CAPÍTULO DIEZ

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CAPÍTULO DIEZ.
UN ALMA QUE SE CORROMPE


Había comenzado.

Cordelia levantó la mirada de la camilla de la enfermería, en donde había reposado Draco hasta hacía un par de minutos. Quiso carcajearse cuando cayó en cuenta de que ninguno de los profesores había notado la ausencia del rubio durante el día anterior. Madame Pomfrey se estaba volviendo demasiado vieja como para repararlo, pero por supuesto que la de ojos avellanas sabía que Malfoy había pasado la noche junto a ella.

Envueltos en las mismas sábanas, recorriendo sus cuerpos con completo descaro, con demasiada lujuria.

Simplemente comenzó a andar, escuchando los sonidos de los encantamientos en el trayecto. Luego, se dirigió hacia el lugar de batalla, con la cabeza en alto y la varita en la mano, pasando desapercibida por los alumnos que luchaban en contra de los mortífagos. Amycus le dedicó una sonrisa astuta.

— Ten, muchacha. —dijo, lanzándole una capa negra.

Lockhart suspiró, pero cubrió su cuerpo con la tela de color azabache, después se unió a sus colegas con el semblante tan pálido como la cera. Pasó junto al cadáver de cinco estudiantes con la cabeza en alto, como si fuese una reina, como si no se estuviese arrepintiendo de lo que había sucedido minutos antes.

Pudo observar a cada uno de los alumnos mirarla como si ella fuese un monstruo, despreciándola mientras que se defendían de los múltiples ataques de los hermanos Carrow.

Se sobresaltó cuando un hechizo le pasó justo por al lado. Observó, por encima de su hombro, al causante del maleficio y suspiró audiblemente cuando Horance Slughorn le apuntó con la varita. Sin embargo, podía notar como su cuerpo se estremecía por el miedo que la estaba corriendo por las venas.

Él era el traidor de la casa de las serpientes, un completo cobarde. Slughorn volvió a atacarle con una maldición bastante débil, como si realmente no quisiese hacerle daño, porque después de todo, ambos lograron cosechar una relación de afecto durante esos meses. Ella era una de sus mejores alumnas.

— ¿Cordelia? ¿Tú? Después de todo esto, ¿tú?

El profesor Slughorn tenía la voz rota.

— La vida no es justa, profesor Slughorn.

Había respondido la pelirroja, pronto blandeando su varita para bloquear las múltiples maldiciones que le lanzaba el docente, pero era tan endebles que se inquirió a sí misma si realmente quería hacerle daño. Entonces dedujo que Horance en realidad no buscaba lesionarle. Sintió lástima, mucha lástima.

Se batieron en un duelo tan endeble que fue una completa pérdida de tiempo, porque con tan solo un Desmaius pudo haberse quitado el viejo de encima. Pero prefirió verlo intentar defender el poco honor que le quedaba encima.

El corredor estaba libre. Ahora, dos mortífagos la flaqueaban con una satisfactoria sonrisa en el rostro, deseosos de que aquel enfrentamiento acabara con la muerte de Slughorn. Pero ni con todas las fuerzas del mundo, Cordelia sería capaz de arrebatarle sus últimos suspiros. Lo único que ella quería en ese preciso momento era huir del castillo junto con Severus.

— Te pareces demasiado a Lily Evans, creo que ese es el motivo por el cual te estimé tanto durante estos meses, Cordelia. Dime, ¿cómo has podido hacernos esto?

— ¡No! ¿Cómo se atreve?

Ahora, sujetaba bruscamente su varita.

— ¡Yo no soy Lily Evans! Yo soy Cordelia Isabella Lockhart, descendiente de los Rowle, miembro de los sagrados veintiocho. Recuerda siempre mi jodido nombre.

The Queen & The Prince | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora