CAPÍTULO TRES

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CAPÍTULO TRES.
AMOR Y ODIO


Cordelia despertó el lunes exactamente a las siete de la mañana, malhumorada por haberse despertado tan temprano. El Gran Comedor tampoco apaciguaba su frustración con ruidos y escándalos mañaneros. Una vez allí, tomó asiento junto a Amelia, quien también tenía sueño, y esperó que el plato abarrotado con comida deliciosa apareciera delante de ella.

Hoy desayunarían panqueques con miel y jugo de calabaza, algo bastante común. Levantó la mirada del manjar ante ella y buscó al profesor Snape, quien al sentir una profunda punzada encima de él, también cedió a observarla.

— ¿Qué hay entre el profesor Snape y tú? —inquirió Amelia de pronto.

Aquello le tomó con sorpresa.

¿Cómo se había dado cuenta de su relación?

— Bueno, lo mismo que hay entre un hipogrifo y una selkie: nada. —Cordelia, buena actriz, respondió sin inmutarse, llevando el primer pedazo de comida a su boca—. ¿Y los horarios?

De pronto una fila de hojas hizo aparición por parte de magia, lo cual no era nada extraño en ese mundo, y comenzaron a deslizarse a las manos de cada estudiante. Cordelia cogió uno de ellos con la mano y lo analizó con el ceño fruncido.

— Hoy es lunes, ¿cierto? Entonces a primera hora tendremos Historia de la Magia, ¡qué interesante! Ese profesor debería estar pasando al más allá y no aquí jodiéndonos la existencia.

En lo que terminó el desayuno Amelia y Cordelia se dirigieron al aula en donde recibirían clases de Historia de la Magia junto con los estudiantes de Gryffindor, como de costumbre. Al ingresar a la habitación el ambiente era tan tenso que se podía cortar con un cuchillo. Definitivamente eran las peores clases del universo y nadie podría hacerle pensar lo contrario.

— ¡Cordelia! —saludó Harry con una sonrisa.

— Buenos días, Harry. —Cordelia le devolvió la sonrisa—. Ya viene otra clase más en donde trazaré garabatos en el pergamino hasta que el profesor cierre la boca.

— Ni que lo digas. —dijo Ron con un bufido—. Sea lo que sea, no quiero escuchar de nuevo sobre la quema de brujas.

— Ni yo. —dijo Amelia girando un mechón de pelo en su dedo—. Pero qué más da, ¡pongámosle empeño a todo!


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Cordelia bufó por tercera vez en menos de un minuto.

Amaba infinitamente al profesor Snape, pero ahora mismo quería lanzarle un Avada Kedavra, aunque eso rompería toda esperanza de casarse con él o, por lo menos, un merecido y doloroso Cruciatus por fastidiar tanto. Sin embargo, debía quedarse tranquila si no deseaba un terrible castigo.

The Queen & The Prince | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora