta, ver a JiMin llamando por teléfono a su madre para decirle que volvería a casa, verlo hablando con la sede de la Universidad a la que asistía para que en cuanto llegase no tuviese contratiempo alguno en retornar a sus estudios, ver a JiMin... simplemente recogiendo su presencia, dejando flores frescas en el jarrón la tarde anterior, preparando el desayuno esa mañana... ver a JiMin convirtiendo uno de sus sueños más dolorosos en algo real, había instalado un malestar en su pecho que rehusaba abandonarlo... como si YoonGi estuviera todo el tiempo al borde del llanto...

Pero algo aun parecía contenerlo.

A pesar de ver a JiMin a punto de marcharse, aún existía esa pequeña esperanza en su corazón de que decline en su idea y permanezca con él, aún existía...

Aún existe...

¡Hyung!

YoonGi se giró por completo, en cuanto hubo divisado la mirada café, se acercó unos pasos hacia el castaño, quien sonreía suavemente. JiMin llevaba esa mañana, la misma ropa con la que lo había conocido, la misma ropa con la que lo había visto marcharse en sus sueños... y por alguna razón, eso solo lo hacía sentir peor. El castaño elevó en su dirección una de sus manos, mostrándole el pequeño ticket de papel.

Sale en veinte minutos, hyung. — anunció. YoonGi se obligó a sonreír, pero apenas logró conseguir una extraña mueca desprovista de alegría cuando asintió. — Debería ir allá uh... a buscar... — vio a JiMin girarse hacia el tren, parecía no estar muy seguro de a dónde dirigirse, cuando en un arrebato, enlazó su meñique suavemente con el del menor, el cual yacía sobre el aza de plástico negro de la maleta con diminutas rueditas. JiMin volvió la mirada hacia los ojos grises, los cuales seguían fijos en ambos meñiques sutilmente enlazados, y sus ojos café divisaron las mejillas apenas coloridas del pelinegro.

— ¿Hyung? — susurró confuso. YoonGi no levantó la mirada de sus manos.

Vamos. — murmuró sorprendiéndose, pues a pesar de sentirse tembloroso, había aun cierta firmeza en su voz que no lograba explicar.

No quiso decir nada más. Evitó por completo hablar, mientras en silencio, escuchaba el resonar de sus pasos junto a los de JiMin. Los siente, siente que son tan pesados sus pasos, casi tan pesados como el nudo en su garganta cuando se enfrenta a las puertas del tren. Parpadea un par de veces, alejando las lágrimas en su retina cuando JiMin se posiciona justo delante de él.

JiMin.

Es solo JiMin, se repite una y otra vez para darse valor, pero la sonrisa contraria es tan melancólica que apenas y puede ocultar un suspiro cuando los ojos café le observan profundamente, como si el castaño quisiera guardar ese rostro en su memoria, conservar el recuerdo de Min YoonGi en un lugar muy especial antes de decir adiós.

Hay silencio entre ambos, y agradecen que sea una mañana de domingo en la que únicamente hay una que otra persona que abordará el mismo vagón que JiMin.

El meñique del pálido suelta deliberadamente el pequeño meñique contrario, antes de que las manos de YoonGi desabotonen el afelpado abrigo negro y lo coloquen con delicadeza sobre los hombros del castaño, YoonGi sonríe suavemente y enreda la bufanda con gentileza alrededor del cuello del JiMin, quien le mira entre sorprendido y lloroso, pues al quitarse el abrigo, YoonGi deberá volver a casa únicamente en camiseta y jeans.

Tendrás frío. — afirma en un hilo de voz.

Está bien. — es tan bajo, que apenas y es audible, teme que al hablar más alto, su voz inevitablemente acabará quebrándose. — Oí que Busan es más frío que aquí.

Hyung...

—Está bien...

Jamás te olvidaré, YoonGi hyung. — promete JiMin en un susurro tembloroso. — Ya no te tortures por lo de Jackson — sonríe — era un patán, y de verdad se lo merecía.

YoonGi agacha un poco la mirada cuando el sonrojo pinta sus mejillas, pero asiente conforme con las palabras del menor. Él se vio a si mismo recibiendo golpes, jamás dándolos. Quizá fue esa la razón por la cual aún era incapaz de creer que había golpeado al exnovio de JiMin.

La voz femenina en los altavoces pide a los pasajeros abordar el tren, y a pesar de ver su destino acercarse, YoonGi aún mantiene la pequeña esperanza de que el castaño cambie de opinión, pero JiMin solo espía un poco en el interior del vagón, buscando el lugar que va a ocupar.

Debería subir ya... — musita fijándose en la mayoría de asientos aún vacíos. — Aunque no creo que se llene tan rápido, es decir, es doming-

JiMin...— susurró el pelinegro atrayendo su atención, cuando los ojos café se dirigieron al pálido rostro, el gris en la mirada contraria era cristalino, casi líquido, mientras intentaba contener sin mucho éxito el temblor en su labio inferior — v-voy... yo voy a... echarte de menos.

JiMin suspiró suavemente, antes de olvidar por completo su maleta y arrojarse al cuello contrario, envolviendo a YoonGi en un abrazo de despedida. Sus manos presionaron un poco más el cuerpo ajeno contra el suyo, intentando conservar por siempre parte de la calidez del extraño que tan bondadosamente, lo había acogido. Cerró los ojos, inhalando el aroma a pino y menta y deseó que el tiempo se detuviera sosteniendo a quien había sido su compañero por casi un mes.

Puedes venir, cuando quieras. — susurró YoonGi apenas audible. — Siempre estaré aquí, para ti.

Las cejas castañas se crisparon dolorosamente cuando la suave confesión, deshizo por completo su corazón.

. — aseguró JiMin separándose lentamente del abrazo, mientras limpiaba una que otra lágrima, que había rodado por su mejilla. — Vendré de visita, hyung. Lo prometo.

Escucharon una vez más aquel llamado que informaba a los pasajeros de la última oportunidad que tendrían para abordar, cuando JiMin ofreció una suave sonrisa a YoonGi, escondiendo en lo más hondo de su ser el recuerdo del pálido rostro de cejas afiladas, mirada felina gris que en ese momento, destellaba acuosa por la tristeza contenida, las mejillas al igual que la pequeña nariz de botón se veían apenas sonrosadas, y los finos labios temblaban ligeramente. JiMin acaricio apenas despeinando las hebras azabaches antes de subir al vagón.

Ocupó uno de los asientos delanteros, y se giró una vez más para ver al pelinegro, quien ni siquiera se había movido del lugar.

Adiós. — delineó mudamente con los labios, antes de que las puertas se cerraran, pues únicamente parecían haber estado esperando por él para que el tren finalmente, partiera.

Desapareció.

Se evaporó por completo en el espacio, todo aquello que había sostenido a YoonGi la última semana. Aquella pequeña gota de esperanza que había atesorado profundamente en su pecho se deshizo en el viento cuando vio el tren alejándose. Era el mismo lugar en el que lo había conocido, pensó extrañado mientras sus manos iban deliberadamente a su rostro, presionando fuertemente las palmas contra este para aminorar el llanto. Su pecho ardía en cada irregular exhalación y sus sollozos se volvieron audibles, cuando no pudo controlarlo más. No lo creyó, no pensó que fuera posible, pero una parte de su corazón se había marchado en aquel momento en ese tren.

You're beautiful│Yoonmin.Where stories live. Discover now