CAPÍTULO DIECISÉIS

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CAPÍTULO DIECISÉIS.
UN SECRETO BIEN GUARDADO


Para Cordelia Lockhart no era sorpresa que el Ejército de Dumbledore se estuviese ocultando en la Sala de Menesteres. Por lo que, tras reflexionarlo media hora, simplemente entró al lugar con la idea clara en la cabeza, rogando porque la puerta se abriera de par en par sin ningún problema.

La cabeza continuaba doliéndole y ahora un bonito moretón se encontraba ocupando su rostro, justo en el ojo derecho.

Afortunadamente, no tuvo que esperar demasiado cuando su pensamiento fue acertado. La sala que viene y va se abrió antes sus ojos, y entonces entró con los nervios a flor de piel.

Por obvias razones no sería recibida con los brazos abiertos.

Se mentalizó que recibiría uno que otro insulto hacia su persona, por lo que simplemente inspiró profundo antes de cruzar la puerta del lugar. Al poner un pie dentro de la sala, todos se levantaron del suelo de un salto, observándola como si ella fuera una total desgracia para el colegio.

— Hola, supongo. —dijo.

Cordelia se aclaró la garganta y alzó las manos, en ademán de completa paz, vociferando con acciones que no quería pelear por absolutamente nada. Ginny dio un paso adelante con valentía, como si buscara intimidarla con su presencia, aunque en el fondo era probable que fuese la más asustada de todos.

A Lockhart le valía cinco kilos de mierda lo que pensaran de ella, pero no consentiría que le observaran con tanto repudio.

Es decir, la pelirroja ni siquiera se atrevería a comentarles a los malnacidos de los Carrow que ese pequeño grupo de estudiantes se encontraba allí porque sabía que acabarían asesinándolos a todos.

— ¿Ya le has pedido permiso al maldito de Snape para venir? Es decir, como eres su asquerosa perra faldera. —dijo Ginny, con repulsión.

Oh, golpe bajo.

— No tengo que pedirle permiso a Severus para nada. Y no quiero pelear. —respondió Cordelia, sin alterarse—. Además, ustedes no han sido lo bastante discretos durante sus rondas por los corredores. No tengo idea de cómo los Carrow no han podido pillarlos, pero la verdad es que no me interesa.

Les miró detenidamente.

— Vengo a decirles que la escaramuza de la mansión Malfoy ha salido victoriosa para el trío de oro, pero ha resultado en la fatídica muerte del elfo doméstico Dobby.

Ginny bajó la cabeza mordiéndose el labio, pero entonces Neville dio un paso al frente, apuntándole con la varita con determinación. Sin embargo, probablemente era la persona más valiente del lugar solamente por desafiarla.

Lockhart no hizo más que rodar los ojos, pese que un profundo dolor de cabeza le anegó con fiereza. Cogió su propia varita con la misma osadía que él.

— Ganas no me faltan de aniquilarte, Neville. Y nada me detiene que lo haga. –lo apuntó con su varita–. Tú no eres lo suficientemente valeroso como para atreverte a lanzar tan solo una de las tres maldiciones imperdonables.

¡Crucia...! —bramó Neville, pero la pelirroja bloqueó la maldición con un suave movimiento de su muñeca.

¡Imperius! —gritó Ginny de pronto, quien le había apuntado entre la túnica, asustada.

El polvo de color verde se arrastró hacia la mortífago y la envolvió, bajo la expectante mirada de todos.

El ejército de Dumbledore realmente pensó que Weasley había logrado manipular la mente de la muchacha, pero se equivocaban: ellos no sabían que Cordelia Lockhart era una maestra de la Oclumancia.

The Queen & The Prince | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora